Los judíos del tiempo de Cristo no tenían mucho conocimiento científico de la medicina. El hecho se demuestra porque en su creencia de que las enfermedades eran causadas ya por el pecado del enfermo, o de sus parientes, y que venían en castigo por su pecado. Acerca del ciego, los discípulos preguntaron a Jesús: "¿Quién pecó, éste o sus padres, para que naciese ciego?" (Jn. 9:2). También se atribuían las enfermedades a los demonios. De allí que considerasen que la curación era el arrojamiento de estos espíritus malos. Entre ellos era el más pío, no el hombre más educado, quien tendría este poder. Jesús se refirió a esta práctica cuando los fariseos equivocadamente lo acusaron: "Y si yo por Beelzebub echo fuera los demonios, ¿vuestros hijos por quien los echan?" (Mat. 12:27). Estos hechos explican la falta de conocimiento médico de los judíos en aquellos días.
Marcos añade un hecho interesante en su relato cuando Cristo sanó a la mujer con el flujo de sangre. El dice que ella había sufrido muchas cosas de muchos médicos (Marc. 5:26). Un escritor cita el Talmud de Babilonia como autoridad por el hecho de que algunos de los mismos rabies se presentaban como médicos, y sin duda muchos remedios raros eran prescritos por ellos para una mujer con esta indisposición. Si un procedimiento no daba resultado para sanar la enfermedad, se sugería otro. Uno de éstos era el siguiente:
"Cavar siete hoyos, y quemar en ellos algunas ramas de parra que aún no tuviera cuatro años de edad. Entonces que la mujer, llevando una taza de vino en la mano, llegue hasta cada uno de los hoyo en sucesión, y se siente a un lado de él, y cada vez se le repitan las siguientes palabras: “Sé salva de tus enfermedades.”
Los relatos del Evangelio hablan de la presencia de una multitud de gente enferma en la tierra, y cómo eran traídos en gran número a Jesús para ser sanados.. "Y cuando fue la tarde... traían él todos los que tenían mal. . . Y toda la ciudad se juntó a la puerta y sano a muchos que estaban enfermos de diversas enfermedades” (Marc. 1:32-34). En los días que precedieron a la ocupación británica de la tierra, y antes que los judíos modernos tuvieran conocimiento médico suficiente para la curación de las enfermedades, la tierra de Israel estaba infestada de toda clase de gentes afligidas. Uno al viajar a través de la tierra escasamente podía sustraerse a los pordioseros ciegos, de los tullidos, leprosos, etc. Tal situación ha servido para ilustrar las condiciones bajo las cuales el ministro de Cristo se llevó al cabo tan efectivamente al solucionar las necesidades en los hogares donde había enfermos.
El Dr. Trumbull ha llamado la atención a una situación muy importante, que el descubrió en Oriente. El dice:
"Otro hecho que arroja luz sobre el trabajo de Jesús y sus discípulos en su ministerio de sanamiento, es la expectación universal, en Oriente, de la curación de enfermedades a través del poder supernatural de alguna persona reputada como representante de Dios. Así ahora, y así ha sido".
Una gran multitud de gente estaba tirada en derredor del tanque de Bethesda esperando que bajase un ángel a revolver las aguas para curarlas de sus enfermedades (Jn: 5:1.4). A un pordiosero ciego se le dio una naranja y una cáscara de pan, pero señaló a sus ojos sin vista, y pidió al Dr. Trumbull que curase su ceguera. El pensaba que este viajero era un representante de Dios y que él podía curarlo. Tal es la fe que existe en el Oriente, en los tiempos actuales. Esta fe universal en el poder divino de sanidad, en los tiempos mesiánicos, les dio a Jesús y sus apóstoles la oportunidad maravillosa para demostrar el poder sanador de un Dios compasivo.
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