Elche y Ghadames Libia patrimonios de la humanidad


La cultura del oasis: Elche y Ghadames
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viernes 13 de junio de 2008
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Las declaraciones como Patrimonio de la Humanidad no son las únicas cosas que comparten Elche y la ciudad libia de Ghadames. Ambas nacieron de un modelo de gestión del agua que permitió su desarrollo
Ghadames, conocida como la “Joya del Desierto”, está situada en un oasis cerca de las fronteras de Túnez y de Argelia, a casi 600 kilómetros al sudoeste de Trípoli. Sus habitantes son tuareg, uno de los pueblos bereber. Tienen su propia escritura, tifinagh. Durante varios siglos fue un importante lugar de intercambio y descanso para las caravanas que circulaban entre el centro de África y la costa. Su palmeral ha sido el elemento fundamental para su supervivencia, y el dátil el alimento básico de su población. Allí, de la palmera se aprovecha todo, lo que ha generado una cultura que la emparenta con la ilicitana, desde la artesanía a la gastronomía. Es un destino turístico en expansión.
Elche y Ghadames aparecen citadas juntas en un estudio de Thomas F. Glick sobre los sistemas de riego en la Valencia medieval. El investigador norteamericano identificó en estas dos ciudades, separadas por miles de kilómetros, el mismo modelo de gestión del agua en unas zonas caracterizadas por su aridez severa. Incluso la misma figura encargada del reparto aparece en ambas ciudades. Es el alamí o sobresequier.
El hilo de la historia
En una época como la actual, en la que el debate sobre la gestión del agua acapara diariamente la actualidad, la historia nos enseña algunas lecciones sobre su importancia.
Entre los siglos VII y VIII d. C., la expansión del Islam propició una fusión revolucionaria de las técnicas agrícolas iranias, árabes y saharianas. Los grupos árabes y bereberes que se asentaron en la Península Ibérica a partir del 711 trajeron consigo nuevos cultivos y técnicas de regadío especialmente adaptadas a condiciones de severa aridez.
Aunque la palmera ya era conocida en la Ilici ibérica, la existencia del Palmeral se la debemos a los primeros habitantes musulmanes que fundaron la Elche actual. La ciudad fue concebida como un oasis artificial, y se creó una amplia red de acequias y huertos de palmeras siguiendo un modelo cuyo objetivo era conseguir el mayor aprovechamiento de un bien escaso como era el agua.
El esplendor del Islam clásico tuvo un fundamento primordial en la gestión racional del agua. La creación de grandes huertas permitió el crecimiento de pueblos y ciudades. En urbes como Valencia, el agua de las acequias regaba los campos, suministraba energía a los molinos hidráulicos, y alimentaba complejas redes de saneamiento, desconocidas en la Europa cristiana. Nuevas ciudades, como Basora y Bagdad en el Oriente Musulmán, o Murcia en su extremo occidental, nacieron merced al desarrollo de complejos sistemas de regadío en su entorno. En particular, dos grandes urbes del Islam occidental deben su prosperidad al establecimiento de grandes oasis artificiales: Marraquech, fundada en 1062 por el caudillo almorávide Yusuf Ibn Tashfin, y Elche, fundada hacia finales del siglo X por el califato de Córdoba. Ciudades hermanas que compartieron siglos de historia bajo soberanía almorávide y alhomade.

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