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La Palestina historica en su proceso por un Estado Libre


La Palestina histórica, como provincia del antiguo Imperio Otomano, comprendía los territorios que se extendían entre el Río Jordán y el Mar Mediterráneo. A finales del siglo XIX surgió el Movimiento Sionista, que tenía como gran objetivo la creación de un estado judío. En su congreso internacional de 1903 se establecía que tal estado debería situarse en Palestina (antes se habían planteado otros destinos, como Argentina), su cuna ancestral. Así comenzó, con el beneplácito de las principales potencias internacionales, la imparable migración de judíos al territorio palestino, comprando grandes cantidades de tierra a la originaria población árabe. Al finalizar la I Guerra Mundial (1914-1918), el Imperio Otomano se desmembró y Palestina quedó bajo el dominio británico, que debía administrar la zona por encargo de la Sociedad de Naciones. En los años siguientes, la estrategia de la compra de tierras aumentó a un ritmo imparable, produciendo una gran tensión entre la población palestina y el resto de países vecinos árabes. Cada vez fueron más habituales los levantamientos nacionalistas palestinos, sofocados por el ejército británico establecido en la zona. Finalmente, tras el fin de la II Guerra Mundial (1939-1945), en la que se produjo del Holocausto nazi de 6 millones de judíos (al que habría que sumar el cometido contra esa misma comunidad por parte del comunismo soviético), la recién creada ONU se planteó una compensación moral hacia el pueblo judío. Así, en 1947 estableció un ‘Plan de Partición para Palestina’, que comprendía en ese territorio común la creación de dos estados diferentes, uno judío y otro árabe, cada uno con su propio espacio geográfico. Puesto que la ciudad de Jerusalén era sagrada para las dos comunidades, se establecía para la capital un régimen especial, según el cual estaría bajo mandato internacional. Los ingleses, deseosos de abandonar la zona, apoyaron el Plan de la ONU. Sin embargo, los árabes se negaron a firmar el acuerdo (planteaban que los ingleses debían abandonar el territorio y que Palestina debía de constituirse en un estado independiente con todo su territorio) y la tensión entre las comunidades judía y palestina alcanzó un clima prebélico. En plena crisis, en mayo de 1948 los judíos auto fundaron el Estado de Israel y los ingleses abandonaron sus posiciones. Los palestinos no aceptaron tal hecho y con la ayuda de los países musulmanes colindantes (Egipto, Jordania, Líbano y Siria) invadieron Israel. Estalló así la primera guerra árabe-israelí (1948), en la que Israel obtuvo una contundente victoria. Así, tras la paz de 1949 los judíos acabaron haciéndose con más control territorial del que les había correspondido en la división de la ONU del año anterior (el 77% del total del territorio y el sector oeste de Jerusalén). Muchos árabes que vivían en la zona debieron marcharse de sus casas, iniciándose así la diáspora palestina. El problema de los refugiados es aún hoy uno de los grandes puntos de conflicto. Esta primera oleada de palestinos sin tierra (entre 400.000 y 700.000, según las fuentes) se asentó principalmente en Gaza y Cisjordania (incluido el sector este de Jerusalén). A grandes rasgos, este ‘statu quo’ se mantuvo hasta 1967. En 1956 marcó un punto de inflexión la crisis del Canal de Suez. Ello se debió a que el nuevo presidente egipcio, el nacionalista Nasser, nacionalizó el canal, que era administrado por una compañía de la que Gran Bretaña era su propietaria mayoritaria. Los ingleses pactaron con Francia e Israel un ataque conjunto a Egipto. Las tropas israelíes ocuparon la franja de Gaza y gran parte del desierto del Sinaí. A la semana, la fuerte presión internacional obligó a redactar un alto el fuego que ponía fin a una corta guerra. Franceses, ingleses e israelíes tuvieron que abandonar los terrenos tomados. En realidad, el único objetivo de Israel fue dejar muestra de su fuerza militar ante sus vecinos países árabes, que aún no le reconocían como estado. Más grave fue la segunda guerra árabe-israelí, de 1967, más conocida como la ‘Guerra de los Seis Días’. En 1964 se había creado la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), que favorecía la intervención de los países árabes en contra de Israel. El propio presidente egipcio, Nasser, simpatizante con la causa palestina, firmó una alianza militar con Jordania. Israel, temiendo un ataque conjunto, en junio lanzó una campaña preventiva contra ambos países, además de Siria, conquistando Gaza y el desierto del Sinaí a Egipto, Cisjordania a Jordania y los Altos del Golán a Siria. Como su nombre indica, fue una guerra corta, en la que en pleno contexto de la Guerra Fría, EEUU apoyó a Israel y la URSS a los países árabes, teniendo como resultado una victoria indudable de los israelíes, que incluso se hicieron con el control del conjunto de Jerusalén. Otros 500.000 árabes de la zona debieron abandonar sus casas y se unieron a los refugiados de 1948. Como había hecho anteriormente, Israel promovió el asentamiento