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La bereber y la árabe comparten con frecuencia mezcladas una vasta geografía


Lo bereber como seña de identidad en el norte de África

"Originalmente, la cultura bereber cubría el conjunto del Magreb y el Sáhara"

© afrol News / USCR
afrol News - De todos los problemas que conoce en la actualidad el Norte de África, sobre todo y con mayor gravedad Argelia, la cuestión identitaria es la que se presenta de modo más acuciante y angustiosa. Sin duda, es uno de los problemas a los que el mundo magrebí se enfrenta con mayor apasionamiento. Por ello, la cuestión debe ser abordada con gran serenidad y recurriendo a los datos históricos, sociológicos y lingüísticos más fiables.

En principio, dos etnias con sus respectivas culturas, c, pero cada una de ellas suele ser identificada por su función en el desarrollo de un drama que enfrenta de modo ambiguo a dos mundos.

Dos lenguas, el árabe y el bereber, y las culturas que representan, poseen, cada una de ellas, distintos estatutos; mientras que el árabe goza del carácter de lengua oficial de los Estados de la zona, el bereber es relegado prácticamente a la marginalidad y cualquier intento por revitalizarlo se realiza casi de modo clandestino. Esta dualidad es explicada en términos de dominación: los bereberes autóctonos son considerados a veces una especie de reliquia del pasado preislámico de la región en trance de desaparecer ante el predominio y prestigio en todos los terrenos de lo árabe. Los bereberes o imazighen, herederos de una lengua antinquísima y una cultura milenaria, son presentados muchas veces como las víctimas históricas de la agresividad del Islam. El irredentismo bereber, ya sea moderado o radical, despierta fácilmente simpatías en determinados medios sensibles a las cuestiones nacionales no resueltas, y con frecuencia es utilizado como arma política en debates y contextos.

Lo árabe, en Marruecos y Argelia, está normalmente vinculado a las ciudades y a los poderes establecidos tras las independencias formales. El árabe es la lengua oficial del Estado, y su cultura orientalizante es reivindicada en exclusiva como seña de identidad que se quiere hacer extensiva a toda la población. El Magreb proyecta hacia el mundo su condición árabe. Por su lado, lo bereber, eminentemente rural y con reminiscencias ancestrales, se desmorona ante la evolución de unas sociedades que se orientan en direcciones que niegan o desprecian sus valores. Mientras que lo árabe se asocia a lo nacional y a lo oficial, la intelectualidad bereber es vigilada como enemiga del Estado y potencial germen desarticulador de la supuesta unidad histórica y política de la región, y por tanto es una intelectualidad vigilada y bajo sospecha continua de posible traición a los intereses del Estado y el orden público.

La lengua bereber, principal seña de identidad de los no arabófonos del Magreb, en la extrema diversidad de sus variantes, es hablada en la actualidad en una decena de países del conjunto Magreb-Sáhara-Sahel. Pero Marruecos y Argelia son, con diferencia, los países que cuentan con las poblaciones berberófonas más importantes. Es en ellos donde la cuestión bereber es propuesta con mayor entusiasmo.

Es difícil avanzar cifras precisas y fiables en cuanto a la importancia demográfica de las poblaciones berberófonas. No existen censos lingüísticos y la situación general de la lengua bereber hace problemática toda evaluación: de hecho, el número de berberófonos constituye en sí mismo una apuesta política en los países del Magreb y es, por tanto, el objeto de vivas controversias.

Sin embargo, si se suma el conjunto de cifras ofrecido por diversas fuentes, razonablemente se puede estimar que los berberófonos constituyen un porcentaje mínimo del 40 de la población de Marruecos, es decir, algo más de doce millones de individuos. Por su parte, el Argelia serían el 20 de la población, es decir, unos cinco millones de personas, según los censos de 1986.

Estas cifras son valores mínimos que pueden considerarse seguros. Pero no puede excluirse que los porcentajes sean en realidad notablemente más elevados y que puedan llegar respectivamente al 50 en Marruecos y al 30 en Argelia.

En Marruecos, la berberofonía está repartida en tres grandes zonas que cubren el conjunto de las regiones montañosas del país: al norte, el Rif; en el centro, el Atlas Medio y parte del Alto Atlas; al sur-suroeste, el Alto Atlas, el Antiatlas y el Sus. En Argelia, la principal región berberófona es la Kabilia. Si bien su superficie es relativamente limitada, está muy densamente poblada. En la Kabilia se encuentran, probablemente, más de los dos tercios de los berberófonos argelinos. Otros grupos significativos están en el Aurés ( de quinientos mil a un milló de personas) y en el Mzab (con Gardaya como capital y otras ciudades ibaditas, con alrededor de cien mil personas). Existen en Argelia otros grupos berberófonos menores pero son sólo pequeños islotes residuales que no superan –en los mejores casos- algunas decenas de millares de hablantes: Wargla, Gurara, Sur Oranés, Yebel Bissa, Chenoua,...

Naturalmente, nos estamos refiriendo a las localizaciones tradicionales. Desde comienzos de siglo, sobre todo después de la descolonización, el importantísimo éxodo rural que ha conocido todo el Magreb hace que existan comunidades consistentes de berberófonos en las principales ciudades del Norte de África: Argel y Casablanca son las ilustraciones más destacables.

El tercer y último conjunto berberófono está constituido por las poblaciones tuaregs, a caballo entre varios países a través de la zona Sáhara-Sahel, principalmente en Níger (unas quinientas mil personas) y Mali (de trescientas a cuatrocientas mil). Otros países como Argelia, Libia, Alto Volta y Nigeria, cuentan con efectivos tuaregs más modestos que no superan en cada caso algunas decenas de millares de personas. El conjunto de las poblaciones tuaregs se acerca, pues, al millón de individuos.

El resto de la berberofonía está constituido por territorios aislados, generalmente muy amenazados y diseminados. En Túnez, alrededor de cincuenta mil personas en parte de Yerba y una docena de pueblos en el centro sur del país. En el sur de Mauritania hay entre cinco mil y diez mil individuos. En Egipto, en el oásis de Siwa, cuya población varía según los censos entre cinco y diez mil personas. En Libia, en la Tripolitania, existen grupos berberófonos más importantes y resistentes.

Hemos hablado hasta aquí únicamente de berberófonos y de berberofonía. El único elemento indiscutible que diferencia entre las poblaciones del Magreb es el estríctamente lingüístico. Cualquier otro rasgo discriminatorio es cuestionable, por mucho que se quiera subrayar las características específicas de la cultura bereber. No existen dos etnias demarcables, una árabe y otra bereber, en el norte de África. La población magrebí, berberófona o arabófona, es de origen bereber. Los berberófonos, identificables así por su práctica lingüística específica, son en la actualidad demográficamente minoritarios porque el Magreb ha conocido desde hace varios siglos un lento proceso de arabización lingüística vertiginosamente acelerado en los últimos decenios. Los magrebíes arabófonos de nuestros días son bereberes arabizados en fechas más o menos recientes. Este proceso ha culminado con la identificación de la arabofía con la cultura árabe, pero la originalidad de los caracteres generales de lo supuestamente árabe en el norte de África, tan evidentemente distinto de lo árabe oriental, estriba precisamente en su calidad bereber. Lo árabe en el Magreb tradicionalmente ha sufrido más la influencia de al-Ándalus que de oriente. Las aportaciones orientales son recientes y son el resultado de una voluntad política y a la influencia de los medios de comunicación.

Originalmente, el bereber y su cultura propia, cubría el conjunto del Magreb y el Sáhara, por lo que histórica y antropológicamente se puede afirmar, sin querer entrar en polémicas, que los magrebíes son bereberes. La asunción, por parte de los poderes establecidos, de la arabidad, haciendo de ello estandarte de la identidad nacional, es uno de los factores más importantes del nacimiento de la conciencia bereber entre quienes aún hablan esta antiquísima lengua, creando un conflicto desestabilizador al marginar una importante parte de la población que no ha seguido el proceso del resto.

Los caracteres propios de la cultura bereber son los de comunidades tribales. Tradicionalmente, sedentarios o nómandas, agricultores o pastores, los bereberes, junto a las tribus que ya se habían arabizado por el contacto con focos culturales urbanos, compartían una misma sensibilidad y una misma cultura. El triunfo de las ciudades es el triunfo de lo asociado a lo árabe, y el desplazamiento y marginación de lo bereber más tiene que ver con la decadencia de los espacios rurales ante el prestigio de lo urbano que con el ejercico de una dominación que pretenda borrar las señas de identidad de los vencidos. La propuesta de los militantes bereberes más radicales, cuando hablan de la necesaria recuperación de la cultura bereber, a parte de la objetiva cuestión lingüística, es el intento por fundamentar en unos supuestos su opción por un modelo occidental de civilización, pues la cultura bereber más auténtica está lejos de sus aspiraciones al basarse en una sociedad rural y tribal que se desea superar. En cuanto a los elementos folklóricos, dependen más de su aceptación por el turismo y el interés que despiertan entre los etnólogos que de las intenciones de los berberistas enfrascados en luchas políticas. Lo bereber es más una bandera política y una excusa, en muchos casos, que un planteamiento objetivo y sincero. Efectivamente, se pretende homologar valores culturales bereberes a valores europeos para justificar un rechazo a lo árabe dominante.

Pero hoy, y como resultado de los procesos históricos, ya no se puede negar la existencia en el Magreb de varias lenguas, de una cultura plural y por lo tanto de una identidad que escapa por completo al cerco de las ideologías oficiales.

Esta identidad magrebí ha sido forjada por siglos de historia y es la capitalización de todos los aportes que han desembocado en lo que tal vez convendría llamar una cultura nacional del Magreb. El reconocimiento de tal identidad plural presupondría un poder democrático, abierto y tolerante capaz de admitir la diversidad. Pero este no es el caso puesto que los sitemas políticos, obsesionados por la idea de que sólo una idea ya absoleta de unidad podría mantenerlos, defienden a capa y espada una cultura y una lengua oficiales, es decir, una identidad oficial y por tanto artificial y esencialemente discriminatoria. Para hacer posible esta situación, los gobiernos que se han sucedido desde las independencias formales han tenido que falsificar la historia, única manera de convencer e imponer su dominio.

En este sentido, la historia reciente de Argelia en particular y de todo el Magreb en general, es una sucesión dramática de tentativas de desculturización y de despersonalización. Esto ha degenerado en extremismos que no auguran un futuro claro y estable para la región. Todo ello unido a la gravísima crisis económica, social y política, hace que la situación sea delicada y carente de expectativas a corto y medio plazo. La explatación ideológica con el fin de fundamentar los Estados surgidos de las luchas de liberación en una arabidad ficticia y un Islam ficticio ha marginado la compleja realidad cultural de los pueblos que no pueden sentirse identificados con los discursos oficiales y buscan alternativas.

En lo que nos concierne ahora, el problema bereber, que es el que plantea la cuestión de la identidad de los pueblos que habitan el Norte de África, es un tema, como ya hemos señalado, con una historia ambigua y compleja. El interés por lo bereber no casualmente aparece en las estrategias coloniales, que si bien paracticaron hacia él, como hacia todo lo indígena, un auténtico desprecio, no dudaron en hacer de él un motivo de enfrentamiento entre las poblaciones del Magreb creando un mito que les sirviera coyunturalmente. El antagonismo entre árabes y bereberes fue creado con tal fin y se apoyó interesadamente en referencias históricas. Los militantes berberistas más radicalizados que recogen en gran medida su material ideológico de las argumentaciones que se fabricaron entonces siguen insistiendo en el carácter fatal que tuvo para la región la invasión árabe. El doctor Mouloud Lounaouci, miembro de la Comisión Nacional del Movimiento Cultural Bereber escribió lo que sigue en la revista Amazigh (nº 3-4, abril-julio de 1994): “Pero, de todas las invasiones (que ha sufrido el Norte de África y que no han permitido a los bereberes imponer su manera de ser y de gobernar) la que tuvo más impacto fue la de los árabes. No se puede ocultar la larga e intensa resistencia (setenta años) e igualmente debe restablecerse una verdad histórica diciendo que la conquista árabe fue inicialmente una rapiña”. No obstante, en el mismo número de la revista Amazigh un entusiasta artículo firmado por la Asociación bereber Tanukri subraya el carácter autóctono del Islam norteafricano: “En el siglo VII, una parte de la población bereber se había adherido ya al Islam. Jamás hubo una conquista árabe de nuestro país. Meca y Medina, con un total exagerado de veinticinco mil habitantes entre los que no eran extraños los extrangeros, no pudieron conquistar el mundo”. En ambos casos, en el que los arabófonos son considerados por ello extrangeros, y en el otro en el que se busca la reconciliación de todos los bereberes, es fácil advertir las distintas orientaciones que va a seguir el movimiento bereber.

El mismo doctor Mouloud Lounaouci señala más adelante en su artículo que a pesar del triunfo del Islam los bereberes continuaron practicando sus propias lenguas y culturas, y así Ibn Tumart predicó su causa almorávide en bereber, el Corán fue traducido y la literatura en lengua autóctona conoció un despegue que aún no ha sido igualado. La verdadera arabización comenzaría más tarde, en el siglo XI con la llegada de los Banu Hilal. No obstante, siempre según el doctor Mouloud Lounaouci, el árabe quedaría acantonado en los escasos centros urbanos y nunca habrtía tenido lugar una larga y profunda arabización.
La colonización frances –y la española en el Rif- es el origen de una absoluta desestructuración social y económica con expropiaciones, secuestros y colegios indígenas, entrañando por consiguiente una política de desculturización. La apertura de escuelas no perseguía inicialmente la finalidad de instruir (no se permitía el acceso al principio a un cierto nivel) sino que su finalidad era la de instalar una cultura francesa cuyo objetivo era la autodespersonalización y la autoinfravaloración. Ello sembró el norte de África un extendido complejo de inferioridad ante los europeos. La civilización occidentas fue presentada como panacea inalcanzable. Esta política de desculturización llevada a cabo por las potencias coloniales que despreciaban o ignoraban del todo a las poblaciones autóctonas tuvo una contestación al principio dispersa y desorganizada que pronto dio nacimiento a los movimientos nacionales. Pero quizás ya era demasiado tarde. Las jóvenes generaciones que liderarían las luchas por la independencia ya habían sido desarraigadas y sus planteamientos fueron ajenos a las realidades sociales y culturales de las que habían sido separados.

