Todo sobre los Kurdos en
http://www.kurdos.org/
MANUEL MARTORELL (publicado en el diario El Mundo el 11 de diciembre de 2003)
De la investigación sobre los sangrientos atentados de Istanbul se deduce una conclusión no por esperada menos sorprendente: los autores pertenecerían al grupo Hezbolá, una siniestra organización que nació, creció y actuó durante la pasada década al amparo del Ejército y del propio Gobierno turco.
Los primeros datos de las pesquisas policiales indican que los “kamikazes” que hicieron estallar los coches-bomba frente a las dos sinagogas, el Consulado y el banco británicos de Istanbul partieron de una célula que esta organización tenía en Bingol. Concretamente, la policía habría encontrado pruebas de la participación de Feridun Ugurlu, Mesut Cabuk, Azad Ekinci y Gokhan Elaltuntas, estos dos últimos asociados a un café internet del centro de Bingol, en el que la policía se habría incautado de varios ordenadores para analizar su información.
Como ya han indicado varios medios de comunicación y analistas turcos, con este Hezbolá habría ocurrido en Turquía algo semejante al caso de los talibanes en Afganistán. Desde los servicios de inteligencia se habría alimentado a estos “escuadrones de la muerte” con el objetivo de aniquilar a dirigentes izquierdistas, kurdos o alevis para hacerlo desaparecer cuando su actuación ya no interesara a los intereses del Estado.
Entre enero y febrero del año 2000 fueron detenidos cientos de militantes, registrados decenas de pisos francos, en pocos días se resolvieron más de 400 asesinatos no aclarados, se localizaron 58 cadáveres en fosas comunes, la policía encontró cintas de vídeo donde habían grabado las salvajes torturas y ejecuciones de los desgraciados que caían en sus manos y su máximo líder, Huseyin Velioglu, murió cuando unidades especiales asaltaron su casa Beykoz (Istanbul) durante un aparatoso operativo transmitido por televisión.
La policía, entonces, prácticamente desarticuló toda la organización, pero muchos militantes lograron ponerse a salvo cruzando las fronteras de Irak e Irán, llegando hasta Afganistán y Paquistán, donde pudieron establecer contactos con la red de Al Qaeda, tal y como ya lo habían hecho antes Ekinci y Cabuk, dos de los integrantes de la célula de Bingol.
La relación del Hezbolá turco con el Ejército y los servicios secretos no es algo desconocido en Turquía; de hecho, en 1995 una comisión parlamentaria recabó evidencias de esta relación. Entre ellas figuraba el testimonio de un responsable policial de Batman, según el cual en el distrito de Gercus, entre las aldeas de Seku, Sonuhu y Cicekli, funcionaba uno campo de entrenamiento al que se le suministraba armas adquiridas en Europa del Este. Poco después de sus declaraciones, este funcionario fue destituido.
El Hezbolá turco fue utilizado fundamentalmente para combatir al Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) en los núcleos urbanos, donde actuaba a plena luz del día sin que sus activistas fueran molestados. Esta estrategia fue reconocida en su momento por el general Hasan Kundakci en unas declaraciones publicadas por el diario Milliyet y el dirigente socialdemócrata Fikri Saglar llegó a afirmar, en 1992, que esta política estaba basada en los planteamientos antiterroristas diseñados por el Consejo de Seguridad Nacional el año 1985.
Al menos tres periodistas turcos han sido asesinados por investigar y publicar informes sobre los vínculos entre el aparato del Estado y el grupo terrorista Hezbolá, al que en las provincias kurdas se le conocía con el nombre de Hezbo Contra, en referencia a la Contra nicaragüense. El primero de ellos fue Halit Gungen, periodista del semanario “2000’ Dorgru” (Hacia el 2000), que fue asesinado en su oficina de Diyarbakir el 18 de febrero de 1992. Solamente dos días antes había aparecido un reportaje suyo denunciando la relación entre Hezbolá y la policía. Unal Erkan, gobernador especial de las provincias bajo estado de emergencia, reconoció que el militante de Hezbolá responsable del crimen fue puesto en libertad tras permanecer detenido varios meses.
Hafiz Akdemir murió en la misma ciudad al ser alcanzado por disparos en plena calle solamente cuatro meses después –el 8 de junio-; había informado en el periódico “Ozgur Gundem” (Agenda Libre) que un hombre que había colaborado en dos asesinatos de Hizbulá fue liberado por la policía tras haber sido detenido. Finalmente, Namik Taranci, redactor del semanario “Gercek” (Realidad), fue tiroteado el 20 de noviembre de ese mismo año igualmente en Diyarbakir cuando se dirigía al trabajo. Acababa de publicar una información sobre las relaciones entre el Estado y Hezbolá.
Pese a pedirlo tanto Amnistía Internacional como Human Rights Watch, el Gobierno de Turquía jamás quiso realizar una investigación seria sobre estos vínculos. Ahora, en palabras de Ridvan Kizgin, representante de Asociación de Derechos Humanos en la ciudad de donde salieron los “kamikazes”, hay que tener en cuenta el pasado para comprender hasta dónde se puede llegar desde un lugar como Bingol.