de judíos en todos los territorios ocupados. Esta situación ha provocado uno de los principales puntos de fricción en las negociaciones de paz entre palestinos e israelíes. El siguiente conflicto se dio en 1973, conociéndose como la tercera guerra árabe-israelí o la ‘Guerra del Yom Kippur’, por iniciarse el 6 de octubre, día de festividad de los judíos, por la que éstos permanecen en absoluto descanso. Aprovechando esa circunstancia, los palestinos, junto a Egipto, Siria e Iraq, atacaron a Israel con el objetivo de recuperar todos los territorios perdidos. Sin embargo, a pesar de los iniciales éxitos militares, Israel se recompuso y aplastó las fuerzas árabes. Este hito marcó un antes y un después en el conflicto. Egipto pasó a aliarse con EEUU en vez de la URSS y firmó la paz con Israel. Jordania y Siria también perdieron sus ansias beligerantes respecto al estado israelí. Así, los palestinos se quedaron solos en su lucha y la OLP aumentó enormemente su influencia allí. En su seno, Yasser Arafat, que lideraba la facción ‘Fatah’, ya controlaba la organización de la OLP. Fueron años de ataques contra Israel y también de inicio de los atentados terroristas. Estas actividades motivaron que Jordania expulsara de su territorio a la OLP (que tenía allí su centro de operaciones), instalándose ésta en el Líbano. En 1982 estalló la guerra entre Israel y Líbano. Israel, nuevamente victoriosa (a pesar de que la OLP contó con el apoyo sirio), ocupó directamente tal país “por dar cobijo a los terroristas”. Tras la guerra, el cuartel general de la OLP de Arafat se trasladó a Túnez. En general, durante los siguientes años, la causa palestina decayó en el interés de la opinión pública internacional. En 1987 estalló la Primera Intifada, una revuelta popular no armada por la que los árabes se levantaron contra los israelíes en Gaza, Cisjordania y el este de Jerusalén. Esta sublevación popular cogió de improvisto a todos, incluidos Israel y las organizaciones palestinas. Las imágenes de los palestinos no armados lanzando piedras contra los tanques israelíes que les atacaban desproporcionadamente impactaron al mundo, desgastando la imagen de Israel. Finalmente, el estado israelí y la OLP se vieron obligados a reconocerse mutuamente como interlocutores en un proceso de diálogo. Las negociaciones de paz de Madrid (1991), apadrinadas por EEUU, fraguaron en la firma de los ‘Acuerdos de Oslo’ de 1993, por parte de Arafat e Isaac Rabin (asesinado poco después por un ultra ortodoxo judío). Fruto del acuerdo, se fijaron la constitución de la Autoridad Nacional Palestina, representante de la autonomía palestina en los territorios ocupados y el fin de la violencia, desapareciendo la Intifada. Además, ambos entes debían de propiciar las condiciones necesarias para la profundización y resolución de los asuntos pendientes, tales como la creación de un futuro Estado Palestino, la retirada israelí de Gaza y Cisjordania, el regreso de los refugiados y la situación de Jerusalén. Sin embargo, en 2000 la paz se quebró al echarse en cara ambos pueblos el incumplimiento respectivo de los acuerdos alcanzados. Bill Clinton, presidente de EEUU, promovió una cumbre en Camp David, pero ésta resultó un fracaso. Ehud Barak aceptó la práctica totalidad de las reivindicaciones palestinas, pero Arafat exigió también la capitalidad compartida de Jerusalén, el retorno de los refugiados y el desmantelamiento de los asentamientos judíos. Al final, el acuerdo se rompió y la tensión se hizo insoportable. Así, la Segunda Intifada (2000) estalló cuando Ariel Sharon, entonces en la oposición como líder del ‘Likud’, visitó con sus hombres la ‘explanada de las mezquitas’, en Jersusalén. Los árabes lo interpretaron como una provocación y la revuelta estalló con fuerza en todos los terrenos palestinos. Sin embargo, esta Segunda Intifada, a diferencia de la primera, contó con un elevado componente islamista, siendo habituales los atentados suicidas. La causa de fondo radica en que ya Arafat y la OLP estaban en decadencia en el seno de la comunidad palestina, en la que habían surgido con fuerza los grupos yihadistas. Así, ‘Hamás’ (que se impuso a ‘Al Fatah’, el partido de Arafat, en las últimas elecciones) fue una organización islamista que surgió durante la Primera Intifada de 1987 y que incluso se vio alentada por Israel, con el objetivo de desgastar a la OLP, controlada por Arafat. Ahora, el conflicto está muy alejado de su resolución. A pesar de que la Segunda Intifada acabó en noviembre de 2004 con la muerte de Arafat, la violencia está hay cada vez más extendida. Israel ha desarrollado la táctica de la prevención de atentados terroristas en su territorio; aunque con métodos tan poco pacíficos como la construcción de un muro en torno a su frontera o los ataques militares hacia los líderes de organizaciones terroristas palestinas. En Palestina, ‘Hamás’ (un grupo islamista de tradición terrorista que se ha convertido en fuerza política), tras vencer en las últimas elecciones a ‘Al Fatah’, es quien ostenta el poder. MIGUEL ÁNGEL MALAVIA

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