El árbol del que se extrajo la madera para la cruz de Cristo

A sólo dos kilómetros de la ciudad vieja de Jerusalén se erige un monasterio desconocido para no pocos lugareños y peregrinos, sobre el lugar donde se cree que creció el árbol del que se extrajo la madera para la cruz de Cristo.

Se trata de un robusto edificio de piedra rosada que se asemeja a una fortificación, emplazado en el denominado "Valle de la Cruz", donde abunda la vegetación, y a pocos metros de la Kneset (Parlamento) y el Museo de Israel.

"Sobre una montaña cerca de Jerusalén hay un valle muy fértil y bien cultivado en el que se sitúa una noble iglesia. Se levanta en honor de nuestro señor Jesucristo y su amada madre. Allí en un altar poco profundo, se rinde reverencia al lugar en que se levantó el tronco del que se cortó la cruz", relataba en su guía "Los Santos Lugares" el peregrino Teodorico en tiempos de los cruzados.

Pruebas científicas que corroboren de qué madera se elaboró la cruz de Jesús no hay, pero la tradición cree que fue de un olivo -típico de la zona desde épocas bíblicas- y que el árbol fue plantado hace unos 35 siglos.

Edificado entre los siglos V y VI en el valle que -según algunas fuentes- ya descubriera Santa Elena, madre del emperador romano Constantino, el edificio fue reconstruido por un rey georgiano en el siglo XI, y a lo largo de su historia ha sido parcialmente saqueado, aunque nunca destruido.

El monasterio como lo conocemos hoy es de estilo bizantino y pertenece a la Iglesia Greco-ortodoxa desde el siglo XVII.

Una puerta de pequeñas dimensiones de madera chapada en metal conduce al interior del recinto, que al igual que en la Basílica de la Natividad de Belén, obliga al visitante a agacharse.

Dejando atrás unos patios con árboles frutales y pájaros cantores, se encuentra el cuerpo principal de la iglesia de planta de cruz griega, antesala de un pequeño santuario bajo un ábside.

Este altar reposa sobre una pequeña gruta a la que acompaña una legendaria tradición que se ha mantenido a través de los siglos.

La leyenda narra que el patriarca Abraham hizo plantar a su sobrino Lot en ese lugar tres báculos que le dejaron los tres ángeles que le habían visitado antes del fatídico desenlace de Sodoma y Gomorra (Gen 18, 1-2).

Tras la destrucción de las bíblicas ciudades, se le ordenó a Lot que regase los tres retoños con el agua del río Jordán como penitencia por sus pecados.

"Lot regó la planta durante cuarenta años y de ella creció un árbol con un sólo tronco y tres bifurcaciones de donde se extrajo posteriormente la madera con la que se elaboró la Cruz", explica a Efe el padre Claudius, superior del monasterio, al señalar unos frescos junto a la cripta.

La tradición también dice que esa madera fue rechazada por el rey Salomón para la construcción del Templo judío de Jerusalén.

El peregrino puede hacerse una idea de todas estas leyendas gracias a las pinturas, algunas de 300 y 400 años de antigüedad, en las que aparecen representados la vida de Cristo, figuras del Antiguo Testamento y arcaicos santos cristianos.

Los motivos que hacen referencia a la cruz son constantes y como explica el abad "se trata del símbolo más importante de los seguidores de Jesús, el sello distintivo para todo cristiano, no importa que sea ortodoxo, de la Iglesia de Roma o protestante".

El monasterio fue un seminario hasta 1910, con celdas para 400 monjes, aunque el único residente en la actualidad es el superior, que recuerda que el lugar fue sede de "la primera universidad de Teología de Tierra Santa".

Coronada por un campanario de estilo posterior, la iglesia ha sido recientemente restaurada y los mosaicos que pavimentan el suelo, así como sus murales se conservan en buen estado.

El vice-custodio de Tierra Santa, el franciscano Artemio Vítores, reconoce que al tratarse de un santuario ortodoxo, el lugar no es frecuentado por los peregrinos pertenecientes a la Iglesia Católica, "a pesar de marcar un sitio tan importante relacionado con la cruz".


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