Efectivamente, los movimientos nacionales que conseguirían la independencia fundaron los nuevos Estados en la premisa de lo arabo-islámico. De los movimientos nacionales serán eliminados todos los elementos que rehusen acatar la nueva ideología (como la llamada crisis berberistas de Argelia en 1949 y que entrañó la expulsión de Omar Imache). El partido del pueblo argelino impuso un modelo calcado del modelo jacobino francés: Opuso a la nación francesa la nación árabe, a la lengua francesa la lengua árabe y a la cristiandad opuso el Islam. No cabe junto a esto la lengua, la cultura y la identidad bereber, como tampoco tiene cabida el Islam popular. A esta negación la siguió una política activa de marginalización: supresión de la cátedra de bereber de la universidad de Argel, prohibición a los niños berberófonos de expresarse en su lengua en las escuelas, enseñanza dogmática de los contendios de la ideología oficial, negación de la berberidad juzgada como creación de los Padres Blancos. Si en esto podía tener parte de razón el Estado argelino, no es menos verdad que también la arabidad había sido un invento de los estrategas franceses e ingleses en oriente.

El Estado no se resistirá a la tentación de usar la fuerza: se arresta e incluso a veces se ejecuta a los ciudadanos que denuncian esta política que margina conscientemente a una gran parte de la población.

Esta política agresiva y violenta de opresión y exclusivismo practicada por los gobernantes (entre los que se encontraban berberófonos), lejos de conseguir que el pueblo acepte la cultura arabo-islámica justificará la cración de movimientos de contestación. Estos movimientos de contestación se van a sumar al trabajo colosal emprendido por el catedrático Mouloud Mammeri y ello conducirá a la toma de conciencia identitaria de parte de la juventud berberófona, principalmente kabil, gracias a los aportes de cantaautores como Idir y del teatro reivindicativo como el de Katib Yasin, Muhand o Yahia.

En Argelia, las reivindicaciones berberistas pronto se van a masificar. La gente pierde el miedo a hablar en bereber en público y la vestimenta tradicional kabil se convierte en símbolo de berberidad. A partir de 1979, los militantes de la causa bereber emprenden una intensa campaña de lucha y sensibilización. El momento culminante llegó en abril de 1980: la exigencia identitaria bereber será asumida entonces públicamente en el cuadro de la reivindicación de libertades democráticas.

Los acontecimientos de la Primavera Bereber tuvieron como consecuencia la internacionalización de la cuestión, obligando al poder a admitir el origen bereber de los argelinos. Parecía que las esperanzas estaban permitidas. Tras la liberación de veinticuatro detenidos en abril de 1980, se impuso la necesidad de una reflexión profunda que conducirá a la creación del Movimiento Cultural Bereber en agosto de 1980.

Ante la amplitud de un movimiento de masas preludio de una organización estructurada, el poder reacciona con arrestos y decisiones administrativas. Se votará una constitución cultural cuya característica principal es la negación de la berberidad. Se aplicará el artículo 120 del partido FLN (expartido único) para cerrar las puertas a los puestos de responsabilidad a los militantes de la causa bereber.

El Movimiento Cultural Bereber dará origen a una extensa red de asociaciones que reivindican la defensa de los derechos del hombre y denuncian la legitimidad del régimen.

Para acabar ya, la emergencia y pujanza de un Islam militante agrava considerablemente la situación en el Norte de África. Y también ese Islam se plantea cuestiones de identidad que hay que tener en cuenta. Lo común, por lo general, entre los musulmanes, pertenezcan a la etnia o a la nación a la que pertenezcan, es la de hacer preceder su identidad musulmana a la que les correspondería por cualquier otra consideración. El Islam está arraigado hasta esos extremos. Un ejemplo de ello lo tenemos en Melilla donde la población musulmana es berberófona. Tras los conflictos generados por las reivindicaciones de los musulmanes que exigían el reconocimiento de sus derechos en una ciudad en la que habían estado viviendo hasta entonces en una situación lamentable, y al acceder la mayoría de ellos a la nacionalidad española como consecuencia de las movilizaciones que habían tenido lugar, inmediatamente se puso en marcha una mentalidad que ve en ellos siempre a enemigos potenciales y por tanto había que desarticularlos.

El máximo temor era que los musulmanes apoyaran las pretensiones de Marruecos o bien que se decantaran hacia extremismos islámicos. Pronto las autoridades recordaron que la población musulmana era rifeña y pensaron en fomentar al bereber díscolo que jamás aceptaría la autoridad de un árabe. Cuál no fue la sorpresa cuando se descubrió que los habitantes de Melilla se dedicaban a aprovechar las ayudas oficiales para promocionar la enseñanza del árabe como fundamento para el entendimiento del Corán y se dedicaban a abrir mezquitas por todos los barrios. Varios artículos de la prensa local expresaba su disconformidad con la actuaciópn de los bereberes que debían haber respondido a la imagen tradicional sobre ellos y despotricar conrtra los árabes y el Islam ahora que tenían la oportunidad histórica de hacerlo.

El Islam, para los musulmanes, es un hecho vertebrador mucho más poderoso que cualquier otra pertenencia. Acéfalo y descentralizado, el Islam ha sabido convertirse en el esquelo que sostiene las manifestaciones culturales de los distintos pueblos a los que ha llegado. Y así, el bereber es ante todo musulmán y no duda en militar en movimientos islamistas.

Ahora bien, las corrientes islámicas adolecen de prejuicios heredados por la gran confusión creada por el colonialismo. El magrebí medio se encuentra constantemente en bifurcaciones en las que se le exige decisiones y adhesiones extrañas. El problema de la identidad en el norte de África no tiene una solución clara. Las elecciones no son fáciles. En la actualidad lo bereber es planteado al margen del Islam y el Islam al margen de lo bereber, y cada cual elige en función del valor específico que de a cada una de las dos facetas de su identidad. Lo berever, en los planteamientos de los intelectuales de la cuestión, es una opción por lo occidental y una actitud de rechazo a todo lo que se asocie con lo árabe y lo oriental, mientras que el Islam, también según los planteamientos más en boga y fuertemente impregandos por sus raíces en un Islam oriental y panárabe, es presentado como una afirmación de la tradición y un rechazo frontal a lo occidental. Sólo en pocos casos parece superarse esta dicotomía que marca el tono general de los debates. Sin embargo sólo su superación devolverá el sentido de sí mismos a los magrebíes en el marco de un respeto a la pluralidad dejando atrás definitivamente la etapa colonial que desestructuró completamente un mundo y lo condenó al exilio en su propia tierra y en su propia identidad.

Y ya por último, simplemente como observación a quienes estén interesados por estos temas, me queda por decir que los estudios berebers en general disfrutan de una gran interés en algunos países. El interés por el bereber no está concentrado únicamente en los países donde se habla sino que ha transpasado sus fronteras.

Acualmente hay a disposición de los estudiosos un abundante material bibliog´rafico, un material que abarca casi todos los ámbitos socioculturales y políticos y que ha venido saliendo a la luz gracias a la preocupación de varios centros y los esfuerzos colectivos y personales de algunos berberizantes. Hoy día existen varios centros académicos en distintas partes del mundo que han inaugurado departamenteos para el estudio del bereber. Podemos citar el caso de Estados Unidos, la Universidad de los Angeles (UCLA) donde se imparten clases de tashelhit y de los dialectos del Aurás u el Medio Atlas marroquí; lo mismo sucede en Ann Arbor en Michigan.

Elche y Ghadames Libia patrimonios de la humanidad


La cultura del oasis: Elche y Ghadames
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viernes 13 de junio de 2008
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Las declaraciones como Patrimonio de la Humanidad no son las únicas cosas que comparten Elche y la ciudad libia de Ghadames. Ambas nacieron de un modelo de gestión del agua que permitió su desarrollo
Ghadames, conocida como la “Joya del Desierto”, está situada en un oasis cerca de las fronteras de Túnez y de Argelia, a casi 600 kilómetros al sudoeste de Trípoli. Sus habitantes son tuareg, uno de los pueblos bereber. Tienen su propia escritura, tifinagh. Durante varios siglos fue un importante lugar de intercambio y descanso para las caravanas que circulaban entre el centro de África y la costa. Su palmeral ha sido el elemento fundamental para su supervivencia, y el dátil el alimento básico de su población. Allí, de la palmera se aprovecha todo, lo que ha generado una cultura que la emparenta con la ilicitana, desde la artesanía a la gastronomía. Es un destino turístico en expansión.
Elche y Ghadames aparecen citadas juntas en un estudio de Thomas F. Glick sobre los sistemas de riego en la Valencia medieval. El investigador norteamericano identificó en estas dos ciudades, separadas por miles de kilómetros, el mismo modelo de gestión del agua en unas zonas caracterizadas por su aridez severa. Incluso la misma figura encargada del reparto aparece en ambas ciudades. Es el alamí o sobresequier.
El hilo de la historia
En una época como la actual, en la que el debate sobre la gestión del agua acapara diariamente la actualidad, la historia nos enseña algunas lecciones sobre su importancia.
Entre los siglos VII y VIII d. C., la expansión del Islam propició una fusión revolucionaria de las técnicas agrícolas iranias, árabes y saharianas. Los grupos árabes y bereberes que se asentaron en la Península Ibérica a partir del 711 trajeron consigo nuevos cultivos y técnicas de regadío especialmente adaptadas a condiciones de severa aridez.
Aunque la palmera ya era conocida en la Ilici ibérica, la existencia del Palmeral se la debemos a los primeros habitantes musulmanes que fundaron la Elche actual. La ciudad fue concebida como un oasis artificial, y se creó una amplia red de acequias y huertos de palmeras siguiendo un modelo cuyo objetivo era conseguir el mayor aprovechamiento de un bien escaso como era el agua.
El esplendor del Islam clásico tuvo un fundamento primordial en la gestión racional del agua. La creación de grandes huertas permitió el crecimiento de pueblos y ciudades. En urbes como Valencia, el agua de las acequias regaba los campos, suministraba energía a los molinos hidráulicos, y alimentaba complejas redes de saneamiento, desconocidas en la Europa cristiana. Nuevas ciudades, como Basora y Bagdad en el Oriente Musulmán, o Murcia en su extremo occidental, nacieron merced al desarrollo de complejos sistemas de regadío en su entorno. En particular, dos grandes urbes del Islam occidental deben su prosperidad al establecimiento de grandes oasis artificiales: Marraquech, fundada en 1062 por el caudillo almorávide Yusuf Ibn Tashfin, y Elche, fundada hacia finales del siglo X por el califato de Córdoba. Ciudades hermanas que compartieron siglos de historia bajo soberanía almorávide y alhomade.

Muchos parques naturales de Israel fueron ciudades de Palestina

Muchos de los parques naturales de Israel fueron en su día poblados árabes arrasados hace 60 años en la "Nakba", un pasado trágico silenciado en los paneles informativos pero muy presente en la memoria de los refugiados palestinos.
EFE De los israelíes que la pasada semana llenaron de barbacoas esos espacios verdes para celebrar la creación de su Estado en 1948, muy pocos sabían que estaban sobre las ruinas de Amuka, Saraa o Jimzu, localidades palestinas destruidas en esa época. Según datos de la organización israelí Zojrot (Recuerdan, en hebreo), las ruinas de 86 de los 400 poblados árabes arrasados en la guerra de 1948, una tragedia que se recuerda hoy, descansan bajo parques del Fondo Nacional Judío (FNJ), una organización nacida en 1901 para comprar tierra para judíos en Palestina, entonces bajo el Imperio Otomano. Casi todos esos cotos tienen paneles informativos, pero sólo el quince por ciento de los carteles llama a los pueblos por su nombre árabe y en la mayoría de los folletos ni siquiera se menciona, según un estudio de la activista y geógrafa israelí Noga Kadman. Y en la mitad de casos en que los pueblos aparecen mencionados, se omite que sus habitantes eran árabes. "La práctica ausencia de signos simboliza la forma en que Israel niega la 'Nakba'. Ponerlos es un paso muy básico, pero supone un reconocimiento de la deuda moral por las injusticias cometidas en la creación del Estado judío", explica a Efe el director de Zojrot, Eitán Bronstein. Una de las escasas excepciones es el Parque Canadá, que se alza entre Jerusalén y Tel Aviv sobre las tumbas del cementerio musulmán de la desaparecida Amwas, así como de los restos de los poblados de Yalu y Beit Nuba. Hasta 2005, los paneles informativos del FNJ detallaban el pasado helenístico y romano del lugar, pero ni palabra de los años de presencia árabe. Zojrot acudió al Tribunal Supremo y el Fondo aceptó incluir en ese caso referencias al legado árabe, pero dos semanas después uno de los nuevos postes fue arrancado y el otro pintado con grafiti antes de acabar corriendo la misma suerte. A principios de año, el Fondo se comprometió verbalmente con la ONG a mencionar los pueblos enterrados bajo el césped y los árboles, pero luego dio marcha atrás, según la versión de Bronstein. Un portavoz del FNJ reconoce que se llegó a un "acuerdo de principios", pero que "sigue en negociación" porque la ONG quiere "escribir tantos detalles sobre los pueblos árabes como sobre los judíos" de la época bíblica. En cualquier caso, gran parte de los israelíes cree que las tierras que posee el FNJ -un trece por ciento del país- fueron compradas con el dinero recaudado entre judíos de todo el mundo moneda a moneda en unas huchas azules de hojalata convertidas en míticas. Sin embargo, más de la mitad de sus 2,5 millones de dunams (una medida terrestre que data del Imperio Otomano y equivale a 1.000 metros cuadrados) fueron dejadas atrás por los palestinos en los años de la guerra. El arquitecto del Estado de Israel, David Ben-Gurión, se las "vendió" a bajo precio al FNJ en 1949 -justo una semana después de la aprobación de la resolución 194 de Naciones Unidas que certificaba su derecho a retornar a sus hogares- y en 1950. "Ben Gurión logró así tres cosas: transferir la responsabilidad de las tierras abandonadas, poder decir que tenía las manos limpias respecto a la continuada confiscación de tierras y, tercero, establecer el acto político que cerraba el camino al retorno de los refugiados", señala el intelectual israelí Meron Benvenisti. El FNJ tiene, en cambio, en su haber el desarrollo de una vasta red de espacios naturales que ha convertido a Israel en el único país con más árboles a comienzos del siglo XXI que cien años atrás.

