Nunca, en la historia reciente, la política de Estados Unidos en Oriente Medio ha sido sometida a tal bombardeo de presiones en conflicto por parte de antiguos aliados, clientes y adversarios. Los puntos en disputa abarcan cuestiones básicas de guerra y paz, de las cuales las más importantes son las diferentes respuestas al conflicto palestino-israelí, la ocupación de Irak y la invasión y ocupación autorizada de Somalia a cargo de Etiopía y Estados Unidos.
Entre los principales aspirantes a la influencia en la política de Estados Unidos en Oriente Medio se encuentran, en un lado, el ‘partido de la guerra’, liderado por el bloque de poder sionista y sus seguidores en el Congreso y sus aliados entre los militaristas civiles de la Casa Blanca guiados por el vicepresidente Cheney, la secretaria de Estado Rice, el Consejero de Seguridad Nacional para Oriente Medio Elliot Abrams, junto a un ejército de escribas instalados en los puestos más destacados de la cobertura periodística. En el otro lado se sitúa una pequeña minoría de congresistas, ex funcionarios vinculados a Big Oil 2 , un movimiento pacifista dividido, los estados árabes del Golfo, Arabia Saudí y un número de países europeos por una serie de cuestiones específicas.
Hasta la fecha, la Zionist Power Configuration (ZPC) ha hecho que sus partidarios en el Congreso y en la Casa Blanca cierren filas y ha apisonado la oposición interna para asegurar el respaldo incondicional de Estados Unidos a las posiciones de Israel en Oriente Medio. Uno de los ejemplos recientes de la influencia política y mediática de ZPC se ilustra en su rechazo u omisión de un importante documento sobre derechos humanos y civiles en Israel publicado por el Comité de las Naciones Unidas con relación a la Eliminación de Discriminación Racial (publicado el 9 de marzo del 2007). El estudio, realizado por unos 24 expertos, hacía 19 recomendaciones para que Israel pusiera término a la discriminación racial en 25 áreas contra ciudadanos árabes de Israel. Israel rechazó el informe, la ZPC automáticamente siguió el ejemplo, así como Washington.
Sin embargo, hay signos (seguramente débiles) de que el poder visible e invisible de la ZPC está siendo sometido a un escrutinio crítico público e incluso ‘llevado a juicio’ por los clientes de Estados Unidos. El Consejo de Cooperación del Golfo, compuesto por Kuwait, Qatar, Omán, Arabia Saudí, Bahrein y los Emiratos Árabes Unidos, es el mayor proveedor de petróleo del mundo (por encima del 40 por ciento); se trata de regímenes conservadores y pro-estadounidenses que albergan bases militares americanas y están vinculados a las casas financieras y del petróleo estadounidenses más importantes y se encuentran entre los más destacados compradores de material militar del complejo militar-industrial estadounidense. En un encuentro celebrado a finales de marzo del 2007 instaron a los Estados Unidos a enfrentarse a Irán solo por la vía diplomática y no por la militar o imponiendo sanciones económicas. Israel optó por una posición diametralmente opuesta, presionando por el endurecimiento de las sanciones y por la confrontación militar. Automáticamente, la ZPC se hizo eco de la línea del Partido Israelí (Daily Alert 26-30, 2007). El Congreso y Bush ignoraron a Big Oil, al complejo militar-industrial, a sus clientes árabes y siguieron la línea sionista: intensificaron las sanciones, incrementaron las operaciones de comandos, aumentaron la actividad naval en torno a las costas de Irán y ofrecieron el envío de aviones de combate a Irán después de la captura de los marineros británicos implicados en operaciones de espionaje (Blair, por una vez, rechazó la provocación de guerra). Una vez más la ZPC ganó el pulso a Big Oil y al complejo industrial-militar a la hora de dictar a los Estados Unidos la política en Oriente Medio.
De Nunca, en la historia reciente, la política de Estados Unidos en Oriente Medio ha sido sometida a tal bombardeo de presiones en conflicto por parte de antiguos aliados, clientes y adversarios. Los puntos en disputa abarcan cuestiones básicas de guerra y paz, de las cuales las más importantes son las diferentes respuestas al conflicto palestino-israelí, la ocupación de Irak y la invasión y ocupación autorizada de Somalia a cargo de Etiopía y Estados Unidos.
