Cuidado y protecciòn del huésped en el oriente



Al huésped se le da un vaso con agua. Una de las primeras cosas que se ofrece a un huésped que ha sido recibido, es un vaso de agua. El hacer esto es reconocerlo como merecedor de una pacífica recepción. Así el ofrecer agua de beber es la manera más sencilla de trabar amistad con una persona. Cuando Eliezer, el siervo de Abrahán buscaba una bienvenida, él lo hacía pidiendo a la doncella que vino al pozo a sacar agua (Gen. 24:17, 18). "Ruégote que me des a beber un poco de agua de tu cántaro". Y ella respondió "Bebe, Se­ñor mío". Está era la indicación de que era bienvenido como huésped en su hogar cercano. Con esta indicación unida a1 agua ofrecida, la promesa de Jesús adquiere un nuevo significado (Mare. 9:41), "Y cualquiera que os diere un vaso de agua en mi nombre, porque sois de Cristo, de cierto os digo que no perderá su recompensa".

Se sirve comida al huésped. En el Oriente, es un acto muy espe­cial de hospitalidad, el compartir el pan. Quiere decir mucho más que lo que significa para los occidentales. Es la manera de hacer un pacto de paz y fidelidad. Cuando Abimelec deseaba un pacto permanente con Isaac, la confirmación de ese pacto llegó cuando Isaac "les hizo banquete y comieron y bebieron" (Gen. 26:30).

La expresión "pan y sal" es considerada por un oriental como sagrada se dice: hay pan y sal entre nosotros, es como si dijésemos “estamos unidos por un pacto solemne". Un enemigo no “probará la sal” de su adversario a menos que esté listo para reconciliarse con él.

En Siria, en algunos distritos rurales, actualmente existe la cos­tumbre que una persona en una misión de importancia, no comerá pan ni sal de sus hospedados, hasta que haya cumplido con dicha misión. Piensan ellos que el convenio de "pan y sal" no debe considerarse o tomarse en cuenta hasta que la actitud del hospedador sea conocida con respecto a la misión del huésped. Así el siervo de Abraham rehusó comer en la mesa de Labán hasta que hubiera dado a conocer su misión que era la de encontrar mujer para Isaac (Gen. 24:33).

El Dr. Thompson, misionero en Siria, fue en una ocasión hués­ped de la tienda de un jefe beduino. El jefe mojó un pedazo de pan en alguna miel de uvas y le dio al misionero a comer. Entonces él le dijo: “Ahora somos hermanos. Hay pan y sal entre nosotros. Somos hermanos y aliados"'. Cuando los gabaonitas buscaban un pacto de amistan con Israel en los días de Josué, se dice que los israelitas “tomaron de su provisión del camino y no preguntaron a la boca de Jehová” (Jos. 9:11). Una vez que celebraron este convenio o pacto, Israel estaba obligado a guardarlo.

El huésped hecho señor de la casa. Hay por ahí un proverbio oriental que dice: "El huésped mientras esté en la casa, es su señor". Esto es cierto en el espíritu de la hospitalidad en Oriente. Una de las primeras salutaciones que los hospedadores en Palestina dan a un huésped es decirle, "Hadtha beitak”, es decir, "Esta es su casa". Esto es repetido varias veces. Así el huésped durante su estancia, es Señor de la casa. Y cuando el huésped solicita un favor, al concedérselo su hospedador le dirá: "Ud. me honra".

Deben haber existido las mismas costumbres entre hospedados hospedador y huésped en los días de Lot. El hospedador era considerado como siervo, y el huésped como señor. Así Lot habló de sí mismo y de sus huéspedes: "Ahora, pues, mis señores, os ruego que vengáis a casa de vuestro siervo" (Gen. 19:2).

El huésped no debe esperar estar a solas. Un huésped oriental se creería mal tratado si se lo dejara solo en cualquier momento. No necesita que se le dejo solo por la noche, porque duerme con su ropa puesta. El se siente contento de tener varias personas que duerman con él. Si se lo asignara lugar para dormir en un cuarto superior, entonces algunos de los hijos de la familia dormirán con él para hacerle compañía.