Theodor Herzl Y su plan de un Estado Israelí en 1897


Para una historia del conflicto árabe-israelí
La segunda Intifada Sofía AragnoObservatorio de Conflictos. Argentina, 29 de abril.
Según Alain Dieckhoff, el sionismo surge como una aspiración de dotar al pueblo judío de un marco nacional. Se origina como ideología de la pequeña burguesía, adquiriendo forma completa entre los años 1881 a 1917, en los ámbitos interno (el mundo judío), externo (el concierto de las naciones) y regional (Palestina).
Su impulso original lo marcan los trágicos acontecimientos que golpearon a la sociedad judía en el imperio zarista, a partir de 1880. El asesinato de Alejandro II, el 13 de marzo de 1881, abre una oleada de progroms que afectan muy duramente a los judíos rusos. Desde ese momento, muchos de ellos rompen con el zarismo, ligándose a los movimientos revolucionarios u optando por la emigración. La gran masa de expatriados se instalará en los Estados Unidos, pero una parte de ellos se dirigirá a Eretz Israel (la tierra de Israel), donde construirán pueblos que habrán de formar la base de una sociedad judía autónoma, cuya motivación era más nacional que religiosa. Pero en los albores del siglo XX, el balance era aún modesto; 6.000 personas, repartidas en una veintena de nuevas implantaciones, viven entonces en Palestina, entablando relativamente buenas relaciones con los árabes de la región.
El gran propagador de la idea de que la supervivencia de los judíos requería de la reconstrucción de una patria en Palestina fue Theodor Herzl. En apariencia, Theodor Herzl aspiraba a integrarse como periodista en Viena, ser reconocido como un auténtico escritor austríaco. Pero desde su juventud se había visto enfrentado al antisemitismo, y su estancia en París de 1891 a 1895 no hizo más que precipitar los acontecimientos. Allí fue testigo de la agitación antijudía alimentada, entre otras cosas, por el escándalo político-finaciero de Panamá. La degradación de Alfred Dreyfus acabó por destruir el sueño asimilacionista de Theodor Herzl y lo condujo a esta conclusión radical: la cuestión judía no puede resolverse más que colectivamente, mediante la construcción de un Estado.
En Der Judenstaat (El Estado de los judíos), verdadero manifiesto del sionismo político publicado en febrero de 1896, Theodor Herzl, tras haber comprobado la irreductibilidad del antisemitismo, propone crear dos organismos, instrumentos de realización del designio nacional judío. El primero, Society of Jews, será un poder político constituyente, encargado de obtener, con el apoyo de la comunidad internacional, una soberanía sobre un territorio determinado (en esa fecha, Theodor Herzl todavía no ha decidido entre Palestina y Argentina). El segundo, la Jewish Company, deberá trasladar el programa sionista a los hechos organizando la emigración de los judíos, procediendo a la compra de las tierras y dotando al nuevo estado de bases económicas y sociales sanas. En agosto de 1897 Theodor Herzl convoca en Basilea el primer congreso sionista: crea allí la Organización Sionista que se esforzará por obtener en Palestina un hogar nacional reconocido públicamente y garantizado jurídicamente.
Para llevar adelante este proyecto, Theodor Herzl necesitaba del apoyo europeo. Gran bretaña se convertirá en el gran aliado del sionismo, en un período en el cual enfrentaba una importante inmigración de judíos de Europa del Este, a los cuales había que desviarlos hacia otros destinos.
La nueva oleada de progroms en Rusia a partir de 1903 acelerará las negociaciones con los dirigentes británicos, preparando así el terreno para la declaración de Balfour (Ministro de Asuntos Exteriores de Gran Bretaña) del 2 de noviembre de 1917. Esta carta, dirigida a Lord Rothschild, declaraba que el gobierno británico contemplaba de forma favorable el establecimiento de un hogar nacional para el pueblo judío en Palestina.
Las razones de esta decisión tienen motivaciones que favorecían a Gran Bretaña. Por un lado, en ese año, en plena guerra mundial, se da el fracaso de las ofensivas aliadas y el abandono de Rusia en su participación en la guerra; y por otra parte, los intereses estratégicos de Gran Bretaña puestos en Oriente Medio en caso del posible desmembramiento del Imperio Otomano.
La declaración de Balfour no sólo confirma el Mandato confiado a Gran Bretaña el 24 de julio de 1922 sino también el punto de partida de las consolidación del sionismo como realidad estatal en Palestina, convirtiéndose así en un hecho político internacional y movimiento central en el mundo judío.
Pero Palestina, lugar donde debía erigirse la soberanía nacional judía estaba ya habitada por hombres de otra lengua, otra cultura y otra filiación religiosa, que se contraponían a la nacionalidad judía que pretendía establecer. De esta manera, los árabes que vivían en palestina iban a constituir desde un principio un obstáculo a la pretensión sionista de crear un Estado judío en virtud de su mera presencia física en el lugar, ya que no podían someterse voluntariamente a tal proyecto.
Uno de los primeros pasos llevados adelante para la fundación de un Estado judío, debía ser ocupar el territorio con judíos, pues sólo la colonización con hombres del grupo nacional garantizaba que el suelo de Palestina pudiera transformarse en un territorio israelí habitado por personas de nacionalidad judía.
En este sentido, la compra y colonización del suelo eran las condiciones para la creación del un Estado nacional judío en Palestina. Había que vincular al suelo colonos judíos en lugar de la población campesina árabe y, al mismo tiempo, había que impedir que ese suelo pudiera ser comprado nuevamente por los árabes. Esto se logró mediante el Keren Kayemeth Leisrael (KKL), organización sionista para la compra de tierras, que prohibía a los judíos la enajenación del suelo adquirido, ya que desde su adquisición esa tierra sería propiedad nacional, medida que todavía mantiene su validez jurídica en el actual Estado de Israel.
Pero para que el suelo palestino se convirtiera en territorio nacional judío eran necesarias otras medidas, como por ejemplo la vinculación real entre los otros colonos judíos y la tierra, es decir, garantizar la colonización con campesinos que trabajen ellos mismos la tierra. La prohibición de vender y el cultivo de la tierra tampoco bastaban para nacionalizar el suelo con vistas a la creación de un Estado judío mientras siguiera allí instalada una población árabe considerable. El incentivo económico del beneficio y la rentabilidad de la producción movería cada vez más a emplear una fuerza de trabajo barata. Ésta la constituía y constituye en Palestina o en Israel el trabajo asalariado árabe. La consecuencia de una explotación orientada al beneficio habría significado que los árabes, privados de sus tierras por la ocupación judía, habrían vuelto como jornaleros y deshecho así la pretendida estructura homogénea de la población judía en la correspondiente zona de colonización. Por tanto, a fin de evitar que las consecuencias del trabajo asalariado en la agricultura, que haría volver a los árabes al terruño, tuviesen efectos negativos en el proceso de creación del Estado nacional, el departamento de colonización de la organización sionista determinó que se prohibiera por principio el trabajo asalariado en las tierras del KKL. Más tarde, en el Estado de Israel, esta condición para el cultivo de las tierras del KKL y del denominado suelo estatal se convirtió en una norma casi constitucional, aunque ella se rompe una y otra vez por la presión económica en orden a la obtención de beneficios.
De esta manera, las medidas económicas llevadas adelante tuvieron como función crear un estado, en donde la compra de tierras y su cultivo tuvieron como finalidad vincular al judío al suelo en calidad de futuro ciudadano, limitando su movilidad y evitando el regreso de los árabes como jornaleros.
Los mismo, puede percibirse en el sector industrial. La Histadrut, Central Sindical Sionista, aceptaba solamente a trabajadores judíos, y presionaba a los empresarios judíos para que en lugar de los salarios más altos que estaban obligados a pagar, importasen más máquinas de las necesarias para no recurrir a la fuerza de trabajo árabe barata. La consecuencia de esta política laboral fue que los obreros judíos pasaron a constituir la mano de obra calificada. Esta evolución del mercado de trabajo desembocaría inevitablemente en que los conflictos nacionales provocarían conflictos sociales y viceversa.
Lo que perjudicó y finalmente destruyó el intento de los británicos de llevar a la práctica el Mandato fue la aparición del nacionalismo palestino. La violencia provocada por la hostilidad árabe hacia el sionismo, empezó a perfilarse en los disturbios de 1920, y casi acaba en una guerra civil en 1929. Cuando Gran Bretaña construyó Palestina, creó también el nacionalismo palestino. La identidad palestina se forjó por el miedo a la dominación judía derivado del Mandato.
Los palestinos, frente a esta situación, es decir, el mandato británico y el avance del sionismo, respondieron con una rebelión armada conocida como la Primera Intifada, que comienza en 1936 y culmina en 1939, cuando finalmente las fuerzas militares pudieron desarticular a los grupos guerrilleros. Pero muchos observadores no militares pensaban que en gran medida la rebelión se había extinguido a causa de las concesiones políticas realizadas en el Libro blanco de 1939, que ponía límites a la inmigración y prometía el autogobierno de la mayoría (o sea, de los árabes), en un plazo de 5 años.
Las acciones armadas entre ambos pueblos se retoman en 1947, cuando la O.N.U. toma la descabellada idea de dividir Palestina en dos países, uno árabe y otro judío, plan aceptado por éstos últimos.
Al comienzo de la guerra el Haganah, brazo militar del Partido Laborista Sionista, dirigido por David Ben Gurion, no creía posible ni necesario ocupar Jaffa, por aquel entonces la mayor ciudad árabe de Palestina, con una población de unos 7.000 habitantes. Esta ciudad había sido designada por las Naciones Unidas para formar parte del propuesto Estado árabe-palestino. Pero el Irgun y el Stern Gang, los dos pequeños grupos clandestinos encabezados por Menahem Begin y Yitzhak Shamir, lanzaron una ofensiva terrorista sobre la ciudad.
Hacia mediados de 1948 todos los habitantes árabes de Jaffa excepto 4.000 eran refugiados. La creación del Estado nacional judío tenía necesariamente que ir unido a la expulsión de los árabes palestinos. Esto lo tenía bien claro el pueblo palestino, que desde los comienzos de la colonización sionista, materializó su resistencia en congresos, resoluciones y acciones de protesta, y más tarde en la violencia armada. Al problema de la amplia minoría árabe había que buscarle una solución, ya que de cualquier modo que pudiera dividirse el territorio, siempre había una considerable minoría árabe en el área del Estado judío, y su superior tasa de natalidad suponía que constituirían una amenaza perpetua para la mayoría judía. En esta dirección, la idea de trasladar a los árabes del área del Estado judío al área del Estado árabe o a otros Estados árabes se consideró la clave para asegurar la estabilidad y la judeidad del propuesto Estado judío.
El 14 de mayo de 1948 se proclama el Estado de Israel, y el estado de guerra se profundiza. Frente a la información de la masacre llevada a cabo por el Irgun en Deir Yassin, donde unos cien palestinos en su mayoría no combatientes fueron asesinados, muchos huyeron a países árabes vecinos esperando que acabara la guerra y poder regresar victoriosos.