Entre los principales aspirantes a la influencia en la política de Estados Unidos en Oriente Medio se encuentran, en un lado, el ‘partido de la guerra’, liderado por el bloque de poder sionista y sus seguidores en el Congreso y sus aliados entre los militaristas civiles de la Casa Blanca guiados por el vicepresidente Cheney, la secretaria de Estado Rice, el Consejero de Seguridad Nacional para Oriente Medio Elliot Abrams, junto a un ejército de escribas instalados en los puestos más destacados de la cobertura periodística. En el otro lado se sitúa una pequeña minoría de congresistas, ex funcionarios vinculados a Big Oil 2 , un movimiento pacifista dividido, los estados árabes del Golfo, Arabia Saudí y un número de países europeos por una serie de cuestiones específicas.
Hasta la fecha, la Zionist Power Configuration (ZPC) ha hecho que sus partidarios en el Congreso y en la Casa Blanca cierren filas y ha apisonado la oposición interna para asegurar el respaldo incondicional de Estados Unidos a las posiciones de Israel en Oriente Medio. Uno de los ejemplos recientes de la influencia política y mediática de ZPC se ilustra en su rechazo u omisión de un importante documento sobre derechos humanos y civiles en Israel publicado por el Comité de las Naciones Unidas con relación a la Eliminación de Discriminación Racial (publicado el 9 de marzo del 2007). El estudio, realizado por unos 24 expertos, hacía 19 recomendaciones para que Israel pusiera término a la discriminación racial en 25 áreas contra ciudadanos árabes de Israel. Israel rechazó el informe, la ZPC automáticamente siguió el ejemplo, así como Washington.
Sin embargo, hay signos (seguramente débiles) de que el poder visible e invisible de la ZPC está siendo sometido a un escrutinio crítico público e incluso ‘llevado a juicio’ por los clientes de Estados Unidos. El Consejo de Cooperación del Golfo, compuesto por Kuwait, Qatar, Omán, Arabia Saudí, Bahrein y los Emiratos Árabes Unidos, es el mayor proveedor de petróleo del mundo (por encima del 40 por ciento); se trata de regímenes conservadores y pro-estadounidenses que albergan bases militares americanas y están vinculados a las casas financieras y del petróleo estadounidenses más importantes y se encuentran entre los más destacados compradores de material militar del complejo militar-industrial estadounidense. En un encuentro celebrado a finales de marzo del 2007 instaron a los Estados Unidos a enfrentarse a Irán solo por la vía diplomática y no por la militar o imponiendo sanciones económicas. Israel optó por una posición diametralmente opuesta, presionando por el endurecimiento de las sanciones y por la confrontación militar. Automáticamente, la ZPC se hizo eco de la línea del Partido Israelí (Daily Alert 26-30, 2007). El Congreso y Bush ignoraron a Big Oil, al complejo militar-industrial, a sus clientes árabes y siguieron la línea sionista: intensificaron las sanciones, incrementaron las operaciones de comandos, aumentaron la actividad naval en torno a las costas de Irán y ofrecieron el envío de aviones de combate a Irán después de la captura de los marineros británicos implicados en operaciones de espionaje (Blair, por una vez, rechazó la provocación de guerra). Una vez más la ZPC ganó el pulso a Big Oil y al complejo industrial-militar a la hora de dictar a los Estados Unidos la política en Oriente Medio.
De igual Nunca, en la historia reciente, la política de Estados Unidos en Oriente Medio ha sido sometida a tal bombardeo de presiones en conflicto por parte de antiguos aliados, clientes y adversarios. Los puntos en disputa abarcan cuestiones básicas de guerra y paz, de las cuales las más importantes son las diferentes respuestas al conflicto palestino-israelí, la ocupación de Irak y la invasión y ocupación autorizada de Somalia a cargo de Etiopía y Estados Unidos.
Entre los principales aspirantes a la influencia en la política de Estados Unidos en Oriente Medio se encuentran, en un lado, el ‘partido de la guerra’, liderado por el bloque de poder sionista y sus seguidores en el Congreso y sus aliados entre los militaristas civiles de la Casa Blanca guiados por el vicepresidente Cheney, la secretaria de Estado Rice, el Consejero de Seguridad Nacional para Oriente Medio Elliot Abrams, junto a un ejército de escribas instalados en los puestos más destacados de la cobertura periodística. En el otro lado se sitúa una pequeña minoría de congresistas, ex funcionarios vinculados a Big Oil 2 , un movimiento pacifista dividido, los estados árabes del Golfo, Arabia Saudí y un número de países europeos por una serie de cuestiones específicas.