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MANUEL MARTORELL (publicado en el diario El Mundo el 11 de diciembre de 2003)
De la investigación sobre los sangrientos atentados de Istanbul se deduce una conclusión no por esperada menos sorprendente: los autores pertenecerían al grupo Hezbolá, una siniestra organización que nació, creció y actuó durante la pasada década al amparo del Ejército y del propio Gobierno turco.
Los primeros datos de las pesquisas policiales indican que los “kamikazes” que hicieron estallar los coches-bomba frente a las dos sinagogas, el Consulado y el banco británicos de Istanbul partieron de una célula que esta organización tenía en Bingol. Concretamente, la policía habría encontrado pruebas de la participación de Feridun Ugurlu, Mesut Cabuk, Azad Ekinci y Gokhan Elaltuntas, estos dos últimos asociados a un café internet del centro de Bingol, en el que la policía se habría incautado de varios ordenadores para analizar su información.
Como ya han indicado varios medios de comunicación y analistas turcos, con este Hezbolá habría ocurrido en Turquía algo semejante al caso de los talibanes en Afganistán. Desde los servicios de inteligencia se habría alimentado a estos “escuadrones de la muerte” con el objetivo de aniquilar a dirigentes izquierdistas, kurdos o alevis para hacerlo desaparecer cuando su actuación ya no interesara a los intereses del Estado.
Entre enero y febrero del año 2000 fueron detenidos cientos de militantes, registrados decenas de pisos francos, en pocos días se resolvieron más de 400 asesinatos no aclarados, se localizaron 58 cadáveres en fosas comunes, la policía encontró cintas de vídeo donde habían grabado las salvajes torturas y ejecuciones de los desgraciados que caían en sus manos y su máximo líder, Huseyin Velioglu, murió cuando unidades especiales asaltaron su casa Beykoz (Istanbul) durante un aparatoso operativo transmitido por televisión.
La policía, entonces, prácticamente desarticuló toda la organización, pero muchos militantes lograron ponerse a salvo cruzando las fronteras de Irak e Irán, llegando hasta Afganistán y Paquistán, donde pudieron establecer contactos con la red de Al Qaeda, tal y como ya lo habían hecho antes Ekinci y Cabuk, dos de los integrantes de la célula de Bingol.
La relación del Hezbolá turco con el Ejército y los servicios secretos no es algo desconocido en Turquía; de hecho, en 1995 una comisión parlamentaria recabó evidencias de esta relación. Entre ellas figuraba el testimonio de un responsable policial de Batman, según el cual en el distrito de Gercus, entre las aldeas de Seku, Sonuhu y Cicekli, funcionaba uno campo de entrenamiento al que se le suministraba armas adquiridas en Europa del Este. Poco después de sus declaraciones, este funcionario fue destituido.
El Hezbolá turco fue utilizado fundamentalmente para combatir al Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) en los núcleos urbanos, donde actuaba a plena luz del día sin que sus activistas fueran molestados. Esta estrategia fue reconocida en su momento por el general Hasan Kundakci en unas declaraciones publicadas por el diario Milliyet y el dirigente socialdemócrata Fikri Saglar llegó a afirmar, en 1992, que esta política estaba basada en los planteamientos antiterroristas diseñados por el Consejo de Seguridad Nacional el año 1985.
Al menos tres periodistas turcos han sido asesinados por investigar y publicar informes sobre los vínculos entre el aparato del Estado y el grupo terrorista Hezbolá, al que en las provincias kurdas se le conocía con el nombre de Hezbo Contra, en referencia a la Contra nicaragüense. El primero de ellos fue Halit Gungen, periodista del semanario “2000’ Dorgru” (Hacia el 2000), que fue asesinado en su oficina de Diyarbakir el 18 de febrero de 1992. Solamente dos días antes había aparecido un reportaje suyo denunciando la relación entre Hezbolá y la policía. Unal Erkan, gobernador especial de las provincias bajo estado de emergencia, reconoció que el militante de Hezbolá responsable del crimen fue puesto en libertad tras permanecer detenido varios meses.
Hafiz Akdemir murió en la misma ciudad al ser alcanzado por disparos en plena calle solamente cuatro meses después –el 8 de junio-; había informado en el periódico “Ozgur Gundem” (Agenda Libre) que un hombre que había colaborado en dos asesinatos de Hizbulá fue liberado por la policía tras haber sido detenido. Finalmente, Namik Taranci, redactor del semanario “Gercek” (Realidad), fue tiroteado el 20 de noviembre de ese mismo año igualmente en Diyarbakir cuando se dirigía al trabajo. Acababa de publicar una información sobre las relaciones entre el Estado y Hezbolá.
Pese a pedirlo tanto Amnistía Internacional como Human Rights Watch, el Gobierno de Turquía jamás quiso realizar una investigación seria sobre estos vínculos. Ahora, en palabras de Ridvan Kizgin, representante de Asociación de Derechos Humanos en la ciudad de donde salieron los “kamikazes”, hay que tener en cuenta el pasado para comprender hasta dónde se puede llegar desde un lugar como Bingol.
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