A pesar de la creación del Estado israelí, éste carecía de fronteras fijas, de un territorio definido, en una región que tiene un carácter marcadamente árabe. La minoría árabe de Israel forma parte de una mayoría regional que señala claramente el carácter minoritario de Israel como Estado judío en este entorno. Esto hace que dicha minoría sea cada vez más oprimida en Israel, opresión que se traduce directamente en discriminación, puesto que un Estado nacional como Israel no sólo acentúa su carácter judío como razón de ser en la conciencia de sus ciudadanos, sino que también debe garantizarlo con una política sionista práctica, es decir, con medidas legales y administrativas concretas.
Los privilegios constitucionales de los inmigrantes judíos y de la población judía como tal significan de por sí una discriminación a los ciudadanos árabes de Israel, y suponen un rechazo estructural del principio de igualdad ante la ley de los ciudadanos, tal como se presupone en una democracia burguesa. El trato diferencial se introduce mediante la contraposición entre la declaración de independencia, en la que se garantiza la igualdad de todos, cualquiera que sea su origen, religión y sexo y la "Ley de Retorno", que ha adquirido el rango de constitución. Por eso ha sido calificada con razón como el Derecho Sionista del Estado de Israel. El postulado de la igualdad incluido en la declaración de independencia pasa a segundo término tras el contenido preferencial de la "Ley de Retorno", válida solamente para los judíos. Tampoco serviría de nada mejorar las condiciones de vida de la población árabe de Israel con respecto a su situación social originaria, ya que no podría resistir la comparación con la superior posición de los ciudadanos judíos o con los medios a ellos destinados. Al contrario: cuando mejor sea la situación relativa de la población árabe, tanto más estará en condiciones de reconocer, por su educación y formación, la diferencia absoluta que la separa por principio de los judíos en el Estado sionista.
Hacia el final de la guerra de 1948, a medida que las tropas judías triunfaban sobre los ejércitos árabes combinados, Ben Gurion intentó reforzar la posición estratégica de Israel expandiendo y asegurando sus vulnerables fronteras, apoderándose de más territorios y expulsando a los palestinos antes de que un armisticio logrado con la intervención de las Naciones Unidas acabara con el conflicto. Las ciudades de Lydda y Ramle constituyen un ejemplo de ello. Tras la intervención y la terrible matanza, los palestinos sobrevivientes comenzaron a abandonar por propia voluntad o por la fuerza las ciudades para alejarse del área de conflicto. Lydda y Ramle, al igual que otras áreas evacuadas, fueron repobladas con inmigrantes judíos, quienes se instalaron en las casas árabes vacías.
En 1949 entre 600.00 y 760.000 refugiados palestinos habían huido o habían sido expulsados de Israel. Los líderes sionistas acogieron su éxodo como una buena noticia. Los refugiados palestinos se convirtieron así en una de las mayores consecuencias de la guerra de 1948.
En los campamentos y viviendas provisionales establecidos en las líneas de armisticio de 1948-49, los palestinos manifestaban su voluntad de volver. Esta voluntad no era solamente expresión de una obstinada afirmación nacional, tal como corresponde a la consciencia palestina y a la interpretación general. La obstinación nacional que se manifestaba en la reivindicación del retorno habría desaparecido pronto si la cuestión de los refugiados hubiera sido solamente una cuestión nacional y no también, y sobre todo, una cuestión social, un problema social, un problema social que otros Estados árabes no podían solucionar debido a las relaciones sociales existentes en ellos y, a decir verdad, tampoco podían solucionar aunque tuviesen la voluntad y la disposición política y subjetiva de hacerlo.
La inmensa mayoría de los refugiados árabes de Palestina de 1948 eran campesinos que con la conquista y ocupación sionista habían perdido sus tierras y, con ellas, la base de su existencia. La estructura social de las zonas árabes que rodean a Israel apenas se diferenciaban del entorno social del que procedían estas personas. Pero hay que tener en cuenta que la integración social de los refugiados a la agricultura, es decir en el ámbito vital al que estaban acostumbrados, tenía que verse dificultada tan pronto como esos países modernizasen su agricultura. Una agricultura basada en el cultivo intensivo, como la que se introdujo en Oriente Próximo a través de la reforma agraria y la mecanización en sentido progresista, disminuía las ya escasas oportunidades de integración de los refugiados. Es cierto que la reforma agraria condujo a una nivelación de los ingresos agrícolas, pero paso por alto totalmente los intereses de los refugiados, puesto que la mecanización de la agricultura, acelerada cada vez más tras la reforma agraria, liberaba continuamente mano de obra agrícola. A otro reparto del suelo se oponía, por un lado, la escasa productividad, resultado de una división de parcelas todavía más pequeñas. Por otro lado, es difícil imaginar que los propietarios tradicionales de las tierras de regímenes conservadores, hubieran renunciado por voluntad propia a la base económica de su poder. Lo que quedó de la estrategia integradora fue una oferta de puestos de trabajo en la industria. Semejante perspectiva de integración de los refugiados palestinos excedía, sin embargo, totalmente de las posibilidades que tenía entonces la región. Habría requerido una transformación revolucionaria cuyas proporciones habrían rebasado con mucho las de la cuestión global de Palestina.
Entre las filas de los refugiados palestinos que, en principio querían sencillamente volver a sus campos y a sus casas, surgió paulatinamente un movimiento nacional cuya meta consistía y consiste en la creación de un Estado nacional palestino. El paso del elemento social al nacional se refleja en los combates librados desde 1949 a lo largo de la sangrienta línea de armisticio del Estado de Israel, políticamente consolidado. Para imponerse como Estado nacional judío en Palestina, Israel tenía que marcar a fuego su frontera dentro de la anterior estructura social de toda Palestina. La Agencia de Socorro y trabajo de las Naciones Unidas (United Nation Relief and Works Agency, UNRWA), fue creada como una agencia provisional en 1949 por la Asamblea General de la O.N.U. para asistir a los refugiados palestinos hasta que fueran repatriados o recibieran una compensación. Proporciona servicios básicos tales como vivienda, atención sanitaria y educación. Los campos de refugiados de la UNRWA pronto se convirtieron en centros de nacionalismo palestino. Más tarde estos centros pasaron a ser bases de reclutamiento de la Organización para la Liberación Palestina (OLP), que alentaba la idea de Al Auda (retorno), así como de Al kifá al Musalá (la lucha armada).
Del mismo modo que las conversaciones de paz de Lausana entre Israel y los Estados árabes en 1949 fracasaron en el tema de la repatriación de los refugiados, también lo hicieron las futuras conversaciones de paz entre Israel y los representantes de los palestinos. El derecho al retorno está contemplado en la Carta Nacional Palestina, y los refugiados han rechazado incluso la ayuda de la O.N.U. para los proyectos de desarrollo económico a largo plazo en Jordania, Siria, Líbano y los territorios ocupados, porque supone un asentamiento permanente, minando así el concepto de retorno.
Los refugiados palestinos en los Estados árabes viven en malísimas condiciones, no sólo materiales sino también psicológicas. Los campamentos de refugiados en Siria son mantenidos por la UNRWA; ésta no cobra alquileres y proporciona servicios sociales gratuitos, incluyendo atención médica y escuelas primarias y secundarias que son mucho mejores que las del sistema sirio, de titularidad estatal. Viven en casas de una o dos habitaciones, construidas con ladrillos y cemento, que se amontonan a lo largo de caminos sin asfaltar, generalmente en las afueras de las ciudades. Los palestinos en Siria no tienen ningún derecho político, no se les concede pasaporte sirio y se les prohibe tener propiedades, excepto una casa por familia. Además, tienen prohibido portar armas en los campamentos. Las escuelas de la UNRWA, podría decirse que son centros de un fuerte sentimiento anti-israelí, en donde tanto profesores como alumnos son palestinos, imposibilitando así la tarea de no politizar la educación.
En Jordania, los refugiados palestinos han tenido derecho a la ciudadanía jordana desde 1952, pero nunca se han integrado psicológicamente. La mayoría de los campos de refugiados se asemejan a otros pueblos superpoblados y pobres de Oriente Medio. A pesar de las dificultades con las que lidian los refugiados, tal como sucede en Siria, muy pocos abandonan voluntariamente los campamentos, debido a los diversos subsidios, asistencia médica y clínicas dentales gratuitas, escolaridad, programas suplementarios de alimentación para niños y madres lactantes y la vivienda exenta de alquiler proporcionada por la UNRWA. Sin desmerecer la ayuda de esta última organización, es necesario remarcar que las condiciones en las que viven los palestinos refugiados son muy malas. Al igual que en Siria, a los niños se los educa como refugiados, manteniendo vivo el nacionalismo palestino.
Este nacionalismo extendido en los campamentos de refugiados, explica los motivos de la Infitada. Ésta comenzó en un campo de refugiados de Jabalya en Gaza el 9 de noviembre de 1897, cuando cuatro trabajadores árabes que volvían de su trabajo en Israel murieron en una colisión con un camión israelí. Miles de personas en duelo comenzaron una marcha hacia un campo de un ejército israelí, convencidos de que el accidente había sido deliberado (tres días antes un comerciante israelí había sido asesinado a puñaladas en Gaza y sus habitantes creían que el conductor del camión era un pariente del comerciante dispuesto a vengar su muerte). El ejército israelí disparó sobre los manifestantes. Cuatro palestinos murieron y la Franja de Gaza, una pequeña zona de tierra en la que se apiñan 650.000 habitantes, estalló en una lluvia de piedras, cócteles Molotov y neumáticos incendiados. La rebelión se extendió a los territorios de la Orilla Occidental del Jordán, donde, al igual que en la Franja, los campos de refugiados, y en particular las escuelas de la UNRWA, se convirtieron en la primera línea de la Infitada. Los niños han sido los principales combatientes y las principales víctimas de la Infitada.
La zona de Gaza ha estado sufriendo tensiones desde 1948, cuando 180.000 refugiados llegaron a la zona, anegando a los 160.000 residentes autóctonos. Los ataques de la guerrilla palestina desde Gaza, que fue ocupada por Egipto en 1948, fueron la causa para la participación de Israel en la Guerra del Canal de Suez de 1956. Israel expulsó al ejército egipcio y ocupó la Franja durante aproximadamente cinco meses antes de que la administración Eisenhower la presionara para que la abandonara. Israel ocupó la Franja de nuevo durante la Guerra de los Seis Días de junio de 1967. Casi inmediatamente, la OLP convirtió Gaza en una base con un sinfín de búnkers y refugios subterráneos, desde donde libraba una guerra de guerrillas. Se trajo al general Ariel Sharon para aplastar la sublevación. Éste hizo abrir espacios entre los campamentos densamente poblados para que los jeeps del ejército pudieran patrullar con seguridad por las calzadas. Los refugiados, cuyas casas habían sido destruidas por Sharon fueron trasladados a la fuerza a barracones abandonados de las fuerzas de la O.N.U. cercanos a la frontera con Egipto. Básicamente el plan de Sharon consistía en deshacerse de todos los campos de refugiados palestinos.
