Traspaso de propiedades y registro de escrituras en los tiempos antiguos. El relato de Jeremías de su compra de un terreno nos da el procedimiento en tiempos del Antiguo Testamento. Esta es la manera como la describe:
“Y compré la heredad de Hanameel, hijo de mi tío, la cual estaba en Anatot, y le pesé el dinero; diecisiete siclos de plata. Y escribí la carta y la sellé, y la hice certificar con testigos, y pesé el dinero en balanza. Tomé luego la carta de venta, sellada según el derecho y costumbre, y la copia abierta. Y di la carta de venta a Baruc hijo de Nerías, hijo de Maasías, delante de Hanameel el hijo de mi tío, y delante de los testigos que habían suscrito la carta de venta, delante de todos los judíos que estaban en el patio de la cárcel” (Jer. 32:9-12).
Varías costumbres antiguas se indican aquí. El dinero no era en forma de monedas. La acuñación de monedas se vino usando hasta más tarde en los días del profeta. Más bien, se trató de plata la que fue pesada. La compra fue atestiguada por ciertos judíos que se "sentaban en la corte". Se hacían copias en duplicado de la escritura. Era sin duda, costumbre sellar una de las copias y depositar la otra en un lugar seguro, lo que quería decir que se enterraba en alguna parte de la tierra del comprador. La otra copia se quedaba abierta, i. e., sin sellar, y se ponía en un lugar público designado como registro de escrituras a la cual podían referirse si era necesario. De cualquier manera, en el caso de la compra de Jeremías, ambas copias de la escritura se preservaron en una vasija de barro, porque la ciudad de Jerusalén iba a ser destruida.
Inclusiones específicas en el traslado de la propiedad. Cuando se compra alguna propiedad en Oriente, especialmente de los árabes, es importante que se indique en detalle todo lo que se incluye en la compra. Si no se hiciere así el nuevo propietario descubrirá que no es dueño de todo lo que creía haber comprado. En Oriente, algunas veces sucede que un hombre es dueño de un pozo en el centro del campo que pertenece a otra persona. La razón para ello es que el hombre al hacer la compra no especificó que compraba también el pozo localizado en el campo. Cuando Abraham compró la cueva de macpela como cementerio para Sara, tuvo cuidado de aclarar lo que incluía la compra. La Escritura dice: "Y quedó... la heredad y la cueva que estaba en ella, y todos los árboles que había en la heredad, y todo su término en derredor, por de Abraham, en posesión. (Gén. 23:17, 18).
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