Así andaba pensando cuando el otro día recibí un e-mail que me hizo abrir los ojos. No fue escrito ayer, sino hace unos años. Pero no por eso ha perdido actualidad. Discurre sobre mi tema preferido, pero en una luz un tanto diferente. El problema es que estaba en inglés, y cuando se traduce algo no siempre se logra mantener el sabor del original, en especial si se trata de un texto que presume ser cómico.
Ni corto ni perezoso me puse entonces a crear una versión castellana del escrito, agregando una buena ración de sal y pimienta, como suele hacer cada israelí que se respeta a sí mismo, para dar a conocer lo que dijo entonces un norteamericano. El hombre en cuestión se llama Dennis Miller, es actor y humorista y supongo que ha de ser bien conocido por allá. Lo que he podido saber es que durante años tuvo su propio programa en HBO, uno de los canales de televisión por cable más populares de EE.UU. y, lo más importante para el asunto que nos trae entre manos, reside en el hecho que no es judío. Debe de ser un “goy” para que la cosa sea más punzante, y que me perdonen todos los cristianos. No es un término peyorativo contra ellos, sino que en hebreo resulta ser (véase qué raro) precisamente “pueblo”. Pero en Israel lo usamos para indicar a los seguidores de Cristo. Mis excusas.
Nuestro hombre empieza diciendo que sería indicado hacer un servicio a los norteamericanos (yo diría a la humanidad), y presentar en apretada síntesis la historia del Medio Oriente. Se trata de una mercadería que muchos la necesitan, porque de tanto zarandeo a los israelíes, nos hemos convertido a ojos de ello en unos monstruos sin remedio. Y no creo que lo seamos. De veras.
Empieza diciendo el genio en cuestión que los palestinos desean tener su propio país, pero hay un problema: Sencillamente, no existen tales. Se trata de un vocablo artificial. Nunca ha existido semejante país. Israel se llamó Palestina durante dos milenios. Si bien parece una palabra antigua, se trata de un vocablo acuñado hace poco.
Antes que los israelíes ganaran la Guerra de los Seis Días, Gaza era de Egipto y la Margen Occidental de Jordania. En realidad, no había palestinos. (Esto ya no es fábula, sino un hecho comprobado. Se ha de reconocer que el hombre tiene visión. Véase nota al pie de este artículo).
Tan pronto como los israelíes tomaron la iniciativa en sus manos y comenzaron a convertir páramos en frutales, todo cambió. Como si otrora fueran espectros que andaban errantes en las tinieblas, aparecieron en persona en un abrir y cerrar ojos. Quejándose por su patria perdida y su nación subyugada. Y derramando lágrimas a raudales… (“Falastin, biladi ya ani, Falastin, Falastin…”)
De modo que para ser honestos, no usemos más el término palestino. Así no se puede describir a esa gente tan amena y agradable que se pone a bailar de gozo cuando nos matan. (No solamente a los norteamericanos, señor Miller, sino a gente de todo el mundo y de cualquier confesión. Aunque tienen preferencia por los judíos consideran que, en definitiva, lo más importante es degollar a gente) Claro, lo hacen hasta que alguien les advierte que les están filmando, sigue diciendo el escritor. (Y yo agrego: Entonces se van a casa a comer caramelos. Por que al fin y al cabo es fiesta, y se ha de celebrar la ocasión). Como dijera en su momento Diógenes: “Cuando más conozco los hombres, más me gustan los animales”. Me pregunto que, sin saberlo, el gran filósofo griego tal vez hubiera profetizado cierta clase de seres humanos….
En lugar de ello llamémoslos como se debe, insiste nuestro esclarecedor, y aclara lo que insinúa:
“Otros Árabes Que No Pueden Hacer Nada en la Vida y Más Bien se Arrebujan en el Seductivo Melodrama de la Lucha Eterna y la Muerte”. (Es decir, andan a la caza de grillos, o de gamusinos. O son parásitos, chupópteros, bicharracos o gusarapos. Es decir, quienes reciben subvenciones a granel de los países desarrollados, para que a cambio de ello no se quejen o les digan algún que otro improperio. Y a ello agregaría: Que Son Peritos en la Autosugestión de que Son los Más Discriminados del Mundo. Es decir, dar gato por liebre. Y eso, en menos que canta un gallo).
Ya sé que no se puede presumir escuchar eso en la CNN (ni en muchos países de Europa, señor Miller; las cosas ya no son como antes, se han vuelto peores), de modo que propongo algo diferente: “Judeófobos Colindantes” que anhelan su propio país, ¿qué les parece? Pero no, señores, no es lo que ello realmente quieren. Hubieran podido conseguir su propio país en cualquier momento de los treinta últimos años. En especial cuando se reunieron en Camp David hace un par de años. (No olviden cuando se escribió)
Pero si han de tener su propio país, deben instalar semáforos, disponer de servicio de retiro de desperdicios y cámaras de comercio y, lo que es peor, encontrar los medios para ganarse la vida.
Esto ya no es chiste. No resulta nada gracioso. De modo que lo que de hecho querían es lo que desean todos los judeófobos del mundo: recibir Israel en una bandeja y, desde luego, con una enorme pila de judíos muertos. Como dijera cualquier cantamañanas.
Que además, adolecen de una sinestesia de muy padre y señor mío, y afectados de un solipsismo sumamente grave. (Para quienes esos términos sean un tanto sospechosos, he de señalar que semejantes vocablos no son improperios. Según el diccionario de la RAE se trata solamente de “Imagen o sensación subjetiva, propia de un sentido, determinada por otra sensación que afecta a un sentido diferente”, en el primer caso mientras que el segundo es “una forma radical de subjetivismo según la cual solo existe o solo puede ser conocido el propio yo”. Ahora entendieron, ¿no es cierto?)