El Centro Palestino de Derechos Humanos de Gaza (CPDH), es una organización palestina establecida en Gaza desde 1995 por un grupo de abogados y activistas de los derechos humanos palestinos con el fin de proteger los derechos individuales y colectivos de la población palestina y promover la creación y el desarrollo de instituciones democráticas palestinas. Además de su labor informativa y de investigación, el CPDH ofrece asistencia legal a los presos palestinos ante los tribunales tanto israelíes como de la Autoridad Palestina. También publica informes semanales acerca de las violaciones de derechos humanos en los Territorios Ocupados (TTOO), cometidas por las fuerzas de ocupación israelíes y, periódicamente, informes específicos sobre las consecuencias económicas de los cierres decretados por Israel.
En mayo del 2001, el CPDH de Gaza ha presentado su informe anual correspondiente al año 2000 en el que se evalúa la situación de los derechos humanos en Palestina. El resultado de dicho informe constata un incremento de las violaciones cometidas por Israel contra la población palestina, especialmente a partir de setiembre del 2000 (inicio de la Infitada), si bien del contenido del mismo se infiere que las políticas de represión y violaciones de los derechos palestinos tanto individuales como colectivos constituyen una práctica sistemática por parte de Israel que es constitutiva de su naturaleza como poder militar ocupante. Asimismo, se concluye del informe que ha sido la realidad creada por los Acuerdos de Oslo que ha permitido a Israel intensificar su control sobre la población y los territorios palestinos durante el año 2000.
De acuerdo con las investigaciones, en docenas de incidentes en los que las fuerzas israelíes asesinaron a civiles palestinos, las vidas de los soldados israelíes no estuvieron expuestas a ningún peligro. Las acciones israelíes no se limitaron exclusivamente al fuego abierto indiscriminado sobre la población palestina o al uso de francotiradores o armas con silenciadores, sino que también se han empleado helicópteros de combate, cañones y tanques para bombardear las áreas residenciales palestinas. Las fuerzas de ocupación también atacaron al personal médico y a las ambulancias. Sumados a ellos, miembros de la prensa local e internacional han padecido también la violencia israelí, especialmente los fotógrafos y las cámaras de televisión, cuyas poderosas imágenes en medios audiovisuales atraen la atención internacional.
También constituyeron un objetivo para las fuerzas de ocupación israelíes las fuerzas de seguridad palestinas. A pesar del limitado número de enfrentamientos entre las fuerzas de seguridad palestinas o palestinos armados e israelíes, el CPDH ha documentado muchos incidentes durante los que las fuerzas de Israel han disparado al personal de la seguridad palestina cuando estas fuerzas estaban intentando controlar a los manifestantes palestinos, como cuando no se estaba produciendo ninguna movilización. En todos los casos, las fuerzas de ocupación israelíes han incumplido los acuerdos internacionales del derecho humanitario, no han distinguido entre población civil y objetivos militares, lo que ha causado una altísima tasa de muertes entre civiles palestinos.
En el último tercio del 2000, las fuerzas de ocupación han practicado intensivamente la destrucción y demolición de la propiedad inmueble y de las tierras palestinas. El ejército israelí arrasó miles de hectáreas de tierra agrícola palestina que constituye el recurso básico de su economía. Se han arrancado árboles frutales y destruido cientos de invernaderos, sistemas de irrigación, bienes e instalaciones y equipamientos agrícolas. También se han demolido viviendas palestinas y sus contenidos tras expulsar a sus habitantes, casi siempre sin previo aviso, así como fábricas, talleres y otras infraestructuras y servicios civiles.
Durante este período, han impuesto el bloqueo de los territorios ocupados. El cierre no se ha limitado solamente a la restricción de las transacciones comerciales sino también a la prohibición de que unos 50.000 trabajadores palestinos accediesen a sus trabajos en Israel. Cierres que incluyen las fronteras entre la Franja de Gaza e Israel así como el denominado "pasillo de seguridad", que fue abierto el 25 de octubre de 1999 para conectar la Franja con Cisjordania según lo estipulado en los Acuerdos de Oslo, para facilitar el movimiento entre ambas áreas palestinas. A ello hay que sumarle la expresa prohibición de movimiento entre Gaza y Cisjordania a través de Israel y las fronteras palestinas de Gaza con los países vecinos, y el cierre del Aeropuerto Internacional de Gaza.
Israel ha reforzado su presencia militar en los territorios ocupados, especialmente a las entradas de las ciudades palestinas, restringiendo el movimiento entre ellas, transformando los territorios ocupados en espacios aislados y desconectados, creando una situación sin precedentes desde el inicio de la ocupación israelí en 1967 y cuya ejecución se deriva de la nueva configuración territorial y administrativa que había creado la aplicación de los Acuerdos de Oslo.
El inicio de los enfrentamientos entre la población civil palestina y las fuerzas israelíes de ocupación es el resultado de los años continuos de opresión y persecución israelí al pueblo palestino, y de la constante negación de sus básicos derechos y libertades. Negación de su derecho de autodeterminación, del fin de la ocupación, del establecimiento de un Estado independiente con Jerusalén como su capital y del retorno de los refugiados palestinos a sus hogares, todas ellas legítimas demandas reconocidas internacionalmente que han sido reiteradamente negadas por Israel, incluso en el marco del proceso de paz. El surgimiento de los enfrentamientos debe ser observado como el resultado de las frustraciones de un proceso negociador de diez años, en el que los derechos humanos y el derecho internacional humanitario han quedado subyugados por la continua presión ejercida por EE.UU. y el continuo apoyo de este país a Israel y a sus prácticas opresoras contra el pueblo palestino.
De hecho, con anterioridad al estallido de la violencia en setiembre del 2000, la total falta de respeto a los derechos individuales y colectivos palestinos era evidente. Las fuerzas israelíes seguían confiscando tierras palestinas para facilitar la expansión de los asentamientos judíos ya existentes y para el establecimiento de nuevos asentamientos. Construyendo nuevas carreteras y vías de comunicación entre Israel, los asentamientos y los puestos militares de las fuerzas de ocupación. Y más de 1.600 presos palestinos estaban todavía encarcelados en prisiones del interior de Israel, expuestos a las prácticas de tortura y en condiciones que violan los mínimos derechos de los presos.
Israel también venía practicando la política de cierres de los territorios ocupados, imponiendo restricciones a la libertad de movimientos de civiles palestinos y bienes, estrangulando la economía local palestina. La acumulación de todas esas violaciones a los derechos palestinos fue lo que profundizó la crisis.
De esta manera, no es difícil entender que la población palestina está haciendo frente a una situación extrema de dificultad y penuria colectiva. El empobrecimiento masivo de la población se debe a la pérdida de ingresos de las familias (hasta un 73%), en relación directa con los cierres impuestos por Israel; la población palestina sigue sin poder acceder a sus lugares de trabajo (en Israel o en los territorios ocupados). En relación con estos hechos, cada vez es más claro que Israel sigue una estrategia de liquidación de la Autoridad Palestina y de expulsión de los palestinos de los territorios ocupados. Esta se realiza mediante la aplicación de castigos colectivos que resultan insoportables, como el perpetuo estado de sitio, con ciudades ocupadas, sometidas a múltiples controles que les impiden la circulación, la asistencia sanitaria o la utilización de los centros educativos. Tampoco pueden abastecerse con facilidad de alimentos y, con frecuencia, carecen de suministro de agua, controlada por el ejército de ocupación. Es decir, lo que se puso en marcha en 1998, y que conoció una aceleración vertiginosa a partir del 2000, no es otra cosa que la aniquilación de las posibilidades de funcionamiento de una sociedad en los territorios ocupados, que representan el 22% de la Palestina histórica.
Los distintos ministerios y oficinas de la Autoridad palestina en Ramala, capital administrativa de la Autonomía Palestina, han sido barridos a conciencia por las fuerzas de ocupación israelíes. Desde el Ministerio de Economía al de Educación; desde el de Sanidad al de Información, no ha habido despacho que no haya sido invadido, saqueado y destruido. En ese saqueo tiene especial gravedad el de los archivos de propiedades, basados muchos de ellos en las escrituras del período otomano y que eran los únicos títulos válidos de propiedad de la tierra. La desaparición de esos documentos supone que muchos palestinos no podrán demostrar en el futuro sus derechos sobre esas propiedades, tanto en el territorio de lo que hoy es Israel y que les fueron confiscadas hace décadas como en la actual Cisjordania ocupada. De esta forma, al gobierno israelí le será más sencillo confiscar las tierras para ampliar los asentamientos sin que los palestinos puedan probar documentalmente que son los legítimos propietarios.
El armamento bélico utilizado por Israel para perpetuar sus ataques es proveniente de, o financiado por, los EE.UU. . Pero la ayuda no es completamente desinteresada: gran parte del dinero que Israel recibe de EE.UU. vuelve a ese país para la adquisición de armamento (Israel es uno de los más importantes importadores de armas procedentes de Norteamérica). La industria bélica estadounidense tiene interés en que el gobierno aumente, siempre con el dinero de los contribuyentes, la ayuda a Israel, su preciado cliente.
Desde 1976 Israel ha sido el principal receptor de la ayuda exterior estadounidense. De acuerdo con el reporte del Servicio de Investigación del Congreso de Estados Unidos de noviembre del 2001, la ayuda estadounidense a Israel en el pasado medio siglo llegó a la suma gigantesca de 81.3 mil millones de dólares. En años recientes, Israel sigue siendo el principal receptor de la asistencia militar y económica de su aliado. El dato más comúnmente citado es de 3 mil millones de dólares al año, de los cuales 1.8 mil millones anuales son donaciones de fondos dentro del rubro Financiamiento Militar Externo (FME) del Departamento de Defensa, y 1.200 millones anuales del rubro Fondos de Apoyo Económico del Departamento de Estado. En síntesis, 17% de toda la ayuda exterior norteamericana se destina a Israel. Estados Unidos también regala armamento y municiones como parte del programa Exceso en Artículos de Defensa (EAD), entregándolos sin costo alguno. Entre 1994 y 2001, proveyó la mayor parte de armas a Israel mediante este programa.
En síntesis, años de guerra, muerte, desesperación y opresión de un pueblo, pueden entenderse como el "gran negocio" de un estado, que tras el disfraz de defensor de los derechos humanos y libertades del hombre, sigue creando víctimas en todo el mundo, para que las tasas de ganancias de un capitalismo salvaje y opresor no decaigan y para el mantenimiento de un sistema dominación mundial.
Bibliografía
- DIECKHOFF, Alan, "Las tres luchas del sionismo", en Revista "Debats", N° 33, setiembre de1990. - DINER, Dan, "Israel: el problema del Estado nacional y el conflicto del Oriente Próximo", en Problemas mundiales entre los dos bloques de poder, Siglo XXI, México, 1985.- FRIEDMAN, Robert, "Los refugiados palestinos", en Revista "Debats", N° 33, setiembre de 1990.- http://www.lainsignia.org/palestina
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Dirección de la Foto y Biográfia de Theodor Herzl

