Para la geografía oficial israelí la aldea árabe de Dar el Hanún no existe, por eso no tiene siquiera electricidad. Pero sobre el terreno, un puñado de casas cobijan a un centenar de personas que luchan para que alguien escriba su nombre en el mapa. EFE Las torres de alta tensión pasan a menos de un kilómetro de esta localidad situada en la zona de Wadi Ara, al sur de la Galilea, y se ven desde las ventanas de la docena de casas que aquí se levantan, pero no dejan a su paso ni un sólo vatio. Tampoco hay en Dar el Hanún suministro público de agua, ni recogida de basura, ni reparto de correo, ni centro médico, ni escuela, ni carreteras asfaltadas, ni líneas telefónicas, ni, por supuesto, señalización de ningún tipo que indique que aquí vive gente. Y sin embargo, viven, y algunos de ellos lo hacen desde hace casi ochenta años. Dar el Hanún existe mucho antes de que se fundase el Estado de Israel. Sus tierras fueron compradas por sus habitantes durante el Mandato Británico y los documentos prueban que nació en 1925, pero la Administración israelí se niega a reconocerlo y asegura que no lo legalizará ya que por "motivos medioambientales" no puede autorizar "nuevas localidades" en la zona. Los argumentos medioambientales no han impedido, sin embargo, a Israel autorizar en los últimos años el establecimiento en esta misma zona de comunidades exclusivamente judías, como Mitzpé Ilán, que han sido legalizadas, y disponen de todos los servicios y derechos que se niegan a la población árabe-israelí de Dar El Hanún. "Yo nací aquí hace 52 años", explica señalando una vieja casa de piedra Mustafá Abu Hillal, un electricista que dirige la lucha legal desde el Comité Internacional por Dar El Hanún para que su pueblo sea reconocido. "Siempre hemos vivido aquí. Hasta los años setenta podíamos construir casas, pero luego se declaró la zona terreno agrícola y desde entonces se niegan a asumir que existimos", dice mientras muestra la aldea en una fotografía aérea que, asegura, data de 1949. Según él, la intención del Gobierno israelí es impedir que las comunidades árabes crezcan y se unan unas a otras, motivo por el cual incentivan la creación de comunidades judías en Wadi Ara, área con una importante población árabe que optó por quedarse en sus tierras tras el nacimiento de Israel en 1948. "Están haciendo no sólo pueblos, sino ciudades enteras judías a nuestro alrededor", asegura. Los habitantes de Dar el Hanún han pagado de sus propios bolsillos tuberías que les permiten obtener agua de un pozo privado y han instalado paneles solares para poder llevar una vida más o menos normal, pero ven cómo sus hijos se marchan de un pueblo condenado a marchitarse. Hace siete años, un grupo de voluntarios judíos y árabes se trasladó a la aldea para asfaltar la plaza y parte del pedregoso camino de entrada. Pero el sueño de parecerse un poco a un pueblo de hoy en día y no de los años veinte no ha durado mucho tiempo. Hace seis meses funcionarios públicos acompañados de una excavadora y un centenar de policías destruyeron la carretera, como si, por no existir oficialmente sus habitantes no tuvieran derecho a pisar asfalto sino sólo polvo y barro. "El caso de nuestro pueblo es una muestra más del brutal racismo que existe en Israel. No pueden tolerar que existamos", dice amargado Mustafá. Asegura que, "desafortunadamente", no se siente israelí después de haber pasado la mitad de su vida luchando contra su propio Estado y tener una orden de demolición permanente pendiendo sobre su hogar. "¿Cómo voy a reconocerles yo a ellos si ellos no me reconocen a mi?", se pregunta, y añade que los árabes aquí no son "ciudadanos de segunda, sino de tercera categoría". Esta situación no es excepcional, explica Uri Zackhem, activista israelí y miembro del Comité Internacional de Dar el Hanún. Hay muchos ejemplos como este: Wadi el Naam, donde viven 800 personas, Ein Hod, que recientemente fue reconocido, o Abde y Khirbet el Watan, en el Negev, indica. "Alrededor de 150.000 árabes-israelíes viven en pueblos no reconocidos por el Estado, la mayoría de ellos en localidades beduinas del Negev", asegura Zackhem, y añade que en Israel "todavía hay una política sistemática para expulsar a los árabes, pero como no les pueden echar lo que se hace es tratar de limitar los sitios donde pueden vivir". "Si los habitantes de Dar el Hanún fueran judíos, éste sería un pueblo próspero", sentencia.
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