Sociedad de África
La división política de África que hoy conocemos fue una invención europea, casi en su totalidad; la Conferencia de Berlín, celebrada entre 1884 y 1885, y las expediciones invasoras que consolidaron la repartición del continente, sentaron las bases de dicha división. Las nuevas fronteras políticas coloniales nos resultan incomprensibles en muchos casos, si no las estudiamos a la luz de la historia del imperialismo europeo y las resistencias africanas.
Las circunstancias demográficas de gran parte de África, particularmente la gran masa subsahariana, durante el siglo XIX. Y hasta 1918, también fueron resultado de su historia: Europa la encontró vaciada, es decir, parcialmente despoblada por la salida interrumpida durante siglos de sus habitantes, que eran enviados a otros continentes como esclavos. Esta población arrebatada al África Negra estaba compuesta por los mas jóvenes, los mejor preparados para asegurar la continuidad de la vida y para dedicar sus energías y talento a la producción y a la evolución de sus sociedades.
Las relaciones entre los hombre y la naturaleza también se transformaron con la introducción de las economías especializadas y comerciales, vinculadas estrechamente al mercado internacional: explotaciones agrícolas, ganaderas y mineras coloniales. Estas actividades y los nuevos sistemas de comunicación (fluviales, marítimos, ferrocarrileros, terrestres) condicionaron en lo sucesivo los asentamientos humanos y la aparición de pueblos y ciudades.
Sociedad de Asia
En una visión de conjunto, podemos distinguir dos grandes situaciones políticas a lo largo del siglo XIX.
una primera, caracterizada por la presencia de imperios y monarquías tradicionales, como en China, Japón y Vietnam, que compartían modelos confucianos de gobierno antes de la presencia de la Europa imperialista; también por la permanencia de monarquías de inspiración budista, como en Birmania, Siam, Laos y Camboya.
Una segunda situación estaba particularizada por la presencia colonial europea, que a principios del siglo se reducía a Gran Bretaña, Holanda y España, y que posteriormente se extendería a todas las regiones asiáticas con la participación de nuevas potencias colonialistas. Los puntos de arranque fueron India, Java, Sumatra y Filipinas. Al final del siglo existían nuevas fronteras políticas.
Durante gran parte del siglo XIX, Asia mantuvo su tradicional e intensa actividad comercial en el Mar de China, en el llamado “Mediterráneo Japonés”, a través de los archipiélagos malayo e indonesio y a lo largo de las costas de India, Birmania y Siam; también las rutas fluviales siguieron moviendo los intercambios entre las costas y el interior del continente: los ríos chinos e indochinos se constituían en testimonios de una economía activa.
Estas circunstancias se trastocaron cuando el imperialismo entro a disputar y a monopolizar el mercado e introdujo nuevos cultivos, nuevas técnicas y nuevas demandas que trascendían la vida asiática.
La división política de África que hoy conocemos fue una invención europea, casi en su totalidad; la Conferencia de Berlín, celebrada entre 1884 y 1885, y las expediciones invasoras que consolidaron la repartición del continente, sentaron las bases de dicha división. Las nuevas fronteras políticas coloniales nos resultan incomprensibles en muchos casos, si no las estudiamos a la luz de la historia del imperialismo europeo y las resistencias africanas.
Las circunstancias demográficas de gran parte de África, particularmente la gran masa subsahariana, durante el siglo XIX. Y hasta 1918, también fueron resultado de su historia: Europa la encontró vaciada, es decir, parcialmente despoblada por la salida interrumpida durante siglos de sus habitantes, que eran enviados a otros continentes como esclavos. Esta población arrebatada al África Negra estaba compuesta por los mas jóvenes, los mejor preparados para asegurar la continuidad de la vida y para dedicar sus energías y talento a la producción y a la evolución de sus sociedades.
Las relaciones entre los hombre y la naturaleza también se transformaron con la introducción de las economías especializadas y comerciales, vinculadas estrechamente al mercado internacional: explotaciones agrícolas, ganaderas y mineras coloniales. Estas actividades y los nuevos sistemas de comunicación (fluviales, marítimos, ferrocarrileros, terrestres) condicionaron en lo sucesivo los asentamientos humanos y la aparición de pueblos y ciudades.
Sociedad de Asia
En una visión de conjunto, podemos distinguir dos grandes situaciones políticas a lo largo del siglo XIX.
una primera, caracterizada por la presencia de imperios y monarquías tradicionales, como en China, Japón y Vietnam, que compartían modelos confucianos de gobierno antes de la presencia de la Europa imperialista; también por la permanencia de monarquías de inspiración budista, como en Birmania, Siam, Laos y Camboya.
Una segunda situación estaba particularizada por la presencia colonial europea, que a principios del siglo se reducía a Gran Bretaña, Holanda y España, y que posteriormente se extendería a todas las regiones asiáticas con la participación de nuevas potencias colonialistas. Los puntos de arranque fueron India, Java, Sumatra y Filipinas. Al final del siglo existían nuevas fronteras políticas.
Durante gran parte del siglo XIX, Asia mantuvo su tradicional e intensa actividad comercial en el Mar de China, en el llamado “Mediterráneo Japonés”, a través de los archipiélagos malayo e indonesio y a lo largo de las costas de India, Birmania y Siam; también las rutas fluviales siguieron moviendo los intercambios entre las costas y el interior del continente: los ríos chinos e indochinos se constituían en testimonios de una economía activa.
Estas circunstancias se trastocaron cuando el imperialismo entro a disputar y a monopolizar el mercado e introdujo nuevos cultivos, nuevas técnicas y nuevas demandas que trascendían la vida asiática.
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