Los Shía y los kurdos dos comunidades en medio de la discusión sobre federalismo en Irak


Por una Federación Árabe–Kurda en Irak
por CEPRID
Introducción del traductor del árabe al español, Assaf Kfoury
El presente artículo escrito por Fawwaz Traboulsi, apareció en el idioma árabe en el semanario Mulhaq al-Nahar al-Thaqafi, Suplemento Literario del diario al-Nahar, de Beirut, el 6 de noviembre de 2005. No se había traducido antes y se ofrece aquí por su relevancia en el desarrollo político de Irak.
El artículo se escribió originalmente, como parte de una serie de piezas por diferentes comentaristas sobre “las consecuencias del federalismo Iraquí en el mundo árabe”, tan solo algunas semanas luego del referéndum del 15 de octubre, en el que se aprobara la nueva constitución iraquí, o mejor dicho, una versión incompleta de la constitución.
Como explico en otro artículo, la lucha por la constitución iraquí todavía se está dando, y el artículo de Traboulsi no es ahora menos pertinente de lo que lo fue al momento del referéndum del 2005. Ahora las posiciones de los diferentes partidos de Irak, se han polarizado más que nunca en estos últimos 2 años. Dos de los temas más beligerantes que están por decidirse en el documento de la constitución, son la naturaleza del federalismo de Irak y la disposición de los recursos naturales del país. Trabulsi trata estos dos temas.
Uno de los llamados de advertencia que hace Traboulsi al pueblo iraquí, tiene que ver con el carácter sectario del borrador de la constitución. La crítica de Traboulsi posee una fuerza adicional, y es que escribe como historiador del Medio Oriente moderno; además, ha sido testigo presencial de los repetidos estragos que produjo por casi un siglo, el sistema de gobierno basado en sectas o confesión religiosa, que hay en el Líbano. – Assaf Kfoury).
El CEPRID lo publica en aras del interés de una postura investigativa y para aventurar el debate, muchas veces simplista, de lo que ocurre en Irak. Eso no significa que el CEPRID asuma su contenido.
Antes de discutir los efectos potenciales que habría en el mundo árabe, de establecerse una federación Iraquí, debemos examinar el federalismo en Irak desde sí mismo. Y debemos hacerlo aunque no se pueda hacer una evaluación final y detallada del borrador propuesto como constitución iraquí, ya que todavía es un documento de trabajo que se sigue modificando y ajustando. Si vamos a examinar la idea de federalismo en Irak, y los problemas potenciales, de ser puesto en práctica, sería bueno comenzar por el anteproyecto como tal, donde se propone al pueblo iraquí, una forma específica de federalismo iraquí.
Cualquier discusión sobre federalismo en Irak, debe tomar en cuenta dos características importantes de la situación actual. La primera característica, es que la ocupación americana no solo logró un cambio de régimen, no sólo puso final al régimen Baazista liderado por Saddam Hussein, sino que demolió completamente el estado Iraquí, eliminando la infraestructura del estado anterior y de alguna manera queriendo reconstruirlo completamente desde cero: las instituciones legislativas y judiciales, el ejército, los ministerios, el servicio civil y toda la administración pública. Y no sólo demolió el estado anterior y sus instituciones, que fueron el objetivo militar directo, sino que tuvo un efecto dislocador en toda la sociedad Iraquí.
Lo que más nos preocupa aquí son los cambios irreversibles que han experimentado como resultado de esto, las tres principales comunidades Iraquíes en sus relaciones entre sí. Actualmente el pueblo Iraquí enfrenta un punto decisivo crucial en su historia colectiva: por un lado, la mayoría del pueblo iraquí rechaza volver a un gobierno central autoritario, cuyos remanentes no están en condiciones de unificar la sociedad Iraquí, ni a la fuerza ni de ninguna otra manera. Por otro lado, somos testigos de un movimiento intenso entre las partes que constituyen la sociedad Iraquí, cuyo resultado está por determinarse – en formas de nuevo elementos de dominación o control, o balance o liderazgo. Las características más importantes de este movimiento en curso son:
Las dos comunidades que sufrieron de mayor discriminación y privaciones bajo el régimen Baazista (los Shía y los kurdos), están ejerciendo ahora una nueva asertividad, pero en diferentes formas que frecuentemente tienen objetivos distintos, no se entienden. Frecuentemente, los líderes Shía reflejan en sus pronunciamientos, que la comunidad Shía está luchando por imponer el principio de que gobierne la mayoría en un sistema político que todavía está en construcción. Mientras que por el contrario, como lo indica la posición de sus líderez, la comunidad kurda está tratando de maximizar los beneficios de su auto autonomía y a la vez preservar su posición en el gobierno central, contra los antecedentes de una opinión pública Kurda que favorece fuertemente la secesión – tema que retomaremos luego.
La comunidad Sunna está luchando por encontrar un nuevo lugar en el orden que emerge. Lo hace luego de largos años durante los cuales Saddam Hussein monopolizaba el poder en su nombre a expensas de su propia mayoría. Esta búsqueda por un nuevo lugar se manifiesta en diferentes formas. Algunos grupos Sunna que adoptan varias ideologías nacionalistas están comprometidos en una insurgencia armada con el propósito declarado de reestablecer un estado Iraquí centralizado, de una forma u otra, en el que puedan volver a ganar sus privilegios. Otros grupos Sunna, que han rechazado la insurgencia armada, pero que la han usado como una moneda de cambio, están compitiendo por una mejor posición dentro del sistema político emergente. Y antes de olvidarnos, ¡Y cómo podríamos olvidarnos!, de la insurgencia armada que ha tolerado de manera periódica o incluso apoyado el tipo de violencia ejercida por Al-Qaeda en Mesopotamia, que apunta indiscriminadamente a civiles y proclama abiertamente que los Shías son apostatas y merecen la muerte.
Por último, pero no menos importante, están los distintos movimientos y fuerzas sociales, incluyendo el movimiento de trabajadores y el de mujeres, que luchan por encontrar una posición y un papel que jugar en el sistema político que aún está en construcción. Lo hacen ante un sistema político que está dando cada vez más prioridad a los derechos comunales, sobre los individuales, y sacrificando cada vez más los intereses socio – económicos para apaciguar las demandas religiosas y regionales.
Viendo los puntos precedentes, no podemos acentuar la importancia de la coyuntura actual en la historia de Irak – es un momento en el que se están reconstruyendo las instituciones estadales de Irak, se está remodelando completamente su sociedad, y se están reconsiderando las bases de su existencia como una sola entidad.
Entonces, ¿cómo es que esperamos que Irak cambie de un estado centralizado a una federación? No tiene sentido decir que los estados en su desarrollo histórico han tendido a ir de federaciones perdidas o confederaciones, a estados centralizados. En el caso de Irak, podría ser que suceda lo contrario, y que eso resulte ser lo mejor para reunificar la sociedad a través de la reconstrucción de las instituciones públicas y estadales de forma distinta. Reunificar la sociedad Iraquí no es lo mismo que reestablecer un estado unitario centralizado; más bien, si la sociedad iraquí se reunifica de manera voluntaria, podría ser probablemente el producto de una forma de gobierno que delega autoridad, permite a todos los componentes de la sociedad ejercer sus derechos de autogobierno, y distribuye de manera equitativa los recursos nacionales y los servicios públicos.
La segunda característica importante de la situación actual en Irak, en lo que respecta al tema de federalismo, es el crecimiento de la corriente Kurda de una completa secesión, algo a lo que ya me referí antes. Una aplastante mayoría del pueblo Kurdo expresó este sentimiento una vez más en una encuesta conducida al margen de la elección parlamentaria más reciente. ¿Acaso este deseo de separación existía entre los kurdos antes de la invasión americana?, ¿Y podían los kurdos expresar este sentimiento de manera abierta justo después de la invasión?, ¿O es este sentimiento secesionista el producto de eventos específicos y de la historia?... De hecho, una serie de factores ha contribuido a este cambio de los kurdos, a lo largo de muchos años, de una demanda de autogobierno en Kurdistán dentro de un Irak democrático, al llamado a una completa separación.
La mayor parte de la evidencia disponible indica que el cambio de la población Kurda hacia la secesión, empezó durante el último período del régimen Baazista, y específicamente, desde la llamada campaña de Anfal, de 1988 al 89. Durante esta campaña, las regiones kurdas estaban expuestas a genocidios, limpieza étnica, destrucción de cientos de aldeas, arabización forzada, migración forzada de miles o más bien cientos de miles de habitantes. En otras palabras, el movimiento por la secesión kurda creció como reacción a las políticas tiránicas, nacionalistas – chauvinistas extremas, aplicadas por el gobierno central para tratar la cuestión de los kurdos.
Vale agregar que el movimiento kurdo pro secesión se fue gestando durante los años de autogobierno en los años 90 y luego, cuando las regiones kurdas al norte de Irak estaban fuera del control de Bagdad y aisladas de las regiones del sur de mayoría árabe que permanecían bajo el régimen Baazista.
Claro que la existencia de una corriente separatista dominante entre los kurdos actualmente, no significa a priori, que no pueda desvanecerse como resultado de circunstancias futuras, ni tampoco significa que la secesión kurda está destinada a darse independientemente de las circunstancias. Muchos factores internos y externos militan contra una secesión completa. En particular, muchos de los líderes y partidos kurdos continúan buscando una solución dentro de los límites de una sola entidad Iraquí, mientras que la secesión completa bajo las condiciones actuales, socavaría los intereses económicos de las regiones kurdas, así como sus relaciones exteriores.
Como estoy hablando de secesión, debería indicar que yo apoyo completamente el derecho del pueblo kurdo de su autodeterminación nacional, incluyendo su derecho a separarse completamente y formar un estado independiente. Pero mi apoyo a este derecho no es neutral, y no veo contradicción alguna en ser parcial con respecto a otra alternativa: Como ciudadano árabe, también estoy a favor de que a la final, la decisión de los kurdos de Irak, sea la de permanecer dentro del mundo árabe, como una afirmación de que este mundo árabe puede estar abierto a las distintas comunidades étnicas, regionales y religiosas – en todas sus diversidades y multiplicidades – en un contexto de coexistencia y cooperación que nos enriquecen a todos.
Basado en esto, entiendo que la propuesta de un Irak federal sea por un sistema de gobierno que garantice a la minoría kurda todos sus derechos legítimos: ejercer su autogobierno, usar su propia lengua, preservar y desarrollar su propio patrimonio, y recibir su parte justa de la riqueza y el presupuesto nacional – en el contexto de un Irak unificado, como alternativa a la opción de una completa separación.
Dicho esto, esta visión de una federación árabe – kurda en Irak es problemática y está cargada de dificultades. Mientras que provee una respuesta a parte del problema, genera otros problemas. Cualquier sistema federal, sea en Irak o en cualquier otra parte, se erige sobre la supuesta existencia de dos o más regiones autónomas o semi-autónomas. En la situación actual de Irak, existe solamente una región autónoma al norte kurdo, que consta de tres provincias, en las que ya se ejerce un autogobierno, a través de la creación de un gobierno regional, un parlamento regional, una administración regional, y fuerzas armadas regionales. Ante esta única región autónoma, hay: (1) un gobierno central que refleja un giro en la fórmula de repartición del poder* entre una comunidad étnica (kurda) y comunidades religiosas (árabes), y (2) 15 provincias en el resto del país con una gran mayoría de árabes.
La cuestión es: ¿Entre quiénes y quiénes se dará esta propuesta de federación iraquí? En el proyecto de la constitución se da una respuesta mediocre, que estipula que cualquier provincia (o grupo de provincias) puede convertirse en una región federal separada. Por ejemplo, uno de los puntos del plan de federación, establece que la separación de una región debe ser aprobada por la mayoría de electores por plebiscito. En el sistema federal propuesto en el anteproyecto de constitución, el poder y la representación se dividirán entre 4 niveles distintos: (1) la capital Bagdad y las áreas metropolitanas circundantes con su propia especial organización ejecutiva y administrativa; (2) las regiones, cada una constituida por una o más provincias que eligen formar una unidad federal de autogobierno; (3) las provincias, administradas en conjunto por las autoridades federales y de la provincia; y (4) lo que el anteproyecto llama (la administración local), responsable por los asuntos de las minorías religiosas (Cristianos, Yazedis, Mandi Sabeos) y pequeñas minorías étnicas (de Turkmenistán y Armenia). No hay que tener mucha capacidad imaginativa para prever una situación de confusión y conflicto cuando este sistema se ponga a prueba, principalmente porque la población de Bagdad y las áreas circundantes, que representa más de un quinto del total de Irak, es una mezcla de todas las comunidades étnicas y religiosas.
La única explicación creíble para la adopción de este problemático sistema es que la comisión responsable del anteproyecto de constitución se niega a considerar un solo criterio definitorio para la federación, a saber, una división étnica entre árabes y kurdos. Esto es lamentable, porque la única significativa y efectiva federación, capaz de abarcar todas las diversidades y sectarias y religiosas de la sociedad iraquí, es una federación árabe – kurda, constituida por dos regiones autónomas: una que incluye todas las provincias de mayoría kurda, y otra que incluye todas las provincias de mayoría árabe. De esta manera, el poder y la representación se dividiría entre 2 niveles en lugar de 4 – con los primeros de estos dos niveles ya mencionados en el anteproyecto de la constitución: (1) una asamblea general de todos los delegados electos por la totalidad de la población Iraquí, con un delegado por cada 100mil votantes; y esta asamblea elige al jefe de estado y un consejo de ministros; (2) las instituciones regionales en cada una de las dos regiones autónomas. (Según entiendo, durante las discusiones del anteproyecto de constitución, hubo un planteamiento similar de una federación entre dos regiones, una llamada kurdistán y otra Mesopotamia, pero no se le hizo seguimiento.)
Tal solución federal nos lleva directamente a cuestionar la identidad iraquí. ¿Es un país árabe?, ¿Es parte del mundo árabe? No cabe duda de que el panorama estadounidense de Irak ha sido el de dividir la sociedad iraquí en una comunidad étnica (kurda) y dos sectas islámicas (Sunna y Shía). El efecto ha sido el de disminuir el papel de la población árabe iraquí y su mayoría étnica. Esta ha sido la visión subyacente de la política estadounidense desde la Guerra del Golfo de 1990 al 91: la resolución de las zonas de tráfico aéreo restringido luego de 1991, la repartición y distribución de comida durante el programa de las Naciones Unidas de comida por petróleo, la representación del régimen iraquí como un régimen Sunna, etc… Esta ha sido la visión del lado de nuestro oponente – el poder imperial y los intereses que sirve.
Pero desde nuestro lado – el lado que apoya la liberación Iraquí – la cuestión crucial es: ¿Qué queremos?, ¿Adoptamos la visión de nuestro oponente o la confrontamos con una visión alternativa? Una que exprese realmente la voluntad del pueblo Iraquí.
Mi punto es que mucho del debate sobre la identidad árabe iraquí, se está dando en un contexto de símbolos e imágenes que ignora la realidad. Hay quienes han criticado una de las cláusulas del anteproyecto de constitución que establece que los “ciudadanos iraquíes árabes son parte de la nación árabe”, sin ninguna mención de que Irak es un país árabe o parte del mundo árabe, leen el borrador como despojando a Irak de su identidad árabe. Hay algo de validez en esta crítica, pero hay una omisión mucho más importante en el anteproyecto de la constitución: no trata a los habitantes iraquíes árabes como una étnia, y sólo los identifica según su identidad sectaria. De hecho, ¿Cuál es el beneficio de enmendar el anteproyecto de la constitución para incluir alguna suerte de cláusula que proclame a los iraquíes como parte del mundo árabe – sólo para complacer al Secretario General de la Liga Árabe – si el anteproyecto ni si quiera reconoce a los ciudadanos árabes iraquíes como una sola comunidad étnica y más bien los despoja de cualquier participación constitucional, como la del sistema político Iraquí?
Un comentario final para referirme a la distribución de ingresos por el sector de gas y petróleo. Este es un tema particularmente sensible en un sistema federal iraquí, que debe ser considerado en contra del historial presente y pasado, ya que siempre ha sido considerado como un elemento de división y discordia. Primero, reconocemos que el anteproyecto de constitución establezca explícitamente que los recursos de petróleo y gas son propiedad común de todo el pueblo iraquí, y que sus ingresos serán distribuidos proporcionalmente según la cantidad de población en cada región. También destina una parte especial para las partes del país que fueron privadas de los ingresos durante el anterior régimen Baazista. Hasta ahora, esto sólo tiene que ver con la propiedad y distribución de los ingresos. Pero para la administración de la producción de gas y petróleo, el anteproyecto plantea que sea en conjunto entre las autoridades federales y regionales, pero limitado a los campos que se están explotando actualmente. El anteproyecto no especifica nada sobre la administración de los campos que se descubran en el futuro, permitiendo la posibilidad de que estos estén controlados solamente por las autoridades regionales. Esta es una ambigüedad lamentable, un presagio de conflictos potencialmente divisionistas, especialmente porque se estima que las reservas petroleras iraquíes excedan mucho más el nivel de producción actual.
U ejemplo de estos problemas potencialmente divisionistas es la lucha actual por el control de la ciudad de Kirkuk en el norte de Irak. La demanda que hacen los kurdos de Kirkuk, el conflicto respecto a la composición étnica, y el debate de si debe ser o no parte de la región autónoma kurda, hace todo mucho más crítico, precisamente por la importancia que tiene esta ciudad para la industria petrolera. La insistencia unilateral de cualquier grupo, para controlar Kirkuk, socava el federalismo iraquí, y más aún, animan a quienes quieren establecer una región separada en el sur de Irak, a demandar los derechos de una propiedad similar en los campos petroleros del sur. Independientemente de lo que resulte de la situación y la locación geográfica de Kirkuk, dentro o fuera de la región autónoma de los kurdos, es importante que esta riqueza petrolera permanezca bajo el control y administración federal, representando la propiedad en conjunto de todo el pueblo iraquí.
Nota del traductor Assaf Kfoury: la fórmula de repartición del poder está “sesgada”, ya que no es una sociedad entre comunidades étnicas solamente, o entre comunidades religiosas, sino entre una comunidad étnica y dos comunidades religiosas, con esta última limitada a los árabes. Los kurdos son distintos en sus formas religiosas, al igual que los árabes. Hay un número significante de Sunnas y Shías (y otras denominaciones religiosas) no sólo entre árabes, sino entre kurdos y otras comunidades étnicas más pequeñas aún en Irak, como lo es Turkmenistán.

