Muchos de los parques naturales de Israel fueron en su día poblados árabes arrasados hace 60 años en la "Nakba", un pasado trágico silenciado en los paneles informativos pero muy presente en la memoria de los refugiados palestinos.
EFE De los israelíes que la pasada semana llenaron de barbacoas esos espacios verdes para celebrar la creación de su Estado en 1948, muy pocos sabían que estaban sobre las ruinas de Amuka, Saraa o Jimzu, localidades palestinas destruidas en esa época. Según datos de la organización israelí Zojrot (Recuerdan, en hebreo), las ruinas de 86 de los 400 poblados árabes arrasados en la guerra de 1948, una tragedia que se recuerda hoy, descansan bajo parques del Fondo Nacional Judío (FNJ), una organización nacida en 1901 para comprar tierra para judíos en Palestina, entonces bajo el Imperio Otomano. Casi todos esos cotos tienen paneles informativos, pero sólo el quince por ciento de los carteles llama a los pueblos por su nombre árabe y en la mayoría de los folletos ni siquiera se menciona, según un estudio de la activista y geógrafa israelí Noga Kadman. Y en la mitad de casos en que los pueblos aparecen mencionados, se omite que sus habitantes eran árabes. "La práctica ausencia de signos simboliza la forma en que Israel niega la 'Nakba'. Ponerlos es un paso muy básico, pero supone un reconocimiento de la deuda moral por las injusticias cometidas en la creación del Estado judío", explica a Efe el director de Zojrot, Eitán Bronstein. Una de las escasas excepciones es el Parque Canadá, que se alza entre Jerusalén y Tel Aviv sobre las tumbas del cementerio musulmán de la desaparecida Amwas, así como de los restos de los poblados de Yalu y Beit Nuba. Hasta 2005, los paneles informativos del FNJ detallaban el pasado helenístico y romano del lugar, pero ni palabra de los años de presencia árabe. Zojrot acudió al Tribunal Supremo y el Fondo aceptó incluir en ese caso referencias al legado árabe, pero dos semanas después uno de los nuevos postes fue arrancado y el otro pintado con grafiti antes de acabar corriendo la misma suerte. A principios de año, el Fondo se comprometió verbalmente con la ONG a mencionar los pueblos enterrados bajo el césped y los árboles, pero luego dio marcha atrás, según la versión de Bronstein. Un portavoz del FNJ reconoce que se llegó a un "acuerdo de principios", pero que "sigue en negociación" porque la ONG quiere "escribir tantos detalles sobre los pueblos árabes como sobre los judíos" de la época bíblica. En cualquier caso, gran parte de los israelíes cree que las tierras que posee el FNJ -un trece por ciento del país- fueron compradas con el dinero recaudado entre judíos de todo el mundo moneda a moneda en unas huchas azules de hojalata convertidas en míticas. Sin embargo, más de la mitad de sus 2,5 millones de dunams (una medida terrestre que data del Imperio Otomano y equivale a 1.000 metros cuadrados) fueron dejadas atrás por los palestinos en los años de la guerra. El arquitecto del Estado de Israel, David Ben-Gurión, se las "vendió" a bajo precio al FNJ en 1949 -justo una semana después de la aprobación de la resolución 194 de Naciones Unidas que certificaba su derecho a retornar a sus hogares- y en 1950. "Ben Gurión logró así tres cosas: transferir la responsabilidad de las tierras abandonadas, poder decir que tenía las manos limpias respecto a la continuada confiscación de tierras y, tercero, establecer el acto político que cerraba el camino al retorno de los refugiados", señala el intelectual israelí Meron Benvenisti. El FNJ tiene, en cambio, en su haber el desarrollo de una vasta red de espacios naturales que ha convertido a Israel en el único país con más árboles a comienzos del siglo XXI que cien años atrás.
EFE De los israelíes que la pasada semana llenaron de barbacoas esos espacios verdes para celebrar la creación de su Estado en 1948, muy pocos sabían que estaban sobre las ruinas de Amuka, Saraa o Jimzu, localidades palestinas destruidas en esa época. Según datos de la organización israelí Zojrot (Recuerdan, en hebreo), las ruinas de 86 de los 400 poblados árabes arrasados en la guerra de 1948, una tragedia que se recuerda hoy, descansan bajo parques del Fondo Nacional Judío (FNJ), una organización nacida en 1901 para comprar tierra para judíos en Palestina, entonces bajo el Imperio Otomano. Casi todos esos cotos tienen paneles informativos, pero sólo el quince por ciento de los carteles llama a los pueblos por su nombre árabe y en la mayoría de los folletos ni siquiera se menciona, según un estudio de la activista y geógrafa israelí Noga Kadman. Y en la mitad de casos en que los pueblos aparecen mencionados, se omite que sus habitantes eran árabes. "La práctica ausencia de signos simboliza la forma en que Israel niega la 'Nakba'. Ponerlos es un paso muy básico, pero supone un reconocimiento de la deuda moral por las injusticias cometidas en la creación del Estado judío", explica a Efe el director de Zojrot, Eitán Bronstein. Una de las escasas excepciones es el Parque Canadá, que se alza entre Jerusalén y Tel Aviv sobre las tumbas del cementerio musulmán de la desaparecida Amwas, así como de los restos de los poblados de Yalu y Beit Nuba. Hasta 2005, los paneles informativos del FNJ detallaban el pasado helenístico y romano del lugar, pero ni palabra de los años de presencia árabe. Zojrot acudió al Tribunal Supremo y el Fondo aceptó incluir en ese caso referencias al legado árabe, pero dos semanas después uno de los nuevos postes fue arrancado y el otro pintado con grafiti antes de acabar corriendo la misma suerte. A principios de año, el Fondo se comprometió verbalmente con la ONG a mencionar los pueblos enterrados bajo el césped y los árboles, pero luego dio marcha atrás, según la versión de Bronstein. Un portavoz del FNJ reconoce que se llegó a un "acuerdo de principios", pero que "sigue en negociación" porque la ONG quiere "escribir tantos detalles sobre los pueblos árabes como sobre los judíos" de la época bíblica. En cualquier caso, gran parte de los israelíes cree que las tierras que posee el FNJ -un trece por ciento del país- fueron compradas con el dinero recaudado entre judíos de todo el mundo moneda a moneda en unas huchas azules de hojalata convertidas en míticas. Sin embargo, más de la mitad de sus 2,5 millones de dunams (una medida terrestre que data del Imperio Otomano y equivale a 1.000 metros cuadrados) fueron dejadas atrás por los palestinos en los años de la guerra. El arquitecto del Estado de Israel, David Ben-Gurión, se las "vendió" a bajo precio al FNJ en 1949 -justo una semana después de la aprobación de la resolución 194 de Naciones Unidas que certificaba su derecho a retornar a sus hogares- y en 1950. "Ben Gurión logró así tres cosas: transferir la responsabilidad de las tierras abandonadas, poder decir que tenía las manos limpias respecto a la continuada confiscación de tierras y, tercero, establecer el acto político que cerraba el camino al retorno de los refugiados", señala el intelectual israelí Meron Benvenisti. El FNJ tiene, en cambio, en su haber el desarrollo de una vasta red de espacios naturales que ha convertido a Israel en el único país con más árboles a comienzos del siglo XXI que cien años atrás.
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