Hasta la fecha, la Zionist Power Configuration (ZPC) ha hecho que sus partidarios en el Congreso y en la Casa Blanca cierren filas y ha apisonado la oposición interna para asegurar el respaldo incondicional de Estados Unidos a las posiciones de Israel en Oriente Medio. Uno de los ejemplos recientes de la influencia política y mediática de ZPC se ilustra en su rechazo u omisión de un importante documento sobre derechos humanos y civiles en Israel publicado por el Comité de las Naciones Unidas con relación a la Eliminación de Discriminación Racial (publicado el 9 de marzo del 2007). El estudio, realizado por unos 24 expertos, hacía 19 recomendaciones para que Israel pusiera término a la discriminación racial en 25 áreas contra ciudadanos árabes de Israel. Israel rechazó el informe, la ZPC automáticamente siguió el ejemplo, así como Washington.
Sin embargo, hay signos (seguramente débiles) de que el poder visible e invisible de la ZPC está siendo sometido a un escrutinio crítico público e incluso ‘llevado a juicio’ por los clientes de Estados Unidos. El Consejo de Cooperación del Golfo, compuesto por Kuwait, Qatar, Omán, Arabia Saudí, Bahrein y los Emiratos Árabes Unidos, es el mayor proveedor de petróleo del mundo (por encima del 40 por ciento); se trata de regímenes conservadores y pro-estadounidenses que albergan bases militares americanas y están vinculados a las casas financieras y del petróleo estadounidenses más importantes y se encuentran entre los más destacados compradores de material militar del complejo militar-industrial estadounidense. En un encuentro celebrado a finales de marzo del 2007 instaron a los Estados Unidos a enfrentarse a Irán solo por la vía diplomática y no por la militar o imponiendo sanciones económicas. Israel optó por una posición diametralmente opuesta, presionando por el endurecimiento de las sanciones y por la confrontación militar. Automáticamente, la ZPC se hizo eco de la línea del Partido Israelí (Daily Alert 26-30, 2007). El Congreso y Bush ignoraron a Big Oil, al complejo militar-industrial, a sus clientes árabes y siguieron la línea sionista: intensificaron las sanciones, incrementaron las operaciones de comandos, aumentaron la actividad naval en torno a las costas de Irán y ofrecieron el envío de aviones de combate a Irán después de la captura de los marineros británicos implicados en operaciones de espionaje (Blair, por una vez, rechazó la provocación de guerra). Una vez más la ZPC ganó el pulso a Big Oil y al complejo industrial-militar a la hora de dictar a los Estados Unidos la política en Oriente Medio.
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Entre los principales aspirantes a la influencia en la política de Estados Unidos en Oriente Medio se encuentran, en un lado, el ‘partido de la guerra’, liderado por el bloque de poder sionista y sus seguidores en el Congreso y sus aliados entre los militaristas civiles de la Casa Blanca guiados por el vicepresidente Cheney, la secretaria de Estado Rice, el Consejero de Seguridad Nacional para Oriente Medio Elliot Abrams, junto a un ejército de escribas instalados en los puestos más destacados de la cobertura periodística. En el otro lado se sitúa una pequeña minoría de congresistas, ex funcionarios vinculados a Big Oil 2 , un movimiento pacifista dividido, los estados árabes del Golfo, Arabia Saudí y un número de países europeos por una serie de cuestiones específicas.
Hasta la fecha, la Zionist Power Configuration (ZPC) ha hecho que sus partidarios en el Congreso y en la Casa Blanca cierren filas y ha apisonado la oposición interna para asegurar el respaldo incondicional de Estados Unidos a las posiciones de Israel en Oriente Medio. Uno de los ejemplos recientes de la influencia política y mediática de ZPC se ilustra en su rechazo u omisión de un importante documento sobre derechos humanos y civiles en Israel publicado por el Comité de las Naciones Unidas con relación a la Eliminación de Discriminación Racial (publicado el 9 de marzo del 2007). El estudio, realizado por unos 24 expertos, hacía 19 recomendaciones para que Israel pusiera término a la discriminación racial en 25 áreas contra ciudadanos árabes de Israel. Israel rechazó el informe, la ZPC automáticamente siguió el ejemplo, así como Washington.