Dificil Situación afrontan Estados Unidos, Israel y sus aliados

Samir Amin
Afganistán, Iraq, Palestina, Irán, Siria, Líbano: los países que están en la línea del frente. Samir Amin repasa brevemente, con su habitual agudeza y profundidad de análisis, la difícil situación que afrontan todos ellos.
El proyecto de Estados Un i d o s, apoyado por sus aliados subalternos europeos (e israelíes en la región correspondiente), consiste en establecer su control militar sobre la totalidad del planeta. El "Medio Oriente" ha sido escogido, dentro de esta perspectiva, como región de "primer impacto", por cuatro razones: (I) contiene los recursos petrolíferos más abundantes del planeta, su control directo por parte de las fuerzas armadas de Estados Unidos concedería a Washington una posición privilegiada y pondría a sus aliados –Europa y Japón– y a sus rivales eventuales (como China) en una incómoda situación de dependencia en términos de aprovisionamiento energético; (II) está situado en el corazón del mundo antiguo y facilita el ejercicio de la amenaza militar permanente contra China, India y Rusia; (III) atraviesa por un momento de debilidad y confusión que permite al agresor asegurarse una fácil victoria, al menos a corto plazo; (IV) en esa zona Estados Unidos dispone de un aliado incondicional, Israel, poseedor de armas nucleares.
El despliegue de la agresión pone a los países y naciones situados en la línea del frente en una situación de destrucción (Palestina, Líbano, Iraq, Afganistán) o de amenaza ( Irán, Siria).
La agresión contra Líbano
La agresión israelí contra Líbano comenzada el 11 de julio de 2006 es una parte del plan que tiene Washington para la región entera. La captura de dos soldados israelíes en territorio libanés y la proposición de su intercambio por ciudadanos civiles libaneses secuestrados sobre suelo libanés es, por lo tanto, perfectamente legítima. Por parte de Israel, esa situación no constituye más que una falsa excusa para la agresión. El terreno para la agresión israelí ya venía preparado por la resolución de la ONU que exigía la evacuación del ejército sirio del territorio libanés y el "desarme" del Hezbollah, adoptada a continuación del asesinato de Rafia el Hariri, asunto muy oscuro cuyas responsabilidades verdaderas no se elucidaron. EEUU y Europa exigen la aplicación integral de esta resolución, pero no pusieron nunca la misma energía en exigir la aplicación de la resolución 242 por la cual se disponía que Israel evacuara los territorios ocupados de Palestina después de 1967. El mismo olvido se practicó respecto de la devolución de los territorios ilegalmente ocupados del Golán sirio. Respecto de estas resoluciones, se mira para otro lado. Dos pesas y dos medidas para todo. El doble Standard moral es evidente.
El objetivo norteamericano es el de colocar el conjunto entero de la región bajo control militar de Washington, eso sí, disimulando el objetivo real con discursos sobre la necesidad de llevarle la democracia. El otro objetivo es imponer un orden neoliberal como instrumento para el saqueo de la riqueza petrolífera de la región. Y, a su cuenta y riesgo, Washington se ha contagiado y abrazado las obsesiones sionistas: partir toda la región en micro estados basados cada una en su particular etnia y religión, ejerciendo Israel sobre el conjunto una especie de protectorado militar, al estilo de lo que hacen a escala del mundo los EEUU. La implementación de este plan se encuentra bastante avanzada: Palestina, Iraq y Afganistán fueron ocupados y destruidos. Líbano lo mismo. Siria e Irán están abiertamente amenazados. Pero el proyecto amenaza fracasar: la resistencia de los pueblos es creciente, el pueblo del Líbano ha dado una lección de unidad a todos los pueblos del mundo poniéndose todos juntos, unidos, detrás de los combatientes, desvaneciendo así las expectativas de Tel Aviv , de Washington, de la Unión Europea. La resistencia libanesa, con medios rudimentarios, ha plantado cara a un enemigo super armado gracias al puente aéreo establecido desde la base estadounidense de Diego García (ahí se encuentra la utilidad de las bases en el criminal proyecto mundial de Washington). Dado que la resistencia popular del sur del Líbano ha demostrado su eficacia, todos los esfuerzos de EEUU y de Europa van a concentrarse en conseguir su desarme, para permitir que Israel pueda obtener una fácil victoria en su próxima agresión. Hoy, pues, más que nunca, es necesario defender el imprescriptible derecho de los pueblos a preparar su resistencia armada frente al agresor imperialista y sus agentes regionales.
Afganistán
Afganistán conoció el mejor momento de su historia moderna en la época de la llamada República "comunista", régimen de despotismo ilustrado moderno, con gran énfasis en la educación de los niños de ambos sexos, adversario del oscurantismo, y de este modo favorecedor de la creación de una base decisiva dentro de la sociedad. Su "reforma agraria" consistió esencialmente en una serie de medidas destinadas a reducir los poderes tiránicos de los jefes de tribus. El apoyo –al menos implícito– de la mayoría de los ciudadanos garantizaba el probable éxito de la evolución ya iniciada. La propaganda trasmitida tanto por los medios occidentales como por los medios del Islam político presentó esta experiencia como si se hubiera tratado de un "totalitarismo comunista y ateo" rechazado por el pueblo afgano. En realidad, el régimen, tal como el de Ataturk en su tiempo, estaba lejos de ser " impopular".
El hecho de que sus promotores se hayan autoproclamado comunistas en sus dos fracciones mayores (Khalq y Parcham) no es para nada sorprendente. El modelo de los logros alcanzados por los pueblos soviéticos de Asia Central (a pesar de todo lo que se pueda replicar al respecto y a pesar de las prácticas autocráticas del sistema) en comparación con los permanentes desastres sociales de la gestión imperialista británica en los países vecinos (la India y Pakistán) había llevado a que, tanto aquí como en muchos otros países de la región, los patriotas reconocieran la magnitud del obstáculo que constituía el imperialismo para todo intento de modernización. La solicitud de intervención que ciertas fracciones cursaron a los soviéticos a fin de deshacerse de los otros ciertamente ha pesado negativamente e hipotecado las posibilidades del proyecto nacional- popular- moderno.
Estados Unidos en particular y sus aliados de la tríada en general siempre han sido los obstinados adversarios de los partidarios en Afganistán de la modernización, fueran comunistas o no. Han sido ellos quienes han movilizado a las fuerzas oscurantistas del Islam político, (los talibanes propakistaníes) y a los señores de la guerra (los jefes de tribu que habían conseguido ser neutralizados con éxito por el régimen llamado "comunista"), los han entrenado y armado. Incluso luego de la retirada soviética, la resistencia del gobierno de Najibullah al asalto de las fuerzas oscurantistas probablemente no hubiese terminado en derrota si los pakistaníes no hubiesen salido en apoyo de los talibanes, estimulando el caos y la recuperación de su poder por parte de los señores de la guerra tribales.
Afganistán se encuentra devastado por la intervención militar de Estados Unidos y sus aliados y agentes, los islamistas en particular. No puede ser reconstruido bajo la dirección de estos actores, un poder apenas conciliado por el de un payaso sin raíces en el país, impulsado por la transnacional tejana que lo empleaba. Con la pretendida "democracia" en nombre de la cuál Washington, la OTAN y la ONU organizaron su intervención, lo que se busca es justificar la presencia, mejor dicho, la ocupación del país. Es una gran mentira desde el principio y ha devenido ahora en una grosera farsa. No existe más que una solución al problema afgano: que todas las fuerzas extra n j e ras abandonen el país y que todos los poderes sean obligados a no financiar y armar a sus "aliados". ¡A las buenas conciencias que plantean su temor de que el pueblo afgano tolere la dictadura de los talibanes (o de los jefes de guerra) respondería que la presencia extranjera fue y sigue siendo aquí el mejor sostén de esa dictadura! Y que el pueblo afgano marchaba en una dirección diferente –en potencia, la mejor posible–en la época en que "Occidente" se abstenía de entrometerse en sus asuntos. ¡Al despotismo ilustrado de los "comunistas" el civilizado Occidente ha preferido siempre el despotismo oscurantista, infinitamente menos peligroso para sus intereses!
Iraq
La diplomacia armada de Estados Unidos se planteó el objetivo de destruir literalmente a Iraq mucho antes de conseguir un pretexto, cuando la invasión de Kuwait en 1990, y luego después del 11 de septiembre, hecho manipulado para sus fines por Bush junior con un cinismo y una hipocresía estilo Goebbels ("Si una mentira se repite suficientemente, acaba por convertirse en verdad"). La razón es simple y no tiene nada que ver con el discurso que llama a la "liberación" del pueblo iraquí de la (real) sangrienta dictadura de Saddam Hussein. Iraq posee bajo su suelo una buena parte de los mejores recursos petroleros del planeta; para colmo, Iraq estaba a las puertas de formar los cuadros científicos y técnicos capaces, por su masa crítica, de mantener un proyecto nacional consistente. Este "peligro" debía ser eliminado por una "guerra preventiva", algo que Estados Unidos se ha adjudicado la prerrogativa de desatar cuándo y dónde decida, sin el menor respeto por el "derecho" internacional.
Más allá de esta muestra de evidencias obvias, quedan por considerar otras serias i n t e r rogantes: (I) ¿Por qué el plan de Washington pudo tan fácilmente dar la apariencia de un fulgurante éxito? (II) ¿ Cuál es la nueva situación a la que se enfrenta la nación iraquí? (III) ¿Cómo responden los diferentes componentes del pueblo iraquí a este desafío? (IV ) ¿ Qué soluciones pueden aportar las fuerzas democráticas y progresistas iraquíes, árabes e internacionales?
La derrota de Saddam Hussein era previsible. Frente a un enemigo cuya ventaja principal reside en la capacidad del ejercicio del genocidio por medio de impunes bombardeos aéreos (en espera del uso del nuclear), los pueblos sólo tienen una respuesta eficaz posible: desplegar su resistencia sobre su suelo invadido. Pues bien, el régimen de Saddam sededicó a aniquilar todos los medios de defensa al alcance de su pueblo mediante la destrucción sistemática de toda organización, de todos los partidos políticos (comenzando por el Partido Comunista) que son parte de la historia moderna de Ira q, incluyendo el propio Baas, uno de los actores principales de esta historia. Lo que debiera sorprender en estas condiciones no es que el "pueblo iraquí" haya permitido sin combatir la invasión de su país, ni ciertos comportamientos (como su aparente participación en las elecciones organizadas por los invasores o la explosión de luchas fraticidas entre kurdos, árabes sunitas y árabes chiítas) que parecen constituir indicios de una aceptación de la posibilidad de una derrota (en la cual Washington fundó sus cálculos), sino al contrario, que las resistencias sobre el terreno se refuerzan cada día que pasa (a pesar de todas las carencias de que dan muestra estas resistencias), que hayan logrado torpedear la instauración de un régimen de lacayos capaz de dar apariencias "de orden", de tal manera que quede demostrado el fracaso del proyecto de Washington.
El reconocimiento internacional de este gobierno fantoche por parte de las domesticadas Naciones Unidas no cambia la realidad; ésta no es ni legítima ni aceptable. Sin embargo, la ocupación militar extranjera crea una n u e va situación. La nación iraquí se encuentra realmente amenazada; el proyecto de Washington, incapaz de mantener su control sobre el país (y darse al pillaje de sus recursos petrolero s, lo que constituye su objetivo número uno) valiéndose de un gobierno de apariencia "nacional" como intermediario, no podría ser alcanzado sino destruyendo el país. Su división al menos en tres "Estados" (kurdo, árabe sunita y árabe chiíta) pudo haber sido desde el principio el objetivo de Washington en alianza con Israel (los archivos lo re velarán en un futuro). En el presente siempre es la "guerra civil" la carta que juega Washington para legitimar el mantenimiento de su ocupación.
La ocupación permanente fue –y sigue siendo– el objetivo: es este el único medio que tiene Washington para garantizar su control del petróleo. Ciertamente no se puede dar crédito alguno a las "declaraciones" de intenciones hechas por Washington, del tipo de "nosotros abandonaremos el país cuando el orden se restablezca". Recordemos que los británicos siempre dijeron sobre su ocupación de Egipto, donde se establecieron en el año 1882, que se trataba de algo "provisional" (¡pero duró hasta 1956!). Mientras tanto, cada día Estados Unidos destruye un poco más, por todos los medios, incluyendo los más criminales, el país, sus escuelas, sus industrias, sus capacidades científicas.
Las respuestas del pueblo iraquí al desafío no parecen –al menos por ahora– a la medida de la extrema gravedad de la circunstancia. Es lo mínimo que pudiéramos decir. ¿Cuáles son las causas? Los medios occidentales dominantes repiten hasta la saciedad que Iraq es un país "artificial" y que la dominación opresiva del régimen "sunita" de Saddam sobre los chiítas y los kurdos es el origen de la inevitable guerra (que sólo la prolongación de la ocupación extranjera permitirá tal vez erradicar). La "resistencia" estaría en ese caso limitada a algunas células islamistas pro Saddam del "triángulo" sunita. Difícilmente lograríamos juntar otras falacias en tal cantidad.
Después de la Primera Guerra Mundial, a la colonización británica le fue difícil enfrentar la resistencia del pueblo iraquí. En total consonancia con su tradición imperial los británicos fabricaron, a fin de mantener sus poderes, una monarquía importada y una clase de propietarios latifundistas, al igual que ofrecieron al Islam sunita una posición privilegiada. Pero a pesar de sus esfuerzos sistemáticos los británicos fracasaron. El Partido Comunista y el Partido Baasista constituyeron las principales fuerzas políticas organizadas que precisamente descarrilaron el poder de la monarquía "sunita" odiada por t o d o s, sunitas, chiítas y kurdos. La confrontación violenta entre ambas fuerzas, que ocuparon el centro de la escena entre 1958 y 1963, terminó con la victoria del partido Baas, celebrada con alivio por los poderes occidentales. El proyecto comunista tenía una posible evolución democrática, cosa muy difícil o casi nada en el caso del partido Baas. Partido nacionalista panárabico y unitario, en principio, admirador del modelo prusiano de construcción de la unidad alemana, convocador de la pequeña burguesía moderna laicizante, hostil a las expresiones oscurantistas de la religión, el Baas en el poder devino, según lo que era perfectamente previsible, una dictadura cuyo estatismo sólo era a medias antimperialista, en el sentido de que, según las coyunturas y las circunstancias, era posible llegar a un acuerdo entre las dos partes (el poder baasista en Iraq, y el imperialismo norteamericano dominante en la región). Tal "acuerdo" estimuló las ansias megalomaníacas del líder, que imaginó que Washington aceptaría ser su principal aliado en la región.
