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El plan nazi de encerrar a todos los judíos mundo y exterminarlos como si fuesen cucarachas en base a un odio sedimentado durante siglos en Europa, casi tuvo un éxito total. En pocos años liquidó un tercio de ese pueblo gracias a la sistemática técnica industrial de la muerte. Ese plan recibió el apoyo del líder árabe de Palestina Haj Amin el-Husseini, gran mufti de Jerusalén. Este clérigo fanático, que espoleaba a destruir las comunidades judías porque importaban costumbres “degeneradas” como la igualdad de la mujer, la apertura de teatros y orquestas, la edición masiva de libros, los ideales de la democracia y el socialismo, se ofreció a colaborar con “la solución final”. Viajó a Berlín por un largo período y prometió erradicar cada judío de Palestina y sus alrededores “con los métodos científicos del Tercer Reich”. Planificó erigir otro Auschwitz en Nablus, sobre las colinas de Samaria. Su lema, difundido por radios nazis, fue: “Mata a los judíos dondequiera los encuentres, para agradar a Alá y la historia”. En sus Memorias confiesa: “Nuestra decisión fundamental era colaborar con Alemania para hacer desaparecer el último judío del mundo árabe. Yo pedí a Hitler que me ayudase en forma explícita a resolver esta cuestión en base a nuestras aspiraciones raciales con los métodos innovadores puestos en marcha por Alemania. El me dijo: “Esos judíos son suyos”. Yasser Arafat lo citaba como “nuestro héroe”.
Los refugiados
Debemos tenerlo en cuenta, porque este héroe fascista cometió un grave error contra su propio pueblo. No sólo se negó a aceptar la Partición decidida por las Naciones Unidas del 29 de noviembre de 1947 para el nacimiento de un Estado Arabe y uno Judío que viviesen lado a lado y en fraterna colaboración, sino que tuvo una “idea genial” al estallar la guerra de la Independencia de Israel contra el Mandato británico y seis ejércitos árabes decidieron invadir el territorio para aplastar al flamante Estado. Esa idea lo llevó a ordenar que sus hermanos abandonasen Palestina rápidamente para permitir que Siria, Irak, Líbano, Egipto, Arabia y Transjordania pudiesen empujar a los judíos, rápida y cómodamente al mar, donde serían ahogados. En los archivos del Foreign Office existen documentos sobre los judíos que detenían a columnas de fugitivos árabes palestinos y les pedían quedarse, porque la guerra no era contra ellos, pero estos pensaron que se trataba de una estrategia para usarlos de escudo y frenar el impulso de los invasores. Más de la mitad de los árabes que abandonaron sus hogares “por unas semanas”, como prometía el Mufti, no vieron a un solo soldado judío.
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