No debería sorprender la analogía entre los desfiles nazis y los desfiles de Hezbollah y el Hamás. Apelan a la hipnosis totalitaria de las masas y la exaltación del odio. Amenazan con sus armas y convocan a los niños. “La diferencia entre Israel y Occidente con nosotros –ha dicho el líder del Hezabollah- es que ellos aman la vida y nosotros la muerte”. Para que no haya equívocos, Nasrallah suele gritar: “¡Amo la muerte!” Las SS usaban trajes negros y calaveras, también amaban la muerte y consiguieron su objetivo: 50 millones de cadáveres en Europa, además de la ruina total de Alemania. El ayatollah Rafsanjani lo ha confirmado: “Con nuestra bomba atómica mataremos los 5 millones de judíos de Israel, y aunque Israel pueda enviarnos bombas de respuesta, sólo mataría 15 millones de iraníes, cifra despreciable ante a los 1.300 millones de musulmanes que somos en el mundo”.
Los ojitos de rata y sus patrones de la teocracia fundamentalista islámica quieren asesinar, porque es su ideal superior. Empiezan con los judíos y seguirán con el resto, como lo hicieron sus maestros del Tercer Reich
Por eso Khomeini mandó oleadas de niños iraníes a la muerte para desmoralizar a los tropas de Irak, por eso Hezbollah y Hamás lanzan sus cohetes desde zonas civiles, incluso escuelas y hospitales, para que la respuesta los asesine y puedan exhibirlos como prueba de la inclemencia israelí. Los cobardes organismos internacionales no han repudiado a Hezbollah y Hamás por el crimen de usar escudos humanos, lo cual puede tener consecuencias horribles. Los medios de comunicación tampoco han mostrado desde donde disparan y son cómplices, por lo tanto, de falsificar la información. Debemos recordar que este retroceso ante el salvajismo no lo hará entrar en razones, sino que lo excitará.
En los tiempos de la postmodernidad importa cada vez menos por dónde pasa lo bueno y por dónde lo malo. ¿Interesa, por ejemplo, que los jóvenes israelíes sueñen con ser inventores y científicos, mientras los jóvenes de Hezbollah y Hamás sueñen con ser mártires? No, no interesa. ¿Interesa que en Israel no se enseñe a odiar a los árabes, que constituyen el 20 por ciento de su población y viven mejor que en cualquier otro país árabe, mientras entre los árabes son best seller Los protocolos de Sión y Mein Kampf, y en la TV egipcia se haya difundido una serie vomitiva donde los judíos extraían la sangre de niños árabes para sus bárbaros rituales? Tampoco interesa. Lo único que interesa es que los árabes y palestinos parecen más débiles frente al poderío de Israel. La víctima es el débil, el poderoso el victimario, al margen de otras razones. De ahí que se permita cualquier cosa a los palestinos y otros árabes, y se condene cualquier respuesta de Israel.
Sin embargo, Israel es el país más vulnerable del planeta, rodeado por un mar de fundamentalistas, predicadores alucinados y dictadores que ansían barrerlo de mapa. Desde antes de su independencia fue acosado, no tanto por su carácter judío, sino por ser el afluente de la modernidad y el progreso, la democracia, el pluralismo, la tolerancia, la libertad de prensa, la justicia independiente, la alternancia del poder, los derechos humanos e individuales. Ganó premios Nobel en ciencias y literatura, inventó eficaces sistemas de irrigación, educó artistas eminentes, aportó descubrimientos a la biología.
Sobre todo, está cansado de guerra. Ya son varias las generaciones de estoicos ciudadanos que defienden el país con una mano y trabajan con la otra. Israel siempre quiso ser Atenas y la obligaron a ser Esparta. Pero la absurda postmodernidad no lo tiene en cuenta.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Sus aportes son importantes. Gracias