¿Por qué quieren pasar a cuchillo a todos los judíos? Porque sí. En primer lugar, para lograr la destrucción de Israel, o sea la Entidad Sionista como se lee en sus libros de texto. Que durante los últimos 50 años ha permitido a los dirigentes árabes distraer la atención de sus pueblos de que son los más pobres, analfabetos y miserables de este sufrido planeta. Y si alguien ha sido un trotamundos, y ha echado un vistazo por aquí y por allá, bien sabe lo que ello quiere decir.
Y sigo citando al ilustre y bien informado yanqui que no tiene pelos en la boca: Confieso que me siento bien aturdido cada vez que nuestros entendidos hablan poéticamente sobre las grandes realizaciones del mundo musulmán en el pasado. A no ser que me equivoque, los árabes no han brindado al mundo nada bueno desde que le dieron el álgebra. Y, sea dicho entre paréntesis, no sé si agradecerles el hecho que nos hayan legado semejante rompecabezas.
Tengan en cuenta lo que sigue y luego recapaciten: hay 500 millones de árabes y 5 de judíos (en el Medio Oriente, se entiende). Pensemos que los países árabes llenan todo un campo de fútbol, y los judíos serían algo así como una caja de fósforos en medio. Y esos tipos aseguran que si Israel les da la mitad de esa cajita, todos volverán a ser amigos.
¿Se puede creer en ello? Eso ya es una gran noticia. Pero, cuidado, ¿cómo se entiende eso con la larga serie de guerras libradas para exterminar a ese diminuto país, y ese incesante tumulto de amenazas para echar a los judíos al mar? Ah, bueno. Es que ustedes estaban tan sólo bromeando… ¿De veras?
Mi amigo Kevin Rooney me dio el otro día una excelente idea: ¿Por qué no invertir los números? Imagínense si en el mundo hubiera 500 millones de judíos y 5 millones de árabes. Me quedé de una pieza al pensarlo. ¡Qué idea más brillante!
Acaso alguien puede imaginarse a los judíos poniéndose cinturones de dinamita y explotándose a sí mismos. Desde luego que no.
O ¿dedicando cada fibra de su ser durante generaciones para echar al mar a un diminuto Estado árabe? Ni pensarlo.
¿O bailando para celebrar la muerte de inocentes? De ningún modo.
¿O difundiendo el libelo de que los árabes prepararan sus pitas con la sangre de niños inocentes? Ni por asomo.
Lo peor que se pudiera esperar de ellos es que discutan cualquier cosa hasta la muerte. De eso sí que serían capaces. (Muy bien, señor Dennis. Qué modo tan acertado de ver las cosas. Somos capaces de hablar, y hablar y más hablar, y también de insistir sobre un punto cualquiera porque nos encanta cotorrear, de eso que no le quepa duda).
Hasta aquí el escenario que esboza el humorista yanqui que, para ser francos, no parece apartarse mucho de lo que pudiera ser en realidad. ¡Quinientos millones de judíos!
El problema podría ser que en ese caso el mundo ¿de quién sería? Si siendo 14 millones se nos acusa de todos los problemas habidos y por haber y de tener una influencia sin límites, de ser 500.000.000 (vaya número descomunal), nuestras perspectivas hubieran aumentado en forma morrocotuda. De hecho, las grandes potencias ya no tendrían nada que decir. Jerusalén sería la capital del mundo, y todos los grandes acudirían en masa a la Kiriá y a la Knéset para granjearse la amistad de “los amos del orbe”. Y a todo ello agregado el hecho que ahora hemos descubierto que tenemos gas a raudales. Por lo tanto, quién sería el “guapo” que nos retase. A ver…
La pregunta que se formula sería si en ese caso el mundo saldría ganando… o perdiendo. La pregunta es muy sencilla: Estimado mundo, ¿qué prefieres, quinientos millones de judíos o de árabes? No contesto a esta pregunta, porque reconozco que no soy objetivo. Solamente citaré un pequeño detalle: Se imaginan el problema que plantearía a los científicos “goyim” del orbe: no les quedaría apenas Premio Nóbel disponible, luego que esos desalmados hebreos se hubieran apropiado de casi todos.… Seguramente en este punto llegarían a elevar una queja ante la Corte Suprema de La Haya. Hagan justicia con nosotros, por favor. No olviden. No son como cualquier otro… Al fin y al cabo, se trata de judíos.
NOTA:
En esto tiene toda la razón. Durante el Mandato Británico la palabra “Palestina” más bien hacía referencia a la entidad judía, a la comunidad hebrea, que a los árabes locales. Para ellos, esta tierra formaba parte de la llamada “Gran Siria”, y no se mencionaba para nada a Palestina que, a propósito, era un nombre acuñado por el emperador romano Adriano, sin relación alguna con los filisteos de Gaza de la época bíblica. Estos procedían del Mar Egeo y eran de origen indoeuropeo. El anhelo supremo del hebreo en la diáspora había sido siempre regresar a Palestina, la eterna patria de su pueblo. Los judíos sionistas del mundo se autodenominaban “palestinos”. La entidad política de la comunidad judía era la Agencia Judía para Palestina, dos de los principales bancos locales eran el Anglo-Palestine Bank (ahora el Bank Leumí) y el Palestine Discount Bank y la empresa eléctrica se llamaba The Palestine Electric Corporation. El diario en inglés era el Palestine Post y la orquesta principal se llamaba the Palestine Philarmonic Orquestra. Todo el personal de esas entidades y empresas era judío. Y el destacamento procedente de este país que combatió a los franquistas en la Guerra Civil española, integrado exclusivamente por hebreos, se llamaba “Brigada Palestina”. Terminante, ¿no?
Moshé Yanai
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