Para los anales de la Historia
El mundo ha sido testigo de la histórica visita del Presidente George W. Bush a Israel, en la cual, luego de encuentros con los actores del conflicto palestino-israelí, reconoció que un acuerdo de paz requerirá de "penosas concesiones políticas". Sin embargo, Bush vaticina que este esperado acuerdo se logrará antes de que termine su presidencia. Un compromiso personal de cara a la historia.
Luego de años de conflicto, la problemática de Medio Oriente se ve imposible de solucionar, y más allá de gestiones de gobiernos o diplomacia internacional, la mayoría opina que todavía existe mucho espacio para seguir negociando. Por experiencia (en el gobierno del Presidente Cristiani brindé asistencia a la Comisión Interpartidaria en el proceso de las negociaciones de paz) considero que aunque percibamos en estos momentos que es difícil una solución al conflicto de Medio Oriente, el optimismo que ha generado esta visita de Bush podría catalizar el proceso y darnos sorpresas. Los tres ejes principales de la región: Iraq, Irán y el conflicto árabe-israelí, se beneficiarán de sentarse como adversarios en una mesa de negociación en la cual impere el diálogo y la razón.
Empecemos analizando la posición de Iraq. Si bien es cierto que el papel de Washington en ese país ha exacerbado los problemas, lo más probable es que Iraq enfrente más años de violencia sectaria antes de encontrar la estabilidad y la democracia. Con esa cruda realidad, EE.UU. y Gran Bretaña deben seguir ayudando como terceros poderosos y asumir la responsabilidad más grande en la solución del conflicto.
La lógica es similar en Irán. Las ambiciones de Teherán complican el ambiente, sobre todo la de hacerse de armas nucleares, lo que es totalmente inaceptable. Pero Irán tiene otros intereses que son legítimos, tanto nacionales como regionales. Su pueblo tiene objetivos genuinos, como son aspiraciones económicas y sociales, y es dentro de esos temas donde veo oportunidades que pueden comprometer a la nación iraní a elegir qué quiere para su futuro.
El compromiso por la paz hace sentido en el caso palestino-israelí. No será posible una solución a esta disputa hasta que los centros de gravedad de la opinión pública, tanto de Israel como de Palestina, guarden distancia con mucho tacto. Sobre todo por la animosidad en el tema de soberanía. Un alto y creciente número de israelíes y palestinos se encuentran exhaustos de la violencia y la desesperanza para su futuro.
Creo que un compromiso palestino significa un compromiso para Gaza y Hamas, ya que Fatah ha perdido credibilidad, aunque reconozca al Estado de Israel. Por su parte, si bien Hamas rehúsa reconocer al Estado de Israel como una precondición para las negociaciones, creemos que ante la perspectiva de formar un Estado palestino, Hamas va a reconocer que no puede haber un pacto hasta que la seguridad israelí obtenga la misma prioridad de la justicia que merece el pueblo palestino.
Asumir compromisos y dar concesiones será difícil para las partes, pero es preferible a seguir con la violencia y la desesperanza. La fuerza de la diplomacia se está imponiendo en este plan de paz para Medio Oriente. El momento es propicio para sentarse a negociar. Y en esta coyuntura sólo se me viene a la mente el gran Presidente Abraham Lincoln, quien al ser criticado por incorporar adversarios políticos en su Gabinete respondió: "¿Acaso no destruimos a nuestros enemigos cuando los hacemos nuestros amigos?" Una estrategia sabia cuando los conflictos aparentan ser irresolubles. Que Dios nos bendiga también con el don de la sabiduría que tuvo ese admirable Republicano.
El mundo ha sido testigo de la histórica visita del Presidente George W. Bush a Israel, en la cual, luego de encuentros con los actores del conflicto palestino-israelí, reconoció que un acuerdo de paz requerirá de "penosas concesiones políticas". Sin embargo, Bush vaticina que este esperado acuerdo se logrará antes de que termine su presidencia. Un compromiso personal de cara a la historia.
Luego de años de conflicto, la problemática de Medio Oriente se ve imposible de solucionar, y más allá de gestiones de gobiernos o diplomacia internacional, la mayoría opina que todavía existe mucho espacio para seguir negociando. Por experiencia (en el gobierno del Presidente Cristiani brindé asistencia a la Comisión Interpartidaria en el proceso de las negociaciones de paz) considero que aunque percibamos en estos momentos que es difícil una solución al conflicto de Medio Oriente, el optimismo que ha generado esta visita de Bush podría catalizar el proceso y darnos sorpresas. Los tres ejes principales de la región: Iraq, Irán y el conflicto árabe-israelí, se beneficiarán de sentarse como adversarios en una mesa de negociación en la cual impere el diálogo y la razón.
Empecemos analizando la posición de Iraq. Si bien es cierto que el papel de Washington en ese país ha exacerbado los problemas, lo más probable es que Iraq enfrente más años de violencia sectaria antes de encontrar la estabilidad y la democracia. Con esa cruda realidad, EE.UU. y Gran Bretaña deben seguir ayudando como terceros poderosos y asumir la responsabilidad más grande en la solución del conflicto.
La lógica es similar en Irán. Las ambiciones de Teherán complican el ambiente, sobre todo la de hacerse de armas nucleares, lo que es totalmente inaceptable. Pero Irán tiene otros intereses que son legítimos, tanto nacionales como regionales. Su pueblo tiene objetivos genuinos, como son aspiraciones económicas y sociales, y es dentro de esos temas donde veo oportunidades que pueden comprometer a la nación iraní a elegir qué quiere para su futuro.
El compromiso por la paz hace sentido en el caso palestino-israelí. No será posible una solución a esta disputa hasta que los centros de gravedad de la opinión pública, tanto de Israel como de Palestina, guarden distancia con mucho tacto. Sobre todo por la animosidad en el tema de soberanía. Un alto y creciente número de israelíes y palestinos se encuentran exhaustos de la violencia y la desesperanza para su futuro.
Creo que un compromiso palestino significa un compromiso para Gaza y Hamas, ya que Fatah ha perdido credibilidad, aunque reconozca al Estado de Israel. Por su parte, si bien Hamas rehúsa reconocer al Estado de Israel como una precondición para las negociaciones, creemos que ante la perspectiva de formar un Estado palestino, Hamas va a reconocer que no puede haber un pacto hasta que la seguridad israelí obtenga la misma prioridad de la justicia que merece el pueblo palestino.
Asumir compromisos y dar concesiones será difícil para las partes, pero es preferible a seguir con la violencia y la desesperanza. La fuerza de la diplomacia se está imponiendo en este plan de paz para Medio Oriente. El momento es propicio para sentarse a negociar. Y en esta coyuntura sólo se me viene a la mente el gran Presidente Abraham Lincoln, quien al ser criticado por incorporar adversarios políticos en su Gabinete respondió: "¿Acaso no destruimos a nuestros enemigos cuando los hacemos nuestros amigos?" Una estrategia sabia cuando los conflictos aparentan ser irresolubles. Que Dios nos bendiga también con el don de la sabiduría que tuvo ese admirable Republicano.
Ricardo Esmahan*
*Columnista de El Diario de Hoy. resmahan@hotmail.com
*Columnista de El Diario de Hoy. resmahan@hotmail.com
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