Sin embargo, hay signos (seguramente débiles) de que el poder visible e invisible de la ZPC está siendo sometido a un escrutinio crítico público e incluso ‘llevado a juicio’ por los clientes de Estados Unidos. El Consejo de Cooperación del Golfo, compuesto por Kuwait, Qatar, Omán, Arabia Saudí, Bahrein y los Emiratos Árabes Unidos, es el mayor proveedor de petróleo del mundo (por encima del 40 por ciento); se trata de regímenes conservadores y pro-estadounidenses que albergan bases militares americanas y están vinculados a las casas financieras y del petróleo estadounidenses más importantes y se encuentran entre los más destacados compradores de material militar del complejo militar-industrial estadounidense. En un encuentro celebrado a finales de marzo del 2007 instaron a los Estados Unidos a enfrentarse a Irán solo por la vía diplomática y no por la militar o imponiendo sanciones económicas. Israel optó por una posición diametralmente opuesta, presionando por el endurecimiento de las sanciones y por la confrontación militar. Automáticamente, la ZPC se hizo eco de la línea del Partido Israelí (Daily Alert 26-30, 2007). El Congreso y Bush ignoraron a Big Oil, al complejo militar-industrial, a sus clientes árabes y siguieron la línea sionista: intensificaron las sanciones, incrementaron las operaciones de comandos, aumentaron la actividad naval en torno a las costas de Irán y ofrecieron el envío de aviones de combate a Irán después de la captura de los marineros británicos implicados en operaciones de espionaje (Blair, por una vez, rechazó la provocación de guerra). Una vez más la ZPC ganó el pulso a Big Oil y al complejo industrial-militar a la hora de dictar a los Estados Unidos la política en Oriente Medio.
De Nunca, en la historia reciente, la política de Estados Unidos en Oriente Medio ha sido sometida a tal bombardeo de presiones en conflicto por parte de antiguos aliados, clientes y adversarios. Los puntos en disputa abarcan cuestiones básicas de guerra y paz, de las cuales las más importantes son las diferentes respuestas al conflicto palestino-israelí, la ocupación de Irak y la invasión y ocupación autorizada de Somalia a cargo de Etiopía y Estados Unidos.
Entre los principales aspirantes a la influencia en la política de Estados Unidos en Oriente Medio se encuentran, en un lado, el ‘partido de la guerra’, liderado por el bloque de poder sionista y sus seguidores en el Congreso y sus aliados entre los militaristas civiles de la Casa Blanca guiados por el vicepresidente Cheney, la secretaria de Estado Rice, el Consejero de Seguridad Nacional para Oriente Medio Elliot Abrams, junto a un ejército de escribas instalados en los puestos más destacados de la cobertura periodística. En el otro lado se sitúa una pequeña minoría de congresistas, ex funcionarios vinculados a Big Oil 2 , un movimiento pacifista dividido, los estados árabes del Golfo, Arabia Saudí y un número de países europeos por una serie de cuestiones específicas.
Hasta la fecha, la Zionist Power Configuration (ZPC) ha hecho que sus partidarios en el Congreso y en la Casa Blanca cierren filas y ha apisonado la oposición interna para asegurar el respaldo incondicional de Estados Unidos a las posiciones de Israel en Oriente Medio. Uno de los ejemplos recientes de la influencia política y mediática de ZPC se ilustra en su rechazo u omisión de un importante documento sobre derechos humanos y civiles en Israel publicado por el Comité de las Naciones Unidas con relación a la Eliminación de Discriminación Racial (publicado el 9 de marzo del 2007). El estudio, realizado por unos 24 expertos, hacía 19 recomendaciones para que Israel pusiera término a la discriminación racial en 25 áreas contra ciudadanos árabes de Israel. Israel rechazó el informe, la ZPC automáticamente siguió el ejemplo, así como Washington.
Sin embargo, hay signos (seguramente débiles) de que el poder visible e invisible de la ZPC está siendo sometido a un escrutinio crítico público e incluso ‘llevado a juicio’ por los clientes de Estados Unidos. El Consejo de Cooperación del Golfo, compuesto por Kuwait, Qatar, Omán, Arabia Saudí, Bahrein y los Emiratos Árabes Unidos, es el mayor proveedor de petróleo del mundo (por encima del 40 por ciento); se trata de regímenes conservadores y pro-estadounidenses que albergan bases militares americanas y están vinculados a las casas financieras y del petróleo estadounidenses más importantes y se encuentran entre los más destacados compradores de material militar del complejo militar-industrial estadounidense. En un encuentro celebrado a finales de marzo del 2007 instaron a los Estados Unidos a enfrentarse a Irán solo por la vía diplomática y no por la militar o imponiendo sanciones económicas. Israel optó por una posición diametralmente opuesta, presionando por el endurecimiento de las sanciones y por la confrontación militar. Automáticamente, la ZPC se hizo eco de la línea del Partido Israelí (Daily Alert 26-30, 2007). El Congreso y Bush ignoraron a Big Oil, al complejo militar-industrial, a sus clientes árabes y siguieron la línea sionista: intensificaron las sanciones, incrementaron las operaciones de comandos, aumentaron la actividad naval en torno a las costas de Irán y ofrecieron el envío de aviones de combate a Irán después de la captura de los marineros británicos implicados en operaciones de espionaje (Blair, por una vez, rechazó la provocación de guerra). Una vez más la ZPC ganó el pulso a Big Oil y al complejo industrial-militar a la hora de dictar a los Estados Unidos la política en Oriente Medio.