El apoyo de Washington a Bagdad (incluyendo el aprovisionamiento de armas químicas) durante la absurda y criminal guerra contra Irán entre 1980 y 1989 parecía dar credibilidad a ese cálculo. Saddam no imaginaba que Washington fingía, que la modernización de Iraq era inaceptable para el imperialismo, y que la decisión de destruir el país ya había sido tomada. Una vez caído en la trampa (que consistió en la luz verde dada a Saddam para la anexión de Kuwait, en realidad una provincia iraquí que los imperialistas británicos habían separado para hacerla una de sus colonias petroleras) Iraq estuvo sometido a diez años de sanciones con el objetivo de dejar al país exangüe, a fin de facilitar la gloriosa conquista por parte de las tropas de Estados Unidos.
Podemos acusar de todo a los regímenes sucesivos del Baas, incluso el de la última fase de su decadencia bajo la "dirección" de Saddam, salvo de haber estimulado el conflicto religioso entre sunitas y chiítas. ¿Quién es entonces responsable de las heridas sangrantes que hoy día oponen a las dos comunidades? Ciertamente nos entera remos un día de cómo la CIA (y sin duda el Mossad) organizaron muchas de estas masacres. Pero más allá de eso es cierto que el desierto político creado por el régimen de Saddam y su ejemplo en términos de métodos oportunistas carentes de principios "estimularon" a los candidatos en el poder a seguir el mismo camino, a menudo protegidos por el ocupante, a veces quizá ingenuos al extremo de creer que podían "servirse de éste". Los candidatos en cuestión, jefes "religiosos" (chiítas o sunitas), falsamente pertenecientes a una "nobleza" (paratribales), u " h o m b res de negocios" de notoria corrupción exportados por Estados Unidos, nunca tuvieron verdadero arraigo en el país; también puede decirse que los jefes religiosos respetados por los creyentes no habían tenido ninguna gestión política que pareciera aceptable para el pueblo iraquí. Sin el vacío creado por Saddam jamás se habrían pronunciado sus nombres. Frente a este nuevo "mundo político" fabricado por el imperialismo de la globalización liberal, ¿las otras fuerzas políticas, auténticamente populares y nacionales, eventualmente democráticas, tendrán los medios para reconstituirse?
Hubo un tiempo en que el Partido Comunista constituía el polo de la cristalización de lo mejor que la sociedad iraquí podía pro d u c i r. El Partido Comunista estaba implantado en todas las regiones del país y dominaba el mundo de los intelectuales, sobre todo los de origen chiíta, (¡opino que el chiísmo produce más que nada revolucionarios y líderes religiosos, y rara vez burócratas o compradores!). El Partido Comunista era auténticamente popular y antimperialista, poco inclinado a la demagogia, potencialmente democrático. ¿Está éste ahora llamado a desaparecer definitivamente de la historia, luego de la masacre de miles de sus mejores militantes por parte de las dictaduras baasistas, el colapso de la Unión Soviética (para el que este partido no estaba preparado), y la actitud de aquellos de sus intelectuales que creyeron aceptable regresar del exilio en las furgonetas de las tropas de Estados Unidos?
No es imposible, pero tampoco "inevitable".
El problema "kurdo" es un problema real, tanto en Iraq como en Irán y en Turquía. Aunque sobre este tema también debemos recordar que las potencias occidentales siempre han puesto en práctica con el mayor cinismo la regla de juzgar a conveniencia. Siempre fueron y serán dos pesas y dos medidas, según lo que en cada ocasión conviene al imperialismo. La represión de las peticiones kurdas jamás ha alcanzado en Iraq o en Irán el grado de violencia policial y militar, política y moral permanente que la practicada por los turcos. Ni Irán ni Iraq han llegado nunca a negar la propia existencia de los kurdos. Sin embargo, se le ha perdonado todo a Turquía, porque es miembro de la OTAN— ¡una organización de naciones democráticas, como nos recuerdan los medios de comunicación, de la que el eminente demócrata que fue Salazar se hizo uno de los miembros fundadores, lo mismo que los no menos incondicionales de la democracia, los coroneles griegos y los generales turcos!
Los frentes populares iraquíes constituidos alrededor del Partido Comunista y el Baas en los momentos más lúcidos de su historia como movimientos, cada vez que ejercían las responsabilidades de poder, encontraban un espacio de entendimiento con los principales partidos kurdo s, quienes además han sido siempre sus aliados.
De todos modos la propensión "antichiíta" y "antikurda" del régimen de Saddam es real: los bombardeos de la región de Basora por parte del ejército de Saddam luego de su derrota en Kuwait en 1990, el uso de gas contra los kurdos. Esta tendencia era una "respuesta" a las maniobras de la diplomacia armada de Washington, la cual había movilizado a los aprendices de brujo ávidos de aprovechar la oportunidad. No por ello dejó de tratarse de una maniobra criminal, por añadidura estúpida, porque el éxito de los llamamientos de Washington a la rebelión habían sido muy limitados. ¿Pero qué se puede esperar de un dictador como Saddam?
Los poderosos de Occidente, en tanto, dan una imagen de la resistencia a la ocupación extranjera, como " inesperada" en estas condiciones, como si "existiera de milagro". No es así el caso, la realidad elemental es simplemente que el pueblo iraquí en su conjunto (árabe y kurdo, sunita y chiíta) odia a los ocupantes y ha sido consciente de sus crímenes cotidianos (asesinatos, bombardeos, masacres, tort u ras). Debíamos entonces pensar en un Frente Unido de Resistencia Nacional (llámenlo como prefieran) que se proclame como tal, que haga manifiestos los nombres, la lista de organizaciones y los partidos involucrados, su programa común. Hasta hoy no hay tal, particularmente a causa de todas las razones que emanan de la destrucción del entramado social y político causada por la dictadura de Saddam y la de los ocupantes. Pero cualesquiera que sean los motivo s, esta debilidad constituye una carencia grave, que facilita las maniobras de división, estimula a los oportunistas y favorece la confusión en los objetivos de la liberación.
¿Quién vendrá a superar estas insuficiencias? Los comunistas debieran estar dispuestos a hacerlo. Sus militantes –presentes en el terreno– marcan su diferencia con respecto a aquellos "líderes" (¡los únicos que los medios de comunicación dominantes conocen!) que, sin saber sobre qué pie bailar, tratan de dar una apariencia de legitimidad a su "alineación" con el gobierno colaboracionista, ¡pretendiendo complementar por medio de la misma la acción de la resistencia armada! Pero muchas otras fuerzas políticas, dadas las circunstancias, podrían tomar iniciativas decisivas dirigidas a la formación de ese frente.
Queda el hecho de que, a pesar de sus "debilidades", la resistencia del pueblo iraquí ya ha hecho descarrilar (en lo político, si bien aún no en lo militar) el proyecto de Washington. Esto es precisamente lo que inquieta a los atlantistas de la Unión Europea, sus fieles aliados. Los asociados subalternos de Estados Unidos temen hoy una d e r rota de Washington, porque ésta fortalecería la capacidad de los pueblos del Sur para obligar al capital transnacional globalizado de la tríada imperialista a respetar los intereses de las naciones y los pueblos de Asia, África y América Latina.
La resistencia iraquí ha hecho propuestas que permitirían salir del punto muerto y ayudar a Estados Unidos a retirarse del avispero. Propone en efecto: (I) la constitución de una autoridad administra t i va de transición instaurada con el apoyo del Consejo de Seguridad; (II) el cese inmediato de las acciones de la Resistencia como asimismo las intervenciones militares y policiales de las tropas de ocupación; (III) la salida de todas las autoridades militares y civiles extranjeras en un plazo de 6 meses. Los detalles de estas propuestas aparecieron en la prestigiosa revista árabe Al Mustaqbal Al Arabi, publicada en Beirut, en enero de 2006.
El silencio absoluto que los medios de comunicación europeos imponen a la difusión del mensaje es, desde esta perspectiva, testimonio inequívoco de la solidaridad entre los socios imperialistas. Las fuerzas democráticas y progresistas de Europa tienen el deber de apartarse de esta política de la tríada imperialista y apoyar las proposiciones de la resistencia iraquí. Permitir que el pueblo iraquí afronte él solo a su adversario no es una opción aceptable: entraña la peligrosa idea de que nada se puede esperar de Occidente y de sus pueblos, y por lo tanto alienta algunas tendencias inaceptables –criminales, de hecho– en las prácticas de algunos movimientos de resistencia.
Mientras más fuerte haya sido el apoyo de las fuerzas democráticas de Europa y del mundo al pueblo iraquí, más pronto las tropas de ocupación abandonarán el país, mayores serán las posibilidades de un mejor porvenir para ese pueblo mártir. Mientras más dure la ocupación, más sombrío el futuro que sobre vendrá tras su inevitable fin.
Palestina
El pueblo palestino es, tras la declaración Balfour durante la Primera Guerra Mundial, víctima de un proyecto de colonización extranjera que le reserva la suerte de los "pieles rojas", y que lo mismo se reconoce, que se intenta ignorar. Este proyecto ha sido siempre apoyado Incondicionalmente por la potencia imperialista dominante en la región (antes Gran Bretaña, hoy día Estados Unidos) porque el Estado extranjero sionista presente en la zona no puede ser otra cosa que un instrumento incondicional de las intervenciones que se proponen la sumisión del Medio Oriente árabe a la dominación del capitalismo imperialista.
Esa situación es, para todos los pueblos de África y de Asia, de una absoluta evidencia De este modo, en los dos continentes, la afirmación y la defensa de los derechos del pueblo palestino nacen espontáneamente. Por el contrario, en Europa el "problema palestino" provoca divisiones, alentadas por las confusiones estimuladas mantenidas por la ideología sionista, multipresente a todo nivel en todos los medios de comunicación.
Como nunca, con el despliegue del proyecto americano del "Gran Medio Oriente" fueron abolidos los derechos del pueblo palestino. Mientras, la OLP había aceptado los planes de Oslo y de Madrid y la hoja de ruta diseñada por Washington. ¡Fue Israel quien rechazó abiertamente firmar, y puso en práctica un plan de expansión aún más ambicioso! La posición de la OLP se debilitó: se le puede hacer el justo reproche de haber creído ingenuamente en la sinceridad de sus adversarios. El apoyo brindado por las autoridades a su adversario islamista (Hamas) –en un primer momento, por lo menos–, el crecimiento de prácticas corruptas por parte de la administración palestina (la cual obviaron los suministra d o res de fondos –el Banco Mundial, la Unión Europea, las ONGs–, si es que éstos no son partes fundamentales de ellas) habrían de conducir –esto era previsible (y probablemente calculado y deseado)– a la victoria electoral de Ha m a s, pretexto adicional suplementario invocado de inmediato para justificar la incondicional alianza con las políticas de Israel ¡"cualesquiera que estas sean fueran"!
El proyecto colonial sionista siempre ha constituido una amenaza para Palestina y para los países árabes vecinos. Su s ambiciones de anexión del Sinaí egipcio y su anexión efectiva del Golán sirio son prueba de ello. En el proyecto del "Gran Medio Oriente" se le confiere un lugar especial a Israel, el monopolio regional de equipamiento militar nuclear, y a su papel de socio "pareja obligada" (con el pretexto falaz de que Israel dispondría de "capacidades tecnológicas", ¡algo de lo que carecerían todos los pueblos árabes y de lo que ningún pueblo árabe tiene la culpa! ¡Racismo obliga!
No es nuestra intención proponer aquí análisis concernientes a las complejas interacciones entre las luchas de resistencia a la expansión colonial sionista y los conflictos y opciones políticas en el Líbano y Siria. Los regímenes del partido Baas en Siria resistieron a su manera las exigencias de las potencias imperialistas e Israel. Que esta resistencia haya servido igualmente para legitimar ambiciones más discutibles (el control del Líbano) es otro asunto.
Siria además escogió cuidadosamente sus "aliados" entre los "menos peligrosos" en el Líbano. Se sabe que la resistencia a las incursiones israelíes al sur del Líbano (desvío de las aguas incluido) había sido organizada por el Partido Comunista libanés. Las fuerzas sirias, libanesas e iraníes cooperaron estrechamente para destruir esta "base peligrosa" y reemplazarla por las de Hezbollah. El asesinato de Rafic el Harriri –lejos aún de haber sido aclarado– evidentemente brindó a las potencias imperialistas (Estados Unidos a la cabeza, Francia detrás) la oportunidad de una intervención con un doble propósito: hacer que Damasco aceptara alinearse con el grupo de Estados árabes "clientelizados" (Egipto, Arabia Saudita) –o, en su defecto, eliminar los vestigios de poder baasista degenerado–, y eliminar los restos de la capacidad de resistencia a las incursiones israelíes (con la exigencia del "desarme" de Hezbollah).
La retórica "democrática" se invocará cada vez que se necesite para algo. En la actualidad, defender los derechos inalienables del pueblo palestino es el imperioso deber de todos los demócratas del mundo entero. Palestina está en el centro de los mayores conflictos de nuestros tiempos. Aceptar el plan israelí de la destrucción total de Palestina y de su pueblo equivaldría a negar a los pueblos su primer derecho: el derecho a existir. Acusar de "antisemitismo" a quienes se oponen al despliegue de ese proyecto es inaceptable.
Irán
No es nuestra intención desarrollar aquí los análisis que sugiere la "revolución islámica". Sea tal como ella misma se proclama y como la vemos a menudo en la esfera del Islam político, o según los "observadores extranjeros", es aviso y punto de partida de una evolución que al final debe abarcar a toda la región, de hecho, al conjunto del "mundo musulmán", rebautizado por la circunstancia " la umma" ("nación", ¿lo que nunca ha sido)? ¿O se trataba de un acontecimiento singular, particularmente porque es apropiado para la combinación de las interpretaciones del Islam chiíta y de la expresión del nacionalismo iraní?
Desde el punto de vista que nos interesa aquí sólo haré dos observaciones. La primera es que el régimen del Islam político en Irán no es por naturaleza incompatible con la integración del país en el sistema capitalista mundial como tal (los principios sobre los que se fundamenta el régimen encuentran su espacio en una visión de la gestión "liberal" de la economía). La segunda es que la nación iraní es una "nación fuerte", en otras palabras, una nación donde los mejores componentes, si no todos –clases populares y dirigentes– no aceptan la integración del país en posición de dominado dentro del sistema mundial. Se entiende perfectamente la contradicción entre esas dos dimensiones de la realidad iraní, y la segunda da cuenta de aquellas orientaciones de la política exterior de Teherán que muestran la voluntad de resistirse a los dictados extranjeros.
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