Las salutaciones

Cuando los viajeros orientales se encuentran uno a otro en el camino, les encanta entablar conversaciones, que para los occidentales parecen complicadas, tediosas y una pérdida de tiempo. Se preguntará en forma muy verbosa, cada uno a su vez buscando informaciones como éstas: ¿De dónde viene Ud.? ¿Para dónde va? ¿Cómo se llama? ¿Cuántos niños tiene? ¿De cuántos hombres consta su clan? ¿Qué enemigos tiene su clan? etc., etc. Mientras tales salutaciones se llevan al cabo, los negocios cualesquiera que ellos fueren, podían esperar. Por esta razón, cuando Jesús envió a los setenta discípulos en una misión de sanamiento y predicación, les dijo: “A nadie saludéis en el camino” (Luc. 10:4). El entrar en tan extensas salutaciones, como era la costumbre, habría interferido en los negocios urgentes del Señor.

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