De igual Nunca, en la historia reciente, la política de Estados Unidos en Oriente Medio ha sido sometida a tal bombardeo de presiones en conflicto por parte de antiguos aliados, clientes y adversarios. Los puntos en disputa abarcan cuestiones básicas de guerra y paz, de las cuales las más importantes son las diferentes respuestas al conflicto palestino-israelí, la ocupación de Irak y la invasión y ocupación autorizada de Somalia a cargo de Etiopía y Estados Unidos.
Entre los principales aspirantes a la influencia en la política de Estados Unidos en Oriente Medio se encuentran, en un lado, el ‘partido de la guerra’, liderado por el bloque de poder sionista y sus seguidores en el Congreso y sus aliados entre los militaristas civiles de la Casa Blanca guiados por el vicepresidente Cheney, la secretaria de Estado Rice, el Consejero de Seguridad Nacional para Oriente Medio Elliot Abrams, junto a un ejército de escribas instalados en los puestos más destacados de la cobertura periodística. En el otro lado se sitúa una pequeña minoría de congresistas, ex funcionarios vinculados a Big Oil 2 , un movimiento pacifista dividido, los estados árabes del Golfo, Arabia Saudí y un número de países europeos por una serie de cuestiones específicas.
Hasta la fecha, la Zionist Power Configuration (ZPC) ha hecho que sus partidarios en el Congreso y en la Casa Blanca cierren filas y ha apisonado la oposición interna para asegurar el respaldo incondicional de Estados Unidos a las posiciones de Israel en Oriente Medio. Uno de los ejemplos recientes de la influencia política y mediática de ZPC se ilustra en su rechazo u omisión de un importante documento sobre derechos humanos y civiles en Israel publicado por el Comité de las Naciones Unidas con relación a la Eliminación de Discriminación Racial (publicado el 9 de marzo del 2007). El estudio, realizado por unos 24 expertos, hacía 19 recomendaciones para que Israel pusiera término a la discriminación racial en 25 áreas contra ciudadanos árabes de Israel. Israel rechazó el informe, la ZPC automáticamente siguió el ejemplo, así como Washington.
Sin embargo, hay signos (seguramente débiles) de que el poder visible e invisible de la ZPC está siendo sometido a un escrutinio crítico público e incluso ‘llevado a juicio’ por los clientes de Estados Unidos. El Consejo de Cooperación del Golfo, compuesto por Kuwait, Qatar, Omán, Arabia Saudí, Bahrein y los Emiratos Árabes Unidos, es el mayor proveedor de petróleo del mundo (por encima del 40 por ciento); se trata de regímenes conservadores y pro-estadounidenses que albergan bases militares americanas y están vinculados a las casas financieras y del petróleo estadounidenses más importantes y se encuentran entre los más destacados compradores de material militar del complejo militar-industrial estadounidense. En un encuentro celebrado a finales de marzo del 2007 instaron a los Estados Unidos a enfrentarse a Irán solo por la vía diplomática y no por la militar o imponiendo sanciones económicas. Israel optó por una posición diametralmente opuesta, presionando por el endurecimiento de las sanciones y por la confrontación militar. Automáticamente, la ZPC se hizo eco de la línea del Partido Israelí (Daily Alert 26-30, 2007). El Congreso y Bush ignoraron a Big Oil, al complejo militar-industrial, a sus clientes árabes y siguieron la línea sionista: intensificaron las sanciones, incrementaron las operaciones de comandos, aumentaron la actividad naval en torno a las costas de Irán y ofrecieron el envío de aviones de combate a Irán después de la captura de los marineros británicos implicados en operaciones de espionaje (Blair, por una vez, rechazó la provocación de guerra). Una vez más la ZPC ganó el pulso a Big Oil y al complejo industrial-militar a la hora de dictar a los Estados Unidos la política en Oriente Medio.
De igual ...continuar en :www.vocesdelperiodista.com.mx/165/13.htm
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