El se sentiría abandonado si se le tratara de la manera que se trata a los huéspedes en Occidente, de la mima manera que un occidental, se sentiría oprimido por las constantes atenciones de un hospedador oriental.

En tierras de Oriente, cuando una persona acepta a otra como su huésped por ese sólo hecho el conviene que a cualquier costo defen­derá a su huésped de cualquier posible enemigo durante el tiempo de su estancia con él. El Dr. Cyrus Hamlin, misionero norteameri­cano en Oriente, fue huésped del Gobernador. Este tomó un pedazo de carnero asado y lo dio al misionero, diciéndole, "Ahora ¿sabe usted lo que he hecho?” Y contestando a su propia pregunta, dijo: "Por medio de este acto, garantizo con cada gota de mi sangre, que mientras usted esté en territorio mío, ningún mal le sobrevendrá. Por este período de tiempo somos hermanos". El salmista se sentía absolutamente seguro, pues aun cuando tenía enemigos, sin em­bargo, cuando él sabía que el Señor era su hospedador, decía, "Ade­rezaras mesa delante do mí, en presencia de mis angustiadores" (Sal. 23:5).

ABUSO DE LA HOSPITALIDAD
Entre las naciones de Oriente se considera como un pecado horrible que cualquiera persona que acepta una hospitalidad se vuelva contra su hospedador ocasionándole algún mal. Este sentimiento se remonta a tiempos muy antiguos, y a él se alude con frecuencia por algunos escritos. El profeta Abdías hace referencia a este pecado en la forma siguiente: "Hasta el término te hicieron llegar todos tus aliados te han engañado tus edificios, prevalecieron contra ti los que comían tu parte, pusieron a lazo debajo ti" (Abd. 7). El salmista David habla de este terrible mal, "Aun el hombre de mi paz, en quien yo confiaba, él que de mi parte comía, alzó contra mí el calcañal" (Sal. 61:9). Y el Señor Jesús cita este mismo pasaje en los Salmos al tener su cumplimiento en la traición de Judas, el que le entregó, quien además comió a la misma mesa que él (Jn. 13:18).

Entre los pueblos orientales, cuando un pacto ha sido invalidado, pueden renovarlo los que antes lo habían concertado, comiendo jun­tos. Jesús después de su resurrección por lo menos tres veces comió con algunos de sus discípulos, y con toda seguridad lo hizo para renovar el pacto, que había sido invalidado por la falta de lealtad a El durante los días de su pasión (cf. Luc. 24:30; 41‑43; Jn. 21:12, 13). Tenemos el ejemplo de Jacob y Labán consignado en el Antiguo Testamento, cuando sus relaciones estaban resentidas. Reanudaron su amistad comiendo juntos, al mismo tiempo que hacían un juramento. (Gen. 31:53, 54).

Cuando llega la hora de que el huésped deba irse, un hospedador sirio hará todo lo posible por retrasar la partida. Le pedirá que se quede a comer una vez más, o esperar hasta la mañana para su par­tida. En el capítulo 19 de Jueces tenemos el mejor ejemplo en la Biblia de la costumbre de detener a un huésped. El que hospedaba dice a su huésped: "Conforta tu corazón con un bocado de pan, y después os iréis". Después de tomar la comida, le pide que se quede toda la noche, pero el huésped pensó que era tiempo de partir y lo hizo luego. Este es un procedimiento típico de Oriente (Jue. 19:5‑10) .

Cuando un huésped se va, la salutación usual es la siguiente el huésped dirá: "Con vuestro permiso". Y el que lo hospedó dirá: "Id en paz". Isaac debe haber usado tal salutación cuando Abimelec y sus hombres se fueron, después de haber sido agasajados por Isaac con una comida. Las Escrituras dicen: "y ellos se partieron de él en paz" (Gen. 26:31).

Cuando el que hospeda quiere hacer un honor especial a su huésped que se va, irá con él alguna distancia fuera del pueblo. Algunas veces este paseo durará una hora, terminando luego cuan­do el huésped le ruega no molestarse más. Así caminó Abrahán con sus huéspedes "y Abraham iba con ellos acompañándolos" (Gen